7760. SEVILLA, capital. Maqueta de Mulva en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7761. SEVILLA, capital. Monumento funerario, procedente de Mulva, en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7762. SEVILLA, capital. Objetos de vidrio en una de las vitrinas de la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7763. SEVILLA, capital. Hispania, procedente de Mulva, en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7764. SEVILLA, capital. Ninfa, procedente de Mulva, en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7765. SEVILLA, capital. Objetos de oro, procedentes de Mulva, en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7766. SEVILLA, capital. Objetos de adorno y ajuar en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
7767. SEVILLA, capital. El dios Bonus Eventus, procedente de Mulva, en la sala XXIV del Museo Arqueológico. |
SEVILLA** (MLXXI), capital de la provincia y de la comunidad: 29 de mayo de 2018.
Museo arqueológico* - sala XXIV
MULVA-MUNIGUA
Llamamos a esta sala "de Mulva" por hallarse expuesta en ella una maqueta y numerosos materiales arqueológicos hallados en este rico yacimiento, ubicado en el término municipal de Villanueva del Río y Minas, yacimiento de gran interés, al que ya nos hemos referido de pasada en numerosas ocasiones en las salas anteriores.
Mulva antigua Munigua, que está siendo excavado desde 1956 por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid está presidida por un gran santuario, que se construye hacia el año 70 d.C. para un dios que aún no ha sido identificado. Se conserva en gran parte, y durante estos últimos años ha sido consolidado y restaurada la estructura del templo, con sus rampas de acceso a la parte más alta, donde se hallaba la cella, la estancia del dios. A sus lados algunas dependencias, quizá para servicio del culto. Y en la parte baja, el foro, el lugar de reunión del pueblo, con sus baños, sus tabernas para el comercio, sus templetes a los dioses y su tabularium, su archivo de documentos legales. Alrededor, algunas casas normales de vecinos. Y algo más lejos, la necrópolis, con algunas tumbas monumentales.
En todos esos lugares se han realizado excavaciones y de allí proceden numerosos materiales arqueológicos que abarcan un gran período de tiempo, ya que la vida de la ciudad se extiende a lo largo todo el período romano, y aún más allá. Así, en la vitrina 19, de la sala VII, las Colonizaciones, ya podemos ver diversos fragmentos de cerámicas griegas de distinto tipo que se fechan en su conjunto en el siglo IV a.C., lo que hace pensar en la posibilidad de que antes que el templo romano se alzara en el mismo cerro otro indígena, del que procederían estas cerámicas. En cualquier caso, en Munigua han sido halladas numerosas piezas de las que mostramos dispersas por las salas del Museo, desde las toscas esculturas del cazador y el togado de tiempos republicanos que exponen en la sala XI, el ladrillo con juegos grabados de la XII, los bronces de mesa y de cocina de la XIII, diversas terracotas de la XIV, el efebo y el estuche de médico con divinidades de la XVI, la carta y la tessera de hospitalidad de la XIXB, el retrato de Domiciano de la XX, algunas inscripciones monumentales en la XXI, el dios Bonus Eventus de la XXIII, entre otros muchos, además de todos los que en esta sala se hallan reunidos alrededor de la maqueta del yacimiento con la reconstrucción de sus estructuras.
La pieza más conocida es la convencionalmente llamada "Hispania", cabeza femenina con un peinado tan sencillo y tan moderno que parece quedar fuera de los cánones romanos. El hallazgo del tronco de la figura, muchos años después que la cabeza, permitió saber que correspondía a una ninfa saliendo del baño, similar a la que se presenta, vestida, como calzándose la sandalia, adosada a la pared del fondo de la sala. Ambas fueron halladas en las termas de la ciudad.
En Mulva, cuya existencia está ligada desde un principio sin duda a la explotación de las minas de hierro, que han llegado hasta nuestros días, son frecuentes las inscripciones, dedicadas, en el s. I unas a la memoria de los emperadores, que ya hemos visto en la sala XXI, otras a distintas divinidades, y las más numerosas, sobre todo ya en el s. II, a particulares en agradecimiento por determinadas obras públicas o actos evergéticos que hubiesen consteado. Apenas media docena son funerarias.
