1. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Vista de la población.
2. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Un rincón de la plaza de la Villa.
3. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Casa consistorial en la plaza de la Villa.
4. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Paso abovedado.
5. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Torre y pórtico de la igl. de San Esteban.
6. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Portada románica de la igl. de San Esteban.
7. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Portalón del recinto amurallado.
8. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Calle típica de la población.
9. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Otra calle típica de la villa.
10. SOS DEL REY CATÓLICO, Zaragoza. Otra calle de Sos.
SOS DEL REY CATÓLICO* (I), provincia de Zaragoza: 24 de junio de 2009.
Este hermoso y singular enclave medieval de las Cinco Villas aragonesas es uno de los lugares más sorprendentes de España, dada su peculiar manera de llevar a la vez el pecado y la penitencia. O dicho de otro modo: su aislamiento permitió una magnífica conservación monumental pero, al tiempo, su situación geográfica, a desmano de las principales vías de comunicación, pone cada día más en peligro la supervivencia económica de una villa envejecida y no todo lo promocionada que cabría desear.
Se debe advertir que los problemas -nada graves, por otra parte- que su relativo aislamiento podría plantear al viajero se compensan en notable medida por la existencia en la villa de un magnífico, confortable y bien restaurado parador de Turismo, utilizando parte de lo que fuera el castillo fronterizo de la población. Debe subrayarse, además, que Sos constituye una cuenta importante, pero sólo una cuenta más, del maravilloso rosario monumental de las Cinco Villas, para cuya visita y conocimiento constituye la cabeza de puente ideal.
A la villa se llega o por el valle del Aragón, al norte -por la cola del pantano de Yesa o por la navarra Sangüesa- o, preferentemente, a través de la ruta que, desde el sur engarza por Tauste, Ejea y Sádaba, los núcleos capitales de las Cinco Villas. Situada a 32 km. de Sádaba, la villa de Sos apararece de pronto a la vista del viajero tras superar las últimas curvas cerradas del puerto de Sos.
Apretujado, igual que durante siglos, en el perímetro de sus murallas* del primer tercio del siglo XII, el caserío de la villa (declarada conjunto histórico-artístico en 1968) es de los que deben ser conocidos sin prisas, por lo que la primera medida aconsejable será dejar aparcado el vehículo en alguna calle o plazuela de los arrabales y hacer la entrada, como los reyes y caballeros, a pie por el portalón* de acceso a la villa.
La calle principal conduce, inexorablemente, a la plaza de la Villa*, tras pasar bajo grandes arcos rebajados en forma de porche. Allí se halla la solemne Casa Consistorial*, excelente ejemplar de la arquitectura civil aragonesa del siglo XVI. Frente a ella se sitúa la vivienda señorial de los Gil de Jasa (siglo XVI), luego reconvertida -y por ello, así actualmente denominado el edificio- en colegio de los Escolapios. La calle principal o de Fernando el Católico enlaza el epicentro urbano con el bellísimo paso abovedado* -que podía y solía ser cerrado en situaciones de emergencia- por el se accede a la iglesia de San Esteban. Por este pasadizo de bóveda se puede acceder a la magnífica cripta de la iglesia, aunque lo habitual es hacerlo por dentro del templo. La iglesia, que aparece adosada a una torre del antiguo castillo, llama poderosamente la atención por su aspecto de iglesia-fortaleza, con dos portadas, una románica -la más interesante- y otra renacentista. Es de tres naves, con ábsides semicirculares, capillas de desigual interés y un pequeño aunque muy valioso Museo Parroquial en su sacristía. Bajo el templo se halla la llamada Iglesia Baja, que es en realidad la bellísima cripta* del conjunto, consagrada a mediados del siglo XI. Se trata de una breve iglesia de tres naves, rematadas en tres capillas absidiales y notables tallas, capiteles y pinturas en su interior.
Al margen de algunas casas solariegas de los siglos XVI y XVII que salpican el callejero local -especialmente, en el llamado barrio de San Martín- y del reconstruido edificio que da cabida al parador nacional -situado al noroeste del recinto que cierra el casco urbano-, los restantes monumentos de interés están situados extramuros de la villa. Se trata, en primer lugar, de la ermita de Santa Lucía, situada a la derecha de la carretera de salida hacia Sangüesa, construida en la primera mitad del siglo XIII en estilo románico tardío.
