1. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Una calle de la población, con el monasterio al fondo. |
2. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Interior de la igl. del monasterio. |
3. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Bajorrelieve de Pentecostés, del claustro del monasterio. |
4. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Capiteles con decoración vegetal del claustro del monasterio. |
5. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. La Virgen de Marzo, en el claustro del monasterio. |
6. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Vista general del claustro del monasterio. |
7. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Sepulcro de Sto. Domingo en el claustro del monasterio. |
8. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Artesonados mudéjares del claustro del monasterio. |
9. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Bajorrelieve del claustro del monasterio. |
10. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Otra vista de la arquería del claustro del monasterio. |
11. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Bajorrelieve de la duda de Sto. Tomás, en el claustro del monasterio. |
12. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Columnas del claustro del monasterio. |
13. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Capiteles con decoración de animales fantásticos, en el claustro del monasterio. |
14. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Bajorrelieve de la Anunciación, en el claustro del monasterio. |
15. SANTO DOMINGO DE SILOS, Burgos. Un último bajorrelieve del claustro del monasterio. |
SANTO DOMINGO DE SILOS* (I), provincia de Burgos: 21 de julio de 2005.
Todo en este pequeño y escondido pueblo castellano gira en torno al famoso monasterio benedictino, cuyo claustro medieval, tan elogiado por los poetas, es un admirable museo de escultura románica.
Monasterio de Santo Domingo**
Historia
El primitivo monasterio de San Sebastián fue un monasterio mozárabe importante, perteneciente a la diócesis de Osma, que supo mantener durante siglos una comunidad cristiana en medio del Islám. Fernán González cede al monasterio las tierras reconquistadas de Tabladillo, ayudando a su reconstrucción. Cuenta la tradición que cuando llegó a él por primera vez creyó que era una mezquita, quedando estupefactos tanto el conde como sus mesnadas al comprobar que eran monjes quienes lo habitaban. Las campañas de Almanzor asolan la región hasta que en 1041 llega a Silos el monje Domingo, procedente de San Millán de la Cogolla (La Rioja), con el encargo real de restaurarlo y sacarlo de su agonía. Desde entonces hasta su muerte (1073), un aura de santidad rodea al abad, que ejerce su misión fuera y dentro del monasterio, tanto con los humildes como con los poderosos. Pronto se habla de sus milagros y se le invoca para la redención de cautivos. Ello hace que tras su muerte el monasterio se convierta en un importante lugar de peregrinaje, llegando así la prosperidad y con ella la acometida de nuevas empresas constructivas.
Santo Domingo reedificó la iglesia y construyó un claustro en el que sería enterrado. En 1088 es consagrado el templo bajo el abadiado de Fortunio. A finales de siglo trabaja ya en las galerías oriental y septentrional del claustro el llamado Primer Maestro de Silos. Fortunio, ante el aumento de peregrinaciones, decide ampliar nuevamente la iglesia con tres ábsides y crucero, lo que se lleva a cabo en la primera década del siglo XII. De esta etapa queda la llamada Puerta de las Vírgenes, que comunicaba la iglesia con el claustro. El abad Juan I decide en 1118 poner el monasterio bajo la dependencia directa de la Santa Sede, quedando así Silos al margen de la influencia de Cluny. Poco después el claustro será completado en sus galerías occidental y meridional por un Segundo Maestro, que remata su obra hacia mediados de siglo. Puede que por entonces quedara rematada también la iglesia con un pórtico cubierto.
Por último, a finales del siglo XII se talla el claustro superior con aires ya cistercienses.
Tras el esplendor del siglo XIII la vida monástica de Silos decae rápidamente. Con la incorporación en el siglo XVI del monasterio a la congregación de Valladolid, que revitaliza las comunidades benedictinas españolas, Silos vuelve a tener una época de florecimiento. Es entonces, y en siglos posteriores, cuando se añade nuevas dependencias monásticas e incluso se derriba la iglesia románica para sustituirla por una neoclásica. En 1835 es clausurado el monasterio, pero en 1880 monjes franceses de la Congregación de Solesmes restauran en Silos la vida monástica.
Descripción
De la época románica, Silos conserva hoy el claustro, la Portada de las Vírgenes, restos de algunos muros de la iglesia y diversas piezas reunidas en un museo.