Entre las inscripciones de carácter religioso, hay una basa de granito dedicada a Mercurio que debió hallarse en la aedicula que vemos reconstruida en la pequeña maqueta anexa, y que le ofrece un liberto, Ferronius, nombre de origen etrusco.
La presencia de dioses muy ligados al culto imperial, ha hecho pensar en la posibilidad de que fuese el propio emperador el titular del santuario. Pues tenemos inscripciones en honor de Hércules Augusto y de la Fortuna Crescens Augusta. Y de Ceres Augusta, una diosa agraria, tutelar de las cosechas y de la annona, con cuyos atributos gustaban de ser representadas las emperatrices. A ella dedica un pedestal de mármol "Q (intus) Ael (ius) Vernaculus", "en honor y memoria de Quintia Flaccina, sacerdotisa munigüense de las diosas augustas", las emperatrices divinizadas.
Otra inscripción se dedica a Bonus Eventus, el dios de la buena suerte que veíamos en la sala anterior, al que dedica un pedestal de mármol, que paga de su propio dinero, L(ucius) Valerius Aelius Severus, liberto de L(ucius) Valerius y de Aelia Thallusa, por haber alcanzado el honor del sevirato.
Las inscripciones relativas a particulares son unas veces de carácter honorífico y otras funerarias. Entre aquéllas destacan los dos pedestales de estatuas de los Lucii Quintius, padre e hijo. Enre las funerarias la de Numeria Festa, que había sido reutilizada en la construcción de la muralla de la ciudad.
La necrópolis ha proporcionado, por su parte, numerosas tumbas, algunas no solo con ricos ajuares, sino también con notables sarcófagos de mármol en el interior de un mausoleo, uno de los cuales, de paredes lisas, podemos contemplar en la sala, debajo de la reja de hierro fijada a la pared inmediata, como en su día debió estarlo en alguna de las casas de que hablábamos más arriba para protegerla de los ladrones, que no faltarían en un lugar donde sería numerosa la presencia de forasteros para visitar el santuario.
En la sala se presentan asimismo, tres vitrinas. La primera, junto a la entrada, está dedicada exclusivamente a materiales de Mulva, vasos de vidrio, pequeñas joyas y amuletos de oro, broches, anillos, zarcillos, un espejo, y otros objetos procedentes de los ajuares de las tumbas. Los vasos son ya de vidrio soplado, invención romana. Es de admirar su rica tipología y la decoración de algunos de ellos por medio de hilos ondulados.
Las otras dos vitrinas, al fondo de la sala, continúan el discurso expositivo del Museo, con dos nuevos temas monográficos. En una, la de la izquierda, se presentan diversos elementos relacionados con el adorno personal, sobre todo femenino. Destacan entre ellos, como pieza fundamental, los espejos, a los que con frecuencia suele faltarles el mango, que sería de materia orgánica, madera o hueso, como algunos de los que vemos, y se ha perdido.
Muy numerosas son las agujas de pelo, cuyo uso, cerrando por detrás el complicado peinado de una dama, podemos ver en la terracota de Itálica. A veces se decoraban con bonitos remates en forma de flor, libro, venera, animal, con un símbolo cualquiera, un motivo geométrico e incluso con la cabeza de cualquier divinidad, aquí de nuevo Diana, pero no como diosa de la naturaleza, sino como diosa astral, coronada con un creciente lunar. Podían ser de hueso, madera, marfil, metal e incluso de espina de pescado.
Cosidos al panel rojo del fondo y sobre la base de la vitrina podemos ver numerosos anillos, pendientes, fíbulas, brazaletes, cuentas de collar, amuletos protectores, etc. Todos ellos tuvieron en algún momento un notable valor personal para sus portadores.
