63. BARCELONA, capital. Parte de la Manzana de la Discordia en el passeig de Gràcia.
64. BARCELONA, capital. Casa Lleó Morera.
65. BARCELONA, capital. Casa Amatller.
66. BARCELONA, capital. Balcón de la casa Amatller.
67. BARCELONA, capital. Casa Batlló.
68. BARCELONA, capital. Fachada de la casa Batlló.
69. BARCELONA, capital. Escalera del interior de la casa Batlló.
70. BARCELONA, capital. Chimenea en uno de los salones de la casa Batlló.
71. BARCELONA, capital. Otra de las salas de la casa Batlló.
72. BARCELONA, capital. Una imagen más del interior de la casa Batlló.
73. BARCELONA, capital. Remates de las chimeneas de la casa Batlló.
74. BARCELONA, capital. Otro detalle de la azotea de la casa Batlló.
75. BARCELONA, capital. Otra sorprendente sala de la casa Batlló.
76. BARCELONA, capital. Detalle de uno de los balcones de la casa Batlló.
77. BARCELONA, capital. Casa Milà o La Pedrera.
78. BARCELONA, capital. Fachada de la casa Milà o La Pedrera.
79. BARCELONA, capital. Uno de los balcones de la casa Milà o La Pedrera.
80. BARCELONA, capital. Puerta principal de la casa Milà o La Pedrera.
81. BARCELONA, capital. Azotea de la casa Milà o La Pedrera.
82. BARCELONA, capital. Detalle de la azotea de la casa Milà o La Pedrera.
83. BARCELONA, capital. "Los soldados" de la azotea de la casa Milà o La Pedrera, con la Sgda. Familia al fondo.
BARCELONA** (VI), capital de la provincia y de la comunidad: 17 de agosto de 2011.
La ciudad modernista
A continuación conviene regresar por el carrer del Consell de Cent hasta el passeig de Gràcia, y atravesando por el paseo de peatones, el visitante se hallará ante una de las islas más representativas del Eixample, la popularmente conocida como Manzana de la Discordia**. Los 113 m de este lateral de manzana conforman un pequeño museo de la arquitectura modernista del Eixample, las cinco casas ahí levantadas no sólo se corresponden con las líneas artísticas más características del período, razón de su "discordia", sino que cuatro de ellas están firmadas por los arquitectos más célebres del momento.
De mar a montaña, el primer edificio que el viajero encuentra es la casa Lleó Morera*, de 1906, obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner (1849-1923), autor entre otras construcciones notables del Palau de la Música y figura capital del Modernisme catalán.
Dentro de este movimiento sobresalen dos líneas artísticas, una que tiende hacia el expansionismo y la sinrazón, cuyo emblema es la obra genial de Gaudí, y otra que se inclina, a pesar de sus veleidades florales, hacia un cierto racionalismo y orden espacial y cuya cima es la también genial obra de Domènech i Montaner.
La planta comercial en la casa que lucía unas espléndidas esculturas fue burdamente mutilada en 1934, aunque ha sido en parte restaurada en 1992. La decoración de la fachada contigua es obra de Enric Sagnier (1858-1931), quien la proyectó en 1910 sobre una construcción anterior. Más que por la calidad artística la labor de Sagnier destaca en el Eixample por su fecundidad. Fue el arquitecto preferido por la alta burguesía. Dentro del Modernisme representa la línea menos innovadora y más abierta al influjo del secesionismo vienés.
En el número 41 del passeig de Gràcia se alza la espléndida casa Amatller**, de 1900, proyectada por Josep Puig i Cadafalch (1867-1957), otro de los nombres capitales de la arquitectura catalana de inicios de siglo. El edificio presenta el aire de una casa gótica con elementos catalanes y también flamencos, en la que destaca su enorme frontón escalonado.
Compartiendo pared medianera se encuentra la casa Batlló**, de 1906, reforma también de un inmueble anterior, que muestra hasta el último de sus rincones la firma indiscutible de Antoni Gaudí (1852-1926). Todos los aspectos del edificio son un prodigio de elaboración artística, pero sobresale el tratamiento escultórico de la tribuna principal y la policromía general de la fachada, que tiende a borrar la frontera entre interior y exterior de la casa. También resulta brillante la solución de la torre y cúpula del edificio que buscan armonizar el conjunto con la vecina casa Amatller.
A la altura del carrer d'Aragó conviene desviarse por su amplia vía unos metros hacia la izquierda para visitar, en el número 255, la Fundació Tàpies*, que ocupa el edificio donde originalmente se alojó la Editorial Montaner y Simón.
Esta obra de Lluís Domènech i Montaner (1880), junto a la casa Vicens de Gaudí, suele considerarse como el punto de partida del modernisme catalán. Tras su reforma fue coronada con una pieza escultórica, Núvol i cadira (nube y silla) de Antoni Tàpies, que ha despertado bastante controversia. Paseo arriba el caminante descubrirá extraordinarios edificios, tanto de la época fundacional del Eixample como de los movimientos más recientes.
En la esquina con el carrer Provença se alza la joya de mayor valor entre las muchas que pueblan la cuadrícula: la casa Milà**, popularmente conocida como la Pedrera.
Proyectada por Gaudí en 1905, las obras finalizaron cinco años más tarde; pero ya desde un año antes de esa fecha se le otorgaba carácter monumental. Todo el genio inventivo de Gaudí se volcó en esta casa de vecinos. Al ocupar por completo uno de los singulares chaflanes del Eixample, el edificio luce una impresionante fachada en piedra moldeada con tanta ductilidad que parece de barro.
Especial relieve presenta el ornamento de los balcones, de un expresionismo y una libertad imaginativa sin precedentes en la arquitectura. En la azotea de la Pedrera, ideada como un mirador, Gaudí erigió una serie de admirables esculturas que forma un verdadero paisaje fantástico. Como en todos los otros modernistas ni un solo detalle escapa al control artístico de sus artífices, de forma que las dos puertas de acceso, los vestíbulos, la escalera principal, los patios interiores, etc. merecen una sosegada contemplación. La Pedrera parece un delirio que inopinadamente ha pasado de ser un sueño de papel a convertirse en piedra e hierro forjado.
Enlace a la Entrada anterior de Barcelona**:
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