El claustro** es un extenso cuadrángulo ligeramente irregular, pues su galería norte no es paralela a la sur. Consta de dos pisos de galerías y, a pesar de las distintas fases de su construcción, posee una gran unidad por la disposición regular de los elementos. Las dos galerías citadas tienen arquerías de dieciséis arcos y la oriental y occidental, catorce. Hacia la mitad de cada galería se disponen pilares con columnas cuadradas o haces de columnas que rompen ligeramente la sucesión de arcos. Éstos son de medio punto, sin apenas ornamentación, y se apoyan en columnas dobles que se alzan sobre un zócalo bajo. Los pares de columnas levantadas por el Primer Maestro tienen un espacio ostensible entre sí, mientras que el Segundo Maestro las dispuso yuxtapuestas. Esto hace que los capiteles que soportan unas y otras sean distintos: los primeros mantienen la estructura cúbica doble hasta la mitad de su altura, pasando después rápidamente a buscar sus respectivos fustes, mientras que en los segundos desaparece el volumen cúbico descendiendo del cimacio al astrágalo en línea recta inclinada. Por lo que respecta a las basas, los plintos de las columnas del Segundo Maestro son más amplios y se recubren de tallas de pequeños animales. Pero la originalidad mayor del claustro silense estriba en lo que han llamado estaciones o grandes superficies internas talladas en los machones angulares, en las que se representan ocho temas fundamentales del cristianismo.
El claustro fue comenzado por el Primer Maestro de Silos, de nombre desconocido pero de obra portentosa. Sin filiación conocida, no parece tener ninguna relación con el románico que se levanta por ese tiempo en las grandes portadas del Camino de Santiago. Con perfecto dominio de la técnica y de la temática al uso, se enfrenta tanto a la talla de los capiteles como a la de las estaciones con figuras en ocasiones mayores que el natural. Es en estos relieves donde muestra su sentido monumental aplicando paradójicamente una técnica y disposición similares a las utilizadas en las placas de marfil conocidas de la época. Talla en relieve no muy pronunciado, composiciones despejadas, sin atosigamientos, en las que el ritmo juega un papel fundamental (Apóstoles en la Ascensión y Pentecostés, pies en Emaús, guardianes en el Enterramiento). Domina a la perfección la elipsis y la síntesis narrativas (en una misma escena se resuelve el Entierro de Jesús, el sepulcro vacío con las Santas Mujeres y el apercibimiento a los guardianes). Sus tallas no son puramente narrativas, sino que contienen una profunda reflexión humana (María acaricia con su cara el brazo de su Hijo muerto) y teológica (María entre el Padre y los Apóstoles, Pablo se incluye entre éstos, arrastrando con él a todos los cristianos que no vieron pero creyeron). Un profundo sentido teofánico, la luz de Dios, impregna todas sus composiciones de modo semejante a como se la percibe en los grandes iconos bizantinos. De ahí sus aparente orientalismo. Junto a todo esto, el Primer Maestro domina plenamente el Símbolo, como lo demuestra el fantástico bestiario que tan cuidadosamente talla. En resumen, el Primer Maestro de Silos es uno de los grandes maestros entre los genios del románico mundial.
El Segundo Maestro de Silos sigue más los moldes románicos conocidos, aunque trata de no romper la unidad del claustro. Con él los volúmenes se hacen mayores y hasta los animales imaginarios parecen más realistas. Se duda de que las dos estaciones del ángulo suroeste procedan de sus cinceles. Fue un gran maestro, entre los grandes del románico, que creó abundante escuela y numerosos discípulos, pero sin el genio de su predecesor.
Galería este (la inmediata a la entrada). Toda ella se debe al Primer Maestro. La estación de la izquierda representa Pentecostés con el dedo de Dios bendiciendo desde una nube y los Apóstoles recibiendo el Espíritu Santo (entre ellos se encuentra San Pablo), la Virgen sobre los Apóstoles, más cercana al Espíritu. Los capiteles muestran, preferentemente, animales afrontados o en lucha, casi siempre fantásticos y abundando los alados. También aparecen arpías características así como la figura humana (en ocasiones cabalgando cuadrúpedos alados) y elementos vegetales. La estación de la derecha está consagrada al Enterramiento de Jesús, dividida la escena audazmente en dos planos: en el superior se representa a José de Arimatea y Nicodemo disponiendo el cuerpo exánime de Cristo, sobre ellos un ángel muestra el sepulcro vacío a las tres Marías y, nítidamente separadas, en la parte inferior se representa el desconcierto de los soldados ante el sepulcro vacío.