Hacemos mención en último lugar de la capsa de madera reconstruida que se presenta en la vitrina. Era como el bolso de nuestros días y, como él, podía llevarse en la mano, o colgado del hombro, de acuerdo con la longitud de la cadena. Como algo personal que era, tenía su cerradura, de bronce o de plata, normalmente decorada con sencillos motivos vegetales o geométricos, incisos o punteados. Las llaves, todas distintas, que no se hacían girar como en nuestros días, sino que se deslizaban de izquierda a derecha, eran a veces muy pequeñas y formaban parte de los anillos personales.
La otra vitrina está dedicada a la presentación de vasos de vidrio de distinto tipo. Destacan entre ellos los funerarios, las grandes urnas destinadas a contener las cenizas de los difuntos. A pesar de su, en algunos casos, extrema finura y delicadeza, han llegado frecuentemente intactas hasta nosotros gracias a las vasijas de plomo en que se introducían antes de colocarlas en las tumbas.
En todos esos lugares se han realizado excavaciones y de allí proceden numerosos materiales arqueológicos que abarcan un gran período de tiempo, ya que la vida de la ciudad se extiende a lo largo todo el período romano, y aún más allá. Así, en la vitrina 19, de la sala VII, las Colonizaciones, ya podemos ver diversos fragmentos de cerámicas griegas de distinto tipo que se fechan en su conjunto en el siglo IV a.C., lo que hace pensar en la posibilidad de que antes que el templo romano se alzara en el mismo cerro otro indígena, del que procederían estas cerámicas. En cualquier caso, en Munigua han sido halladas numerosas piezas de las que mostramos dispersas por las salas del Museo, desde las toscas esculturas del cazador y el togado de tiempos republicanos que exponen en la sala XI, el ladrillo con juegos grabados de la XII, los bronces de mesa y de cocina de la XIII, diversas terracotas de la XIV, el efebo y el estuche de médico con divinidades de la XVI, la carta y la tessera de hospitalidad de la XIXB, el retrato de Domiciano de la XX, algunas inscripciones monumentales en la XXI, el dios Bonus Eventus de la XXIII, entre otros muchos, además de todos los que en esta sala se hallan reunidos alrededor de la maqueta del yacimiento con la reconstrucción de sus estructuras.
La pieza más conocida es la convencionalmente llamada "Hispania", cabeza femenina con un peinado tan sencillo y tan moderno que parece quedar fuera de los cánones romanos. El hallazgo del tronco de la figura, muchos años después que la cabeza, permitió saber que correspondía a una ninfa saliendo del baño, similar a la que se presenta, vestida, como calzándose la sandalia, adosada a la pared del fondo de la sala. Ambas fueron halladas en las termas de la ciudad.
En Mulva, cuya existencia está ligada desde un principio sin duda a la explotación de las minas de hierro, que han llegado hasta nuestros días, son frecuentes las inscripciones, dedicadas, en el s. I unas a la memoria de los emperadores, que ya hemos visto en la sala XXI, otras a distintas divinidades, y las más numerosas, sobre todo ya en el s. II, a particulares en agradecimiento por determinadas obras públicas o actos evergéticos que hubiesen consteado. Apenas media docena son funerarias.
Entre las inscripciones de carácter religioso, hay una basa de granito dedicada a Mercurio que debió hallarse en la aedicula que vemos reconstruida en la pequeña maqueta anexa, y que le ofrece un liberto, Ferronius, nombre de origen etrusco.
La presencia de dioses muy ligados al culto imperial, ha hecho pensar en la posibilidad de que fuese el propio emperador el titular del santuario. Pues tenemos inscripciones en honor de Hércules Augusto y de la Fortuna Crescens Augusta. Y de Ceres Augusta, una diosa agraria, tutelar de las cosechas y de la annona, con cuyos atributos gustaban de ser representadas las emperatrices. A ella dedica un pedestal de mármol "Q (intus) Ael (ius) Vernaculus", "en honor y memoria de Quintia Flaccina, sacerdotisa munigüense de las diosas augustas", las emperatrices divinizadas.
