47. BARCELONA, capital. Fachada de la catedral.
48. BARCELONA, capital. Interior de la catedral.
49. BARCELONA, capital. Zona de la girola de la catedral.
50. BARCELONA, capital. Fuente del claustro de la catedral.
51. BARCELONA, capital. Ábside de la catedral.
52. BARCELONA, capital. Muralla y torres de la plaça Nova.
53. BARCELONA, capital. Torre semicircular y restos del acueducto en la plaça Nova.
54. BARCELONA, capital. Fuente y patio de la casa de l'Ardiaca.
55. BARCELONA, capital. Patio y escalera del Palau Episcopal.
56. BARCELONA, capital. Fachada de la casa dels Velers.
57. BARCELONA, capital. Fachada del Palau de la Música Catalana.
58. BARCELONA, capital. Balcón principal del Palau de la Música Catalana.
59. BARCELONA, capital. Detalle de la fachada del Palau de la Música Catalana.
60. BARCELONA, capital. Zona del vestíbulo del Palau de la Música Catalana.
61. BARCELONA, capital. Detalle de la zona del vestíbulo del Palau de la Música Catalana.
49. BARCELONA, capital. Zona de la girola de la catedral.
50. BARCELONA, capital. Fuente del claustro de la catedral.
51. BARCELONA, capital. Ábside de la catedral.
52. BARCELONA, capital. Muralla y torres de la plaça Nova.
53. BARCELONA, capital. Torre semicircular y restos del acueducto en la plaça Nova.
54. BARCELONA, capital. Fuente y patio de la casa de l'Ardiaca.
55. BARCELONA, capital. Patio y escalera del Palau Episcopal.
56. BARCELONA, capital. Fachada de la casa dels Velers.
57. BARCELONA, capital. Fachada del Palau de la Música Catalana.
58. BARCELONA, capital. Balcón principal del Palau de la Música Catalana.
59. BARCELONA, capital. Detalle de la fachada del Palau de la Música Catalana.
60. BARCELONA, capital. Zona del vestíbulo del Palau de la Música Catalana.
61. BARCELONA, capital. Detalle de la zona del vestíbulo del Palau de la Música Catalana.
BARCELONA** (IV), capital de la provincia y de la comunidad: 17 de agosto de 2011.
La Catedral**
En mayo de 1298 se iniciaron las obras de la actual basílica gótica que no habrían de concluir hasta el siglo XX, pues aunque en 1448 se pueda dar por concluida su estructura básica, la fachada principal y las dos torres laterales que la ornamentan fueron levantadas entre 1887 y 1913. Si se recorre el perímetro de la catedral siguiendo el movimiento de las agujas del reloj, en la calle dels Comtes llaman la atención las cinco ventanas superiores que se reparten en dos de estilo flamígero y tres, más cerca del núcleo original de la basílica, del siglo XIV.
Al final del muro, en la parte más antigua del templo, se abre la puerta de Sant Iu, de gran sobriedad y equilibrio. Bordeado el ábside, en la calle Pietat, se encuentra una de las dos puertas del siglo XV que permiten el acceso directo al claustro; la otra, la puerta de Santa Eulàlia, está en la calle del Bisbe. En la esquina de esta calle se halla la capilla de Santa Llúcia, iglesia románica de transición construida treinta años antes del inicio de la basílica, e incluida después en el recinto catedralicio. Una vez en el interior, lo primero que destaca en la nave central de las tres que componen su planta es su impresionante coro iniciado en el siglo XIV. En la talla de su profusa ornamentación trabajaron los escultores más reputados de la época, Jordi Johan, primero, y ya en el siglo XV Ça-Anglada y Macià Bonafé, quien lo acabó en 1459. En el siglo XVI el excelente escultor Bartolomé Ordóñez talló las mamparas que decoran las entradas del coro, y el trascoro, que dejó inacabado.
Frente al altar mayor una escalinata conduce a la cripta, presidida por el sepulcro de santa Eulàlia labrado en el siglo XIV. En línea con la puerta principal se halla la antigua Sala Capitular, convertida en capilla del Cristo de Lepanto o de Sant Oleguer, pues en ella se exhiben tanto la talla del Cristo (siglo XVI) que acompañó a Juan de Austria en la batalla de Lepanto como la estatua yacente del santo, obra de Pere Sanglada (1490). Pero sin duda el lugar más acogedor de la catedral es el claustro, gracias sobre todo a su excelso jardín.
La puerta de la muralla
Se abandona el recinto catedralicio por la Plaça Nova**. La característica más notable de este enclave medieval, por una parte origen del camino hacia la villa de Gràcia y por otra antigua plaza de mercado, es que en ella se han conservado las torres semicirculares que flanqueaban las cuatro puertas de la ciudadela romana. En las tres puertas restantes las torres fueron derribadas en el siglo XIX.