Galería norte. Es obra también del Primer Maestro. La primer estación representa el Descendimiento de Cristo de la Cruz con la Virgen acariciando uno de los brazos de su Hijo y con Juan, José y Nicodemo desclavándolo. En la parte superior dos lienzos muestran el epígrafe del sol y de la luna. Los capiteles representan a arpías, pelícanos, animales superpuestos (leones y águilas). Sobre el capitel quíntuple está grabado el epitafio de Santo Domingo, que originariamente fue sepultado en el hueco señalado por la losa de su sepulcro sobre tres leones. En la estación que remata la galería se muestra la escena de Emaús con los dos discípulos que marchaban de Jerusalén tras la muerte de Jesús y de pronto reconocen en su compañero de viaje al maestro. Toda la personalidad de su autor se plasma sin limitaciones en estas grandes tallas. El ritmo de los pies de los protagonistas es un prodigio.
Galería oeste. La primera estación narra la duda de Santo Tomás, que ha de meter sus dedos en el costado de Cristo, disponiéndose los demás Apóstoles en suave curva. Los cinco capiteles que siguen (aves, animales superpuestos, entrelazados y hojas) son del Primer Maestro, aunque posiblemente colocados ya por el Segundo. Los que continúan son ya obra de éste último, así como posiblemente las estaciones que siguen. Se alternan en aquéllos los narrativos (Vida de Jesús) con los animalísticos (característicos grifos), en los que el bestiario tanto aparece afrontado como enfrentado y con magníficas hojas de acanto. La estación final muestra la Coronación de la Virgen tallada de un modo admirable. La gracia, belleza y serenidad de María apuntan de alguna manera ya al gótico.
Galería sur. La primera estación representa la genealogía de Cristo tanto divina (con el Padre y el Espíritu Santo) como humana con el Árbol de Jesé. Se halla bastante deteriorada. Los capiteles son todos del Segundo Maestro y vuelven a representar el bestiario fantástico ya conocido (no faltan en él los centauros sagitarios) entre el que en ocasiones aparece la figura humana debatiéndose y un mundo vegetal envolvente. La última estación corresponde al Primer Maestro y hace pareja con la de Pentecostés descrita en primer lugar. En ella se narra la Ascensión del Señor a los Cielos con disposición y ritmo semejantes a su contigua. Las miradas de sus protagonistas se dirigen en esta ocasión hacia arriba.
Galerías superiores. Posiblemente fueron realizadas con posterioridad, pues denotan cierta sobriedad cisterciense, aunque se dispusieron siguiendo el modelo inferior. Abundan los capiteles de temas fitomórficos, siendo los figurados principalmente descriptivos (trabajos, entretenimientos, etc.).
El claustro se comunica con la iglesia por la llamada Puerta de las Vírgenes. Abocinadísima portada que tuvo que alargarse mediante escalones para salvar el desnivel existente. Sus capiteles son de primorosa talla e interesantísimos: un hombre es sujetado por otros dos, cuadrúpedos atados, dos hombres con una misma cabeza mesándose las barbas con ambas manos. Volúmenes profundos, actitudes realistas, tendencia al plegado redondo son características de estas tallas de comienzos del siglo XII.
El techo de las galerías está cubierto por artesonados mudéjares (siglo XIV), que en algunas partes conservan su policromía gótica con escenas galantes, cinegéticas y satíricas. En el ángulo nororiental se encuentra la imagen de la Virgen de Marzo (siglo XIII), tallada en piedra policromada, y en el centro de la galería septentrional se sitúa el primitivo sepulcro de Santo Domingo, excavado en roca y precedido de una estatua yacente sostenido por leones (siglo XIII). Y, naturalmente, en uno de los lados del espacio exterior ajardinado se levanta, "enhiesto surtidor de sombra y sueño", el celebérrimo ciprés al que Gerardo Diego dedicó su conocido soneto.
