1. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Vista del conjunto del Mon. Antiguo.
2. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Igl. baja del mon. antiguo.
3. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Pinturas murales del mon. antiguo.
4. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Igl. alta del mon. antiguo.
5. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Panteón real del mon. antiguo.
6. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Otra vista de la igl. alta del mon. antiguo.
7. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Vista general del claustro del mon. antiguo.
8. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Otra visión del claustro del mon. antiguo.
9. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Uno de los capiteles del claustro del mon. antiguo.
10. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Otro capitel más del claustro del mon. antiguo.
11. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Otro capitel del claustro del mon. antiguo.
12. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Otra visión del conjunto monacal.
13. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Fachada de la igl. del mon. alto.
14. MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, Huesca. Portada principal de la igl. del mon. alto.
MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA** (I), provincia de Huesca: 25 de junio de 2009.
El viajero que llegue a este lugar se hallara, de repente, en el epicentro mismo de la cuna del Reino de Aragón. En el mismo lugar, a muy corta distancia, coexisten dos monasterios homónimos aunque no coetáneos ni parejos en su interés histórico-monumental: el Monasterio Alto (de finales del siglo XVII), situado en la campa o pradera de San Indalecio, y el Monasterio Bajo o Antiguo (de comienzos del siglo XI), oculto en el interior de una gran oquedad o cueva que la naturaleza excavó en los duros conglomerados que coronan la sierra de San Juan.
El conjunto monacal está situado en la parte somera y septentrional de la sierra de La Peña, tramo de las llamadas Sierras Exteriores, frontera entre el valle del Aragón y el Prepirineo o Somontano. De notable altitud -con cumbres circundantes próximas a los 2.000 m-, el paraje, abierto a los vientos húmedos del Cantábrico a través de la denominada Canal de Berdún, es aún un espacio de considerable interés ecológico tanto por su fauna como por su flora. Hayas, abetos, abedules, fresnos, avellanos y muérdagos conviven con especies vegetales propias del clima mediterráneo, como pino común, jaras, tomillos y otras plantas xerófitas.
Desaparecido el oso no hace mucho tiempo, el jabalí, gato montés, el zorro y las aves rapaces figuran entre las especies más