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lunes, 24 de agosto de 2015

1254. TARRAGONA** (I), capital: 19 de agosto de 2011.

1. TARRAGONA, capital. Rambla Nova junto al monumento a Roger de Llúria.

2. TARRAGONA, capital. Vista de la playa del Miracle y del Puerto, desde el balcón del Mediterráneo.

3. TARRAGONA, capital. El Anfiteatro.

4. TARRAGONA, capital. Vista de una parte de las gradas del Anfiteatro con el mar Mediterráneo de fondo.

5. TARRAGONA, capital. Ruinas de la igl. de la Mare de Déu del Miracle en la arena del Anfiteatro.

6. TARRAGONA, capital. Murallas y estructura externa del Circo.

7. TARRAGONA, capital. Restos del Circo.

8. TARRAGONA, capital. Otra perspectiva de los restos del Circo.

9. TARRAGONA, capital. Restos del Circo en el carrer Enrajolat.

10. TARRAGONA, capital. Restos del Foro Provincial en la plaça Pallol.

TARRAGONA** (I), capital de la provincia: 19 de agosto de 2011.
   P. Annio Floro, un célebre poeta que se instaló en Tarraco a principios del siglo II, dejó escrita una alabanza de la ciudad que se ha convertido en perenne: "Tarraco es en mi opinión la ciudad más agradable y querida de cuantas favorecen el descanso. Existe aquí un pueblo honrado y tranquilo, un clima templado que no tiene cambios bruscos de temperatura y el año parece una primavera perpetua. La tierra es fértil en los llanos y mucho más en los montes, produce vino y trigo de calidad no inferior a la de Italia. Además la ciudad ofrece grandes ventajas, con su guarnición imperial y el título honorífico por los triunfos de Augusto. Y también posee notables monumentos".
   Tres son los atractivos fundamentales de Tarragona: los importantes vestigios de época romana, el núcleo histórico y medieval, y un sector más moderno vertebrado por su Rambla. La ciudad se ha desarrollado escalonadamente desde la cima de un promontorio de 69 m de altura, coronado por la catedral, hasta el puerto. En la parte superior está ubicada la ciudad antigua, todavía cercada por el perímetro murado que trazaron los romanos. En medio se halla el centro de la ciudad actual, y en la zona inferior se sitúa el barrio portuario y marinero.
La Rambla
   El eje principal de la vida ciudadana en la Tarragona actual está situado en su magnífica Rambla Nova, una gran avenida cuya zona central es un amplio paseo arbolado de nada menos que 700 m de longitud. La Rambla fue inaugurada en 1854, tras el derribo de los muros que cercaban la ciudad por su área meridional, y supuso el inicio del ensanche tarragonés, que ocupa ambos costados del paseo y desciende hacia el puerto por el eje perpendicular del carrer Unió.
   A la rambla miran algunos de los mejores edificios del ochocientos, como la casa Sala, de piedra tallada, o el enorme colegio de las Teresianes, construido en obra vista.
   En la avenida se encuentra también un notable grupo escultórico en bronce, el monument als Herois de 1811, de Julio Antonio (1889-1919). En su extremo oriental, presidido por el monumento a Roger de Llúria, la Rambla Nova forma un balcón, a 35 m de altura sobre el nivel del Mediterráneo, de extraordinaria amplitud panorámica: a la derecha queda el importante puerto comercial de Tarragona y enfrente la playa del Miracle.
   Por la izquierda nace un bonito paseo peatonal, conocido popularmente como el passeig de les Palmeres en honor a los árboles que lo adornan, que conduce hacia uno de los núcleos principales de monumentalidad romana.
Vestigios de Tarraco
   Al final de este paseo se puede admirar desde arriba la inconfundible silueta elíptica del anfiteatro** romano. Este recinto fue inaugurado a inicios del siglo II d.C., extramuros de la urbe y muy cerca de la playa, de tal forma que sus constructores aprovecharon, según era costumbre, el fuerte desnivel para excavar en la propia roca una parte importante de la gradería.
   El anfiteatro era el lugar que los romanos destinaban a la celebración de ciertos espectáculos, en especial los combates entre gladiadores y la lucha con animales salvajes.
   El espectáculo se desarrollaba sobre un óvalo central, denominado arena. Bajo la arena existían varios corredores cubiertos, aún visibles, las fosas, donde se alojaban los artificios escenográficos.
   Un muro de unos 3 m, el podio, separaba la arena de las gradas y éstas, donde se acomodaba el público, estaban separadas en tres sectores bien definidos, un inferior y privilegiado (3 gradas), otro intermedio (10 gradas) y el superior, más popular (11 gradas).