Otra inscripción se dedica a Bonus Eventus, el dios de la buena suerte que veíamos en la sala anterior, al que dedica un pedestal de mármol, que paga de su propio dinero, L(ucius) Valerius Aelius Severus, liberto de L(ucius) Valerius y de Aelia Thallusa, por haber alcanzado el honor del sevirato.
Las inscripciones relativas a particulares son unas veces de carácter honorífico y otras funerarias. Entre aquéllas destacan los dos pedestales de estatuas de los Lucii Quintius, padre e hijo. Enre las funerarias la de Numeria Festa, que había sido reutilizada en la construcción de la muralla de la ciudad.
La necrópolis ha proporcionado, por su parte, numerosas tumbas, algunas no solo con ricos ajuares, sino también con notables sarcófagos de mármol en el interior de un mausoleo, uno de los cuales, de paredes lisas, podemos contemplar en la sala, debajo de la reja de hierro fijada a la pared inmediata, como en su día debió estarlo en alguna de las casas de que hablábamos más arriba para protegerla de los ladrones, que no faltarían en un lugar donde sería numerosa la presencia de forasteros para visitar el santuario.
En la sala se presentan asimismo, tres vitrinas. La primera, junto a la entrada, está dedicada exclusivamente a materiales de Mulva, vasos de vidrio, pequeñas joyas y amuletos de oro, broches, anillos, zarcillos, un espejo, y otros objetos procedentes de los ajuares de las tumbas. Los vasos son ya de vidrio soplado, invención romana. Es de admirar su rica tipología y la decoración de algunos de ellos por medio de hilos ondulados.
Las otras dos vitrinas, al fondo de la sala, continúan el discurso expositivo del Museo, con dos nuevos temas monográficos. En una, la de la izquierda, se presentan diversos elementos relacionados con el adorno personal, sobre todo femenino. Destacan entre ellos, como pieza fundamental, los espejos, a los que con frecuencia suele faltarles el mango, que sería de materia orgánica, madera o hueso, como algunos de los que vemos, y se ha perdido.
Muy numerosas son las agujas de pelo, cuyo uso, cerrando por detrás el complicado peinado de una dama, podemos ver en la terracota de Itálica. A veces se decoraban con bonitos remates en forma de flor, libro, venera, animal, con un símbolo cualquiera, un motivo geométrico e incluso con la cabeza de cualquier divinidad, aquí de nuevo Diana, pero no como diosa de la naturaleza, sino como diosa astral, coronada con un creciente lunar. Podían ser de hueso, madera, marfil, metal e incluso de espina de pescado.
Cosidos al panel rojo del fondo y sobre la base de la vitrina podemos ver numerosos anillos, pendientes, fíbulas, brazaletes, cuentas de collar, amuletos protectores, etc. Todos ellos tuvieron en algún momento un notable valor personal para sus portadores.
Hacemos mención en último lugar de la capsa de madera reconstruida que se presenta en la vitrina. Era como el bolso de nuestros días y, como él, podía llevarse en la mano, o colgado del hombro, de acuerdo con la longitud de la cadena. Como algo personal que era, tenía su cerradura, de bronce o de plata, normalmente decorada con sencillos motivos vegetales o geométricos, incisos o punteados. Las llaves, todas distintas, que no se hacían girar como en nuestros días, sino que se deslizaban de izquierda a derecha, eran a veces muy pequeñas y formaban parte de los anillos personales.
La otra vitrina está dedicada a la presentación de vasos de vidrio de distinto tipo. Destacan entre ellos los funerarios, las grandes urnas destinadas a contener las cenizas de los difuntos. A pesar de su, en algunos casos, extrema finura y delicadeza, han llegado frecuentemente intactas hasta nosotros gracias a las vasijas de plomo en que se introducían antes de colocarlas en las tumbas.
Textos de:
FERNÁNDEZ GÓMEZ, Fernando y MARTÍN GÓMEZ, Carmen. Museo arqueológico de Sevilla. Guía oficial. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla, 2005.
Enlace a la Entrada anterior de Sevilla**:
No hay comentarios:
Publicar un comentario