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lunes, 10 de agosto de 2015

1240. GERONA - GIRONA** (I), capital: 16 de agosto de 2011.

1. GERONA, capital. El pont de Pedra sobre el río Onyar.

2. GERONA, capital. El pont de les Peixateries.

3. GERONA, capital. El pont de Sant Agustí con la Catedral de fondo.

4. GERONA, capital. Típica estampa gerundense, con el puente de Manuel Gómez a la izqda.

5. GERONA, capital. El carrer de la Força.

6. GERONA, capital. Un rincón del call judío.

7. GERONA, capital. Un pasaje del barrio judío.

8. GERONA, capital. Escalinatas del call judío.

9. GERONA, capital. Torre de la catedral y Verge de la Pera.

10. GERONA, capital. Escalinatas de la catedral.

11. GERONA, capital. Casa Pastors.

12. GERONA, capital. Pía Almoina.

GERONA - GIRONA** (I), capital de la provincia: 16 de agosto de 2011.
   La ciudad de Gerona conserva un patrimonio monumental excepcional, con un apretado casco histórico en el que la piedra antigua convive en perfecta armonía con una vitalidad humana.
   Pese a su extensión actual, la monumentalidad gerundense se concentra en una área muy pequeña y circunscrita a lo que fuera la primitiva extensión de la ciudad medieval. Tres son los núcleos de interés fundamental: la ciudad histórica, apiñada en torno a su espléndida catedral; los arrabales de origen gremial, en el área de la Rambla; y los restos de las murallas medievales que flanquean la cara de levante. Un cuarto polo de interés, disperso al otro lado del Onyar, lo constituyen los ensanches del siglo XIX y, sobre todo, los edificios modernistas.
La ciudad y el río
   Cuatro son los ríos que cruzan por  las inmediaciones de la colina donde se asienta la ciudad, pero sólo uno, el río Onyar, fue durante siglos su límite y atraviesa hoy por el centro, trazando una sutil frontera entre la Gerona antigua y la urbe moderna.
   Cuatro son también los puentes decimonónicos que todavía salvan esa frontera fluvial en la parte vieja. El más amplio y antiguo es el pont de Pedra, de 1856 que comunica el área de la Rambla con el Carrer Nou. Tiene tres arcos rebajados sobre dos pilares.
   En dirección norte le sigue el pont de les Peixateries, entrada directa al barrio gremial, tal como recuerdan los nombres de sus calles y intrincado dibujo. Es éste un puente de viandantes construido en hierro por la compañía de Gustave Eiffel según un proyecto de Manuel Almeda (1876).
   De la misma época y del mismo autor es también el pont de Sant Agustí, de 1877, pero éste en 1973 fue sustituido, salvo el pilar central, por una estructura semejante. Más allá queda el pont de Manuel Gómez o de la Creu Blanca, con un único arco de hormigón armado (1914). Cualquiera de estos puentes ofrece una magnífica estampa urbana, que no refleja, por cierto, construcciones nobles, sino, al contrario, las partes traseras de las casas, ocultas antaño por la muralla.
   El amontonamiento de edificios con sus galerías y ventanas elementales, sus balcones cubiertos por persianas de maderas y sus terrados y tejadillos de casas de vecinos forman una insólita imagen que la ciudad ha sabido aprovechar para convertirla en símbolo. Toda esta fachada fluvial y espontánea fue objeto en 1983 de un plan de rehabilitación modélico. La reforma no descuidó incluir una decidida intervención cromática, desarrollando con esplendor la paleta de los ocres. Los campanarios de la catedral y de Sant Feliu enmarcan este vistoso conjunto.
El call judío
   Por el pont de Sant Agustí se accede directamente a la ciudad antigua. Nada más atravesarlo, se sube una escalinata y a la izquierda aparece el carrer de la Força, cuyo trazado es herencia del urbanismo romano.
   Es realmente curiosa la figura que adoptaron las murallas de Gerunda. Lo habitual es que las ciudades romanas tomaran forma rectángular, pero obligados sin duda por el accidentado terreno, los romanos fundaron bajo el amparo de un muro triangular, con el vértice sobre la parte más alta de la colina (donde se alza la torre Gironella) y la base paralela al río. Cuatro fueron también sus puertas, una de las cuales se abría ante la actual calle de la Força. También durante la Edad Media la calle mantuvo su prestigio, pues llegó a dar nombre a todo el núcleo antiguo, o Força Vella.
   Se trata de una calleja con mucho carácter. Es larga, estrecha y oscura, con altos edificios de piedra entre los que destaca, en el número 6, la casa Ribas Crehuet, reforma novecentista (1927) de un palacio anterior.
   Puerta con puerta se halla la casa Burgués, casona del siglo XVI. El carrer de la Força fue además, desde el siglo X y hasta su expulsión en 1492, la arteria principal del Call* o barrio judío. A mitad de la calle y a la derecha desemboca un angosto callejón que da paso a un verdadero laberinto de callejuelas mínimas, con fuertes pendientes, a veces cubiertas por arcos, en las que todavía se respira el aire secreto y proscrito que dejó el paso de esta comunidad religiosa por la ciudad.
   Precisamente en este carreró de Sant Llorenç está el centro semítico Bonastruc ça Porta, convertido recientemente en el Museu d'Història dels Jueus, y situado en el lugar que ocupaba una antigua sinagoga en el siglo XV. El museo permite conocer muchos aspectos de la trayectoria histórica de las comunidades judías en Cataluña. También a la derecha, un poco más adelante, arrancan las escaleras de la Pera o pujada de la Catedral. Al pie de la escalinata hay un monumento de Subirachs dedicado Als constructors de la Catedral (1986), y al final, en primer rellano, mana una fuente presidida por la imagen barroca de la Verge de la Pera (siglo XVIII). Si se sube por esta intrincada escalera, vale la pena descender de nuevo al carrer de la Força por el de Cúndaro, girando a la izquierda, otro de los típicos rincones de la judería gerundense.
   Un antiguo convento de Capuchinos (siglo XVIII), en el número 27 del carrer de la Força, alberga el Museu d'Història de la Ciutat, cuyas salas permiten realizar un viaje retrospectivo a la Gerona del pasado, en especial a la época de su industrialización.
   Conviene seguir esta calle hasta el final para enfrentarse de súbito al impresionante espectáculo de la catedral, vista desde abajo, al pie de la majestuosa escalinata en piedra del siglo XVII, vía de ascenso casi místico hacia su voluminosa fábrica, su rotundo campanario y su fachada barroca. Esta plaça de la Catedral conforma sin duda el espacio más singular de la ciudad, y un verdadero escenario barroco. Antes de ascender por sus noventa peldaños divididos en tres tramos y enmarcados por una balaustrada, conviene observar dos edificios interesantes.
   Frente a la catedral se encuentra la casa Pastors, levantada durante el siglo XVIII sobre la muralla, y a la derecha de la escalinata está la Pía Almoina, antigua institución benéfica. El palacio presenta una elegante fachada gótica de mediados del siglo XIV con una serie de ventanas dispuestas en forma de V, de modo que en cada nivel aumenta el número y disminuye la complejidad (dos ventanas triforadas, tres biforadas y cuatro simples).

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