   Para conmemorar el martirio de un obispo cristiano, ocurrido en el siglo III, se levantó en época visigoda una basílica (siglo VI) de la que se conservan los cimientos. Sobre este edificio se construyó en el siglo XII la iglesia románica de la Mare de Déu del Miracle, cuyos muros en ruinas aún se pueden contemplar sobre la arena del anfiteatro.
   Una vez remontado el desnivel por el que se había descendido hasta el anfiteatro, enfrente aparece la Rambla Vella, límite de la ciudad histórica durante siglos. Justo en su inicio, a la derecha, se halla la parte excavada más importante del circo* romano (siglo I d.C.). La existencia de este monumento se conocía, hasta hace apenas una década, de un modo casi hipotético, pues la ciudad había crecido sobre el circo, adaptándose a sus estructuras principales. Así, el desnivel existente en algunas calles del casco antiguo se explica por esa misma adecuación de las casas a sus distintas partes (las calles de Ferrers y Enrajolat crecieron sobre las bóvedas que sostenían las gradas; pero la vecina calle del Trinquet Vell se niveló por el podio, y la plaça de la Font por la arena). Además de intuir en el dibujo de las calles el perfil del circo, ahora se puede visitar la llamada cabecera oriental, donde ha quedado al descubierto todo el sistema de galerías, accesos y gradas de este relevante conjunto arquitectónico.
   El circo romano era el lugar destinado sobre todo a las muy apreciadas carreras de caballos. Contaba para ello con una pista alargada (arena) en cuyo centro una barrera central (eurypus) delimitaba el trazado de la carrera. Los competidores daban siete vueltas al circuito y eran aclamados por los espectadores que se sentaban en las gradas.
   En la excavación de la cabecera oriental se pueden admirar dos arcos monumentales, vestigios de los que adornaban su fachada principal, ante la Vía Augusta, y a su vez permitían el acceso a las gradas a través de las impresionantes galerías abovedadas que las sostenían. Una prueba de que esta área de la ciudad se construyó sobre las piedras del circo se vislumbra fácilmente visitando algunos de los establecimientos comerciales que han rescatado parte de esas estructuras (como el autoservicio El Podium o el restaurante El Circ, en la plaça de la Font).
   Desde la esquina del circo de la Rambla Vella se toma el passeig de Sant Antoni guiándo por la robusta fábrica del Pretori, conocido también como castell de Pilat*. Se trata de una construcción romana del siglo I a.C., habilitada en la Edad Media como residencia real. Tanto en su aspecto externo como en su visita, pues en su interior están instalado el Museu d'Història, se puede distinguir la obra romana de la reconstrucción medieval. De esta época destaca la sala gótica del segundo piso y la luna del castillo, desde donde se obtiene una visión espléndida de Tarragona. En los sótanos de este edificio se puede contemplar y recorrer una impresionante galería longitudinal que pertenece a la estructura del circo.
   Se desciende del Pretori por una escalera exterior que desemboca en la acogedora plaça del Rei, lugar donde se encuentra el Museu Arqueològic**, que expone una importante colección de cerámica, numismática y orfebrería de épocas ibérica, griega y romana, así como restos arquitectónicos y ornamentales.
   La plaza se abandona por el carrer de Santa Anna. El número 8 es la sede del Museu d'Art Modern; y a la derecha de la calle desemboca un callejón que da paso a un sector de callejas angostas y una pequeña plaza que el call o barrio judío de la Tarragona medieval.
   La calle Santa Anna conduce hasta la plaça del Fòrum, que conserva restos de una de los complejos arquitectónicos principales de la ciudad romana. En torno al siglo I Tarraco contaba con dos foros, el de la ciudad y el denominado foro provincial, construido sobre la parte más alta como centro religioso y administrativo de toda la provincia de Hispania Citerior. Este foro, que se puede intuir perfectamente en el plano, tuvo dos áreas.
   En la parte superior, que se corresponde ahora con la catedral, se construyó el recinto de culto, una plaza (153 m por 136 m) porticada y presidida por un templo. En la parte inferior, anexa al circo, se trazó la gran plaza de la representación (175 m por 318 m), también porticada, cuyos ángulos se corresponderían en el mapa con la plaça del Fòrum y el Pretori a levante, y con el carrer l'Arc de Toda y la plaça del Pallol a poniente.

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