1. GORMAZ, Soria. Igl. de San Juan Bautista. |
2. GORMAZ, Soria. Igl. de Santiago. |
3. GORMAZ, Soria. Vista del Castillo califal. |
4. GORMAZ, Soria. Murallas del Castillo califal. |
5. GORMAZ, Soria. Interior del Castillo califal con la torre del homenaje, al fondo. |
6. GORMAZ, Soria. Puerta de acceso al Castillo califal desde el interior del mismo. |
7. GORMAZ, Soria. Puerta de acceso al Castillo califal desde el exterior del mismo. |
GORMAZ* (I), provincia de Soria: 20 de julio de 2005.
Pequeña población cercana a El Burgo de Osma, a la que se llega por una carretera local.
Son visibles, desde bastante distancia, las ruinas del extensísimo castillo califal de Gormaz (siglo X), y que también posee otros monumentos como las Iglesias de San Juan Bautista y de Santiago, y la Ermita de San Miguel, además un rollo y un puente de origen romano.
El castillo de Gormaz se construyó en 965 bajo el reinado de al-Hakam II con el propósito de demostrar el poder califal a unos ejércitos leoneses cada vez más agresivos. Para ello se mandaron alarifes cordobeses que no sólo levantaron una fortaleza prácticamente inexpugnable, sino que la dotaron de cierto valor estético. Para su ubicación, teniendo en cuenta que debía controlar el paso desde la cuenca del Duero al puerto de Somosierra, en el Sistema Central, se eligió una extensa meseta de 380 m por 52 m visible a kilómetros de distancia, perfecta para poner de relieve tanto su función propagandística como militar. Si todavía sorprende la majestuosidad de la fortaleza, podemos imaginar el efecto en unos ejércitos cristianos que, en la mayoría de los casos, no eran más que bandas de saqueadores en busca de botín sin afán de ocupar territorio alguno. De hecho, el castillo de Gormaz nunca sufrió asedios y su importancia sólo disminuyó cuando los avances cristianos por otros derroteros lo hicieron obsoleto.
Su disposición general aprovecha la meseta donde se asienta. Orientado de este a oeste, el alcázar se halla a levante, formado por varias dependencias alrededor de un patio central y separado del conjunto por un muro franqueado por una puerta abierta en recodo. El resto de la fortaleza, como es tradicional en las construcciones andalusíes, se limita a ser una explanada para ser ocupada temporalmente por guarniciones en tránsito a los lugares de combate. Pudo existir un pequeño mihrab hacia la mitad del trazado del muro sur, pero no es más que una hipótesis. Hacia poniente, y a la izquierda de la entrada, se hallaban las caballerizas por un doble motivo: facilitar la salida rápida de las tropas y atrapar entre las patas de los caballos a los djinn o genios maléficos que pudieran venir con la noche. Por si fuera poco esta previsión, en el muro oeste de la muralla se encuentran embutidas varias lápidas llamadas profilácticas que, a modo de talismanes, intentan con su simbología impedir el paso de estos indeseables seres de la mitología árabe.
La entrada principal es a través de un arco de herradura enmarcado con alfiz y rodeado por una banda que, como las albanegas, seguramente contuvo decoración. Franqueada, un pequeño patinejo da acceso a otro arco de herradura de menor altura, habiendo entre los dos un espacio que, desde arriba, era fácilmente defendible.
Las torres, de planta cuadrada y levantadas a intervalos de unos veinte metros, tuvieron suelos de madera a partir del adarve. En cuanto a la labor, es de sillería bien aparejada, estando los muros rematados con almenas piramidales. Se conserva en un estado bastante aceptable un aljibe muy cercano a la puerta de acceso.
El castillo fue reformado en los siglos XIII y XIV, notándose en los lienzos meridionales, en el alcázar y en la torre del Homenaje, cuya labor es mudéjar.
El castillo de Gormaz se construyó en 965 bajo el reinado de al-Hakam II con el propósito de demostrar el poder califal a unos ejércitos leoneses cada vez más agresivos. Para ello se mandaron alarifes cordobeses que no sólo levantaron una fortaleza prácticamente inexpugnable, sino que la dotaron de cierto valor estético. Para su ubicación, teniendo en cuenta que debía controlar el paso desde la cuenca del Duero al puerto de Somosierra, en el Sistema Central, se eligió una extensa meseta de 380 m por 52 m visible a kilómetros de distancia, perfecta para poner de relieve tanto su función propagandística como militar. Si todavía sorprende la majestuosidad de la fortaleza, podemos imaginar el efecto en unos ejércitos cristianos que, en la mayoría de los casos, no eran más que bandas de saqueadores en busca de botín sin afán de ocupar territorio alguno. De hecho, el castillo de Gormaz nunca sufrió asedios y su importancia sólo disminuyó cuando los avances cristianos por otros derroteros lo hicieron obsoleto.
Su disposición general aprovecha la meseta donde se asienta. Orientado de este a oeste, el alcázar se halla a levante, formado por varias dependencias alrededor de un patio central y separado del conjunto por un muro franqueado por una puerta abierta en recodo. El resto de la fortaleza, como es tradicional en las construcciones andalusíes, se limita a ser una explanada para ser ocupada temporalmente por guarniciones en tránsito a los lugares de combate. Pudo existir un pequeño mihrab hacia la mitad del trazado del muro sur, pero no es más que una hipótesis. Hacia poniente, y a la izquierda de la entrada, se hallaban las caballerizas por un doble motivo: facilitar la salida rápida de las tropas y atrapar entre las patas de los caballos a los djinn o genios maléficos que pudieran venir con la noche. Por si fuera poco esta previsión, en el muro oeste de la muralla se encuentran embutidas varias lápidas llamadas profilácticas que, a modo de talismanes, intentan con su simbología impedir el paso de estos indeseables seres de la mitología árabe.
La entrada principal es a través de un arco de herradura enmarcado con alfiz y rodeado por una banda que, como las albanegas, seguramente contuvo decoración. Franqueada, un pequeño patinejo da acceso a otro arco de herradura de menor altura, habiendo entre los dos un espacio que, desde arriba, era fácilmente defendible.
Las torres, de planta cuadrada y levantadas a intervalos de unos veinte metros, tuvieron suelos de madera a partir del adarve. En cuanto a la labor, es de sillería bien aparejada, estando los muros rematados con almenas piramidales. Se conserva en un estado bastante aceptable un aljibe muy cercano a la puerta de acceso.
El castillo fue reformado en los siglos XIII y XIV, notándose en los lienzos meridionales, en el alcázar y en la torre del Homenaje, cuya labor es mudéjar.
Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
AZNAR, Fernando. Guía Total del Arte Hispano-Musulmán. Ed. Anaya. Madrid, 2005.
AZNAR, Fernando. Guía Total del Arte Hispano-Musulmán. Ed. Anaya. Madrid, 2005.
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