Notable interés ofrece, asimismo, la visita al vecino santuario de Valentuñana, antiguo convento carmelita (siglo XVII) y, sobre todo, al denominado palacio de los Sada* en el que, según la tradición, naciera Fernando el Católico en 1452. Se encuentra este último al sur de la villa, sobre un pequeño promontorio, y fue totalmente reconstruido en 1955, tras un largo período en ruina. Adosada al palacio se halla también reconstruida la iglesia de San Martín de Tours, con algunos elementos de su primitiva fábrica tardorrománica.
Se debe advertir que los problemas -nada graves, por otra parte- que su relativo aislamiento podría plantear al viajero se compensan en notable medida por la existencia en la villa de un magnífico, confortable y bien restaurado parador de Turismo, utilizando parte de lo que fuera el castillo fronterizo de la población. Debe subrayarse, además, que Sos constituye una cuenta importante, pero sólo una cuenta más, del maravilloso rosario monumental de las Cinco Villas, para cuya visita y conocimiento constituye la cabeza de puente ideal.
A la villa se llega o por el valle del Aragón, al norte -por la cola del pantano de Yesa o por la navarra Sangüesa- o, preferentemente, a través de la ruta que, desde el sur engarza por Tauste, Ejea y Sádaba, los núcleos capitales de las Cinco Villas. Situada a 32 km. de Sádaba, la villa de Sos apararece de pronto a la vista del viajero tras superar las últimas curvas cerradas del puerto de Sos.
Apretujado, igual que durante siglos, en el perímetro de sus murallas* del primer tercio del siglo XII, el caserío de la villa (declarada conjunto histórico-artístico en 1968) es de los que deben ser conocidos sin prisas, por lo que la primera medida aconsejable será dejar aparcado el vehículo en alguna calle o plazuela de los arrabales y hacer la entrada, como los reyes y caballeros, a pie por el portalón* de acceso a la villa.
La calle principal conduce, inexorablemente, a la plaza de la Villa*, tras pasar bajo grandes arcos rebajados en forma de porche. Allí se halla la solemne Casa Consistorial*, excelente ejemplar de la arquitectura civil aragonesa del siglo XVI. Frente a ella se sitúa la vivienda señorial de los Gil de Jasa (siglo XVI), luego reconvertida -y por ello, así actualmente denominado el edificio- en colegio de los Escolapios. La calle principal o de Fernando el Católico enlaza el epicentro urbano con el bellísimo paso abovedado* -que podía y solía ser cerrado en situaciones de emergencia- por el se accede a la iglesia de San Esteban. Por este pasadizo de bóveda se puede acceder a la magnífica cripta de la iglesia, aunque lo habitual es hacerlo por dentro del templo. La iglesia, que aparece adosada a una torre del antiguo castillo, llama poderosamente la atención por su aspecto de iglesia-fortaleza, con dos portadas, una románica -la más interesante- y otra renacentista. Es de tres naves, con ábsides semicirculares, capillas de desigual interés y un pequeño aunque muy valioso Museo Parroquial en su sacristía. Bajo el templo se halla la llamada Iglesia Baja, que es en realidad la bellísima cripta* del conjunto, consagrada a mediados del siglo XI. Se trata de una breve iglesia de tres naves, rematadas en tres capillas absidiales y notables tallas, capiteles y pinturas en su interior.
Al margen de algunas casas solariegas de los siglos XVI y XVII que salpican el callejero local -especialmente, en el llamado barrio de San Martín- y del reconstruido edificio que da cabida al parador nacional -situado al noroeste del recinto que cierra el casco urbano-, los restantes monumentos de interés están situados extramuros de la villa. Se trata, en primer lugar, de la ermita de Santa Lucía, situada a la derecha de la carretera de salida hacia Sangüesa, construida en la primera mitad del siglo XIII en estilo románico tardío.
Notable interés ofrece, asimismo, la visita al vecino santuario de Valentuñana, antiguo convento carmelita (siglo XVII) y, sobre todo, al denominado palacio de los Sada* en el que, según la tradición, naciera Fernando el Católico en 1452. Se encuentra este último al sur de la villa, sobre un pequeño promontorio, y fue totalmente reconstruido en 1955, tras un largo período en ruina. Adosada al palacio se halla también reconstruida la iglesia de San Martín de Tours, con algunos elementos de su primitiva fábrica tardorrománica.
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