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1. PALENCIA, capital. Fachada de la igl. de Ntra. Sra. de la Calle. |
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2. PALENCIA, capital. Retablo mayor y cúpula de la igl. de Ntra. Sra. de la Calle. |
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3. PALENCIA, capital. Puerta del Obispo, de la Catedral. |
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4. PALENCIA, capital. Torre de la Catedral. |
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5. PALENCIA, capital. Bóvedas de la Catedral. |
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6. PALENCIA, capital. Retablo renacentista de la Catedral. |
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7. PALENCIA, capital. Trascoro de la Catedral. |
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8. PALENCIA, capital. Otra zona del trascoro de la Catedral. |
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9. PALENCIA, capital. Imagen de la Virgen con el Niño de una exposición temporal en la Catedral. |
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10. PALENCIA, capital. Vista de la nave de la igl. de la Soledad. |
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11. PALENCIA, capital. Retablo mayor de la igl. de San Francisco. |
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12. PALENCIA, capital. Bóveda de una de las capillas de la igl. de San Francisco. |
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13. PALENCIA, capital. Vista del conjunto de las igl. de la Soledad y de San Francisco. |
PALENCIA* (I), capital de la provincia: 22 de julio de 2005.
Presidiendo las vastas llanuras de la Tierra de Campos y bajo la esbeltez vigilante del Cristo del Otero, símbolo moderno de la ciudad, la capital palentina aúna su carácter de centro comercial, textil y metalúrgico con un patrimonio monumental que, sin poseer la rotundidad y amplitud del de otras urbes de Castilla, sí ofrece ejemplos de indiscutible importancia. Los propios palentinos, conscientes de esa situación, han difundido el lema de la "bella desconocida" como calificativo que, si resulta justo aplicado a su catedral, no cuesta mucho extenderlo a una ciudad provista de un interesante centro urbano y repleta de apacibles rincones.
En la plaza de Isabel la Católica encontramos la Iglesia de Nuestra Señora de la Calle, templo del siglo XVI que originariamente perteneció a la Compañía de Jesús. Muestra una monumental y sobria fachada coronada por una espadaña, y en su interior, de una sola nave, se abren diversas capillas dispuestas a modo de hornacinas y provistas de altares barrocos. En ella se venera a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Calle, una talla del siglo XV sobre cuyos orígenes existe una curiosa leyenda.
La Catedral** palentina es un templo gótico edificado entre 1321 y 1516 sobre la catedral románica erigida por Sancho III el Mayor en el siglo XI, que, a su vez, se levantó sobre una basílica visigoda del siglo VII. A ese triple origen responde la superposición de estilos que, bajo el predominio de lo gótico, aúna elementos que van desde lo visigótico y románico hasta lo renacentista.
El aspecto externo es severo, de una austeridad sólo animada en la cabecera poligonal, donde las diversas capillas de la girola se disponen en forma de corona, al modo burgalés, en torno a la elevada Capilla Mayor, uniéndose a ella mediante airosos arbotantes. La adornan pináculos, balaustradas y gárgolas, algunas de éstas con curiosas y anacrónicas representaciones, fruto de las numerosas reformas y restauraciones de que ha sido objeto hasta tiempos recientes. Hermosos ventanales ojivales rasgan el conjunto. En el lado meridional, hacia la plaza de la Inmaculada, se alza la torre, baja y maciza, flanqueada por dos portadas. A la derecha se abre la puerta del Salvador, más conocida como puerta de los Novios, realizada a finales del siglo XV en estilo gótico flamígero. Su nombre popular aún mantiene el recuerdo del lugar por donde accediera al templo el doliente príncipe Enrique, futuro Enrique III de Castilla, cuando siendo aún niño contrajo matrimonio, en 1338, con Catalina de Lancaster. Más elaborada es la puerta del Obispo*, decorada con blasones y buenas, aunque deterioradas, esculturas de la Virgen, profetas, santos y apóstoles. A su izquierda queda el exterior del claustro, en cuya realización intervino Gil de Hontañón. En el lado septentrional, frente a una placita ajardinada, se abre la puerta de San Juan o puerta de los Reyes, de estilo plateresco, mientras que la fachada occidental es más sencilla, con una portada clasicista de reciente ejecución (1980).