Otras dependencias monacales que pueden visitarse son la botica, del siglo XVIII, que expone una colección de tarros de cerámica de Talavera de la Reina, y el museo, cuyas diversas salas muestran valiosos objetos litúrgicos, tablas góticas y flamencas, esculturas en piedra policromada, sarcófagos medievales, manuscritos, etc.
Por último, la iglesia, construida entre 1752 y 1790, es una obra neoclásica cuyos planos fueron trazados por Ventura Rodríguez. En ella, y a las horas adecuadas, puede escucharse el canto gregoriano del Oficio Divino por parte de los monjes, sin duda una de las experiencias más apropiadas para captar lo que el poeta llamó "el fervor de Silos".
Comentario
Entre las arquerías del claustro de Silos sopla el Espíritu. Porque si el claustro es el mundo del monje (sus lados hablan del 4, número de lo manifestado, de lo proteico, de lo terrestre), por donde éste se mueve, circula y se comunica con sus hermanos, el de Silos parece iluminado no sólo por la transparente luz castellana, sino también por la Luz de lo Alto. Es un alto lugar espiritual, construido por el hombre, donde la paz y la serenidad alcanzan profundidades inusuales. Las estaciones ayudan sin duda a conseguir estos efectos.
Pero, junto a esto, Silos es también un muestrario sin igual de animales fabulosos. Tallados por ambos maestros delicadamente, están lejos de ser los frutos de imaginaciones desatadas, sino la expresión simbólica de ideas. Todo monstruo tiene un significado simbólico bipolar al estar formado por la unión de partes pertenecientes, cuando menos, a dos animales distintos. Una de tendencia hacia lo inferior, terrestre o proteica (serpientes, rabos, colas, pezuñas, cuartos traseros), otra de tendencia hacia lo superior, celeste o espiritual (alas, plumas, cuellos, cabezas). Representan así las dos tendencias del hombre, hacia sus instintos y hacia sus ideales. Y la lucha que deberá mantener aquél durante toda su vida para ahogar unos y hacer aflorar otros. La adición de otros elementos a partes corpóreas y la combinación de animales y actitudes, confieren nuevas perspectivas y profundidades a este simbolismo básico. Silos es un campo inigualable para su estudio.
Comentario
Entre las arquerías del claustro de Silos sopla el Espíritu. Porque si el claustro es el mundo del monje (sus lados hablan del 4, número de lo manifestado, de lo proteico, de lo terrestre), por donde éste se mueve, circula y se comunica con sus hermanos, el de Silos parece iluminado no sólo por la transparente luz castellana, sino también por la Luz de lo Alto. Es un alto lugar espiritual, construido por el hombre, donde la paz y la serenidad alcanzan profundidades inusuales. Las estaciones ayudan sin duda a conseguir estos efectos.
Pero, junto a esto, Silos es también un muestrario sin igual de animales fabulosos. Tallados por ambos maestros delicadamente, están lejos de ser los frutos de imaginaciones desatadas, sino la expresión simbólica de ideas. Todo monstruo tiene un significado simbólico bipolar al estar formado por la unión de partes pertenecientes, cuando menos, a dos animales distintos. Una de tendencia hacia lo inferior, terrestre o proteica (serpientes, rabos, colas, pezuñas, cuartos traseros), otra de tendencia hacia lo superior, celeste o espiritual (alas, plumas, cuellos, cabezas). Representan así las dos tendencias del hombre, hacia sus instintos y hacia sus ideales. Y la lucha que deberá mantener aquél durante toda su vida para ahogar unos y hacer aflorar otros. La adición de otros elementos a partes corpóreas y la combinación de animales y actitudes, confieren nuevas perspectivas y profundidades a este simbolismo básico. Silos es un campo inigualable para su estudio.
Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
COBREROS, Jaime. Guía Total: Las Rutas del Románico I. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
COBREROS, Jaime. Guía del Románico en España: de la A a la Z. Ed. Anaya. Madrid, 2010.
COBREROS, Jaime. Guía Total: Las Rutas del Románico I. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
COBREROS, Jaime. Guía del Románico en España: de la A a la Z. Ed. Anaya. Madrid, 2010.
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