Sobre la impresionante sillería romana se han construido parte de los edificios colindantes: la casa de l'Ardiaca y el Palau Episcopal. En la torre de la izquierda hay una hornacina con la imagen de Sant Roc, a quien invocaban los barceloneses con gran devoción para que los protegiera de las temidas pestes. Para completar el aspecto que el lugar tuvo durante siglos habrá que imaginar el arco romano que unía 42 torres y el acueducto que entraba por ellas, pero también la galería porticada que se construyó sobre ambas a inicios del siglo XVII para albergar los depósitos de agua.
Todo ello desapareció en 1823 para liberar el paso a la calle del Bisbe. Al otro lado de la plaza se alza, con un estilo absolutamente indiferente al conjunto gótico que mira, el edificio de ocho plantas del Colegio de Arquitectos (1962), en el que destacan los modernos esgrafiados concebidos por Picasso para ornamento de su fachada. Se abandona la plaza por el carrer dels Arcs, cuyo nombre evoca precisamente el acueducto romano que abastecía de agua la ciudad. Sigue el Portal de l'Àngel, una zona peatonal muy frecuentada, donde abundad, sobre todo, galerías comerciales dedicadas a la moda.
El paseo por esta zona se puede seguir girando hacia la derecha por la calle Comtal hasta alcanzar la Via Laietana. En la confluencia de esta calle con Sant Pere més Alt tuvo su sede el gremio del Arte Mayor de la Seda para lo cual mandó levantar un edificio (1763), la casa dels Velers, en el que sobresalen los magníficos esgrafiados barrocos que decoran dos de sus tres fachadas.
Al otro lado de esta plazuela puede admirarse una de las muestras más representativas del fértil modernismo barcelonés, el Palau de la Música Catalana**, obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, quien lo proyectó en 1908 como sala de conciertos del Orfeò Català, aunque su significado simbólico, mucho más ambicioso, apuntaba hacia el renacimiento del arte catalán amparado por una burguesía industrial ávida de señas de identidad culturales y políticas.
Como es habitual en las construcciones modernistas, tanto en el exterior como en el interior, las artes decorativas (revestimientos cerámicos, vidrieras, mosaicos, relieves ...), los grupos escultóricos de Miquel Blay y Eusebi Arnau, y las estructuras arquitectónicas se funden en un único ambiente pletórico de rasgos simbólicos y opulencia imaginativa.
En la sala de conciertos merece la pena destacar los conjuntos escultóricos que existen a ambos lados del escenario, el de la izquierda está presidido por un busto de Clavé y el de la derecha por el de Beethoven. La alegoría vegetal que enmarca al primero fue esculpida por Pau Gargallo. Quizás lo más vistoso, sin embargo, es la enorme y colorida cúpula invertida de vidrio policromado, una auténtica maravilla.
Al igual que en su fachada no hay en las dependencias interiores de este gran teatro ni un solo rincón exento de gracia ornamental.
De nuevo en la Vía Laietana, en dirección ascendente, conviene caminar por la acera de la izquierda y también, al contrario de lo que se recomienda siempre al visitante, fijar la vista en el suelo, pues a la altura del número 69 hay un curiosísimo reloj luminoso a ras de la acera, construido en el año 1935 y restaurado en 1989.
El recorrido por la ciudad antigua concluye en la plaça de Catalunya, desde donde se inicia la visita a la ciudad moderna, el Eixample.
Como es habitual en las construcciones modernistas, tanto en el exterior como en el interior, las artes decorativas (revestimientos cerámicos, vidrieras, mosaicos, relieves ...), los grupos escultóricos de Miquel Blay y Eusebi Arnau, y las estructuras arquitectónicas se funden en un único ambiente pletórico de rasgos simbólicos y opulencia imaginativa.
En la sala de conciertos merece la pena destacar los conjuntos escultóricos que existen a ambos lados del escenario, el de la izquierda está presidido por un busto de Clavé y el de la derecha por el de Beethoven. La alegoría vegetal que enmarca al primero fue esculpida por Pau Gargallo. Quizás lo más vistoso, sin embargo, es la enorme y colorida cúpula invertida de vidrio policromado, una auténtica maravilla.
Al igual que en su fachada no hay en las dependencias interiores de este gran teatro ni un solo rincón exento de gracia ornamental.
De nuevo en la Vía Laietana, en dirección ascendente, conviene caminar por la acera de la izquierda y también, al contrario de lo que se recomienda siempre al visitante, fijar la vista en el suelo, pues a la altura del número 69 hay un curiosísimo reloj luminoso a ras de la acera, construido en el año 1935 y restaurado en 1989.
El recorrido por la ciudad antigua concluye en la plaça de Catalunya, desde donde se inicia la visita a la ciudad moderna, el Eixample.
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