El interior** de la Catedral supera en mucho lo visto en la parte externa. Tiene planta de cruz latina, con tres esbeltas naves cubiertas con bóvedas estrelladas y ventanales calados con vidrieras polícromas sobre la nave central, doble crucero, girola con capillas y amplio triforio, elementos que en su articulación evidencian las sucesivas ampliaciones. Del valioso contenido artístico merecen citarse el gran retablo plateresco (siglo XVI) de la Capilla Mayor, con tallas de Felipe Vigarny, tablas de Juan de Flandes y, como remate, un Calvario, de Juan de Valmaseda. En la capilla del Sagrario, abierta en el presbiterio hacia 1440, puede verse una arca que contiene los restos de doña Urraca, reina de Navarra y segunda hija del emperador Alfonso VII. Entre otros sepulcros, destaca el de Inés de Osorio (siglo XV), obra gótica con una bella estatua yacente de madera. Las capillas de la girola están decoradas con retablos renacentistas, entre ellos uno de Alonso Berruguete, y hay también obras interesantes en las capillas de las naves laterales. La reja que cierra la capilla del Sacramento es un valioso ejemplar románico. Son detalles curiosos la figura del Papamoscas negro, que forma parte de un reloj situado sobre el brazo derecho del crucero, y el retablo de la capilla de San Cosme y San Damián, al final de la nave de la izquierda, en el que se representa una operación de trasplante de una pierna de un hombre negro a otro blanco (en realidad se trata de un milagro atribuido a los santos médicos).
Pieza destacada, cerrada por una reja, es el coro, con sillería gótico-renacentista y órgano barroco. Y aún más sobresaliente es el trascoro*, profusamente adornado con bajorrelieves atribuidos a Gil de Siloé y precedido por un tríptico con pinturas flamencas. A su izquierda se sitúa un púlpito renacentisa y, frente a él, una escalera plateresca da acceso a la cripta, la llamada cueva de San Antolín**, correspondiente a los restos de los dos templos precedentes. El primer tramo, una pequeña nave rematada por un ábside semicircular y cubierta por una bóveda de medio cañón, pertenece al románico primitivo (siglo XI). Al fondo se sitúa lo que queda de la iglesia visigótica del siglo VII: tres estancias de desigual anchura separadas por recias arquerías y arcos de herradura laterales. Se cree que fue mandada construir por el rey Wamba en el año 672 para custodiar los restos del mártir francés San Antolín, que él mismo había traído desde Narbona.
La visita concluye en el Museo Catedralicio*, situado en el claustroy sus dependencias. En él destacan, además de la portada románica (siglo XII) de la ermita de Quintanello de Ojeda: los tapices flamencos de los siglos XV y XVI, el lienzo de San Sebastián, de El Greco, y obras de Alejo de Vahía, Valdés Leal, Zurbarán, Felipe Vigarny, un díptico de Pedro Berruguete, etc., así como un curioso "retrato oculto" de Carlos V, atribuido a Lucas Cranach. Es magnífica, para terminar, la colección de orfebrería religiosa, encabezada por la custodia renacentista de Juan de Benavente (siglo XVI).
En la Plaza Mayor encontramos esquinada, la Iglesia de San Francisco, templo perteneciente a un antiguo convento franciscano del siglo XIII precedido por una galería porticada con arquerías entre los contrafuertes. Un hermoso rosetón se abre en el perfil zigzagueante de la fachada principal, coronada por una espadaña. El interior es de gran esbeltez y luminosidad, y la sacristía, barroca, posee un buen artesonado mudéjar (siglo (XIV).
Adosada al convento, aunque construida en 1620, está la
Iglesia de la Soledad. Su decoración interior, con bóvedas de yeserías, un retablo neoclásico y pinturas en los muros laterales, data del siglo XVIII.
Textos de:
RAMOS, Alfredo J. Guía Total: Castilla y León. Ed. Anaya. Madrid, 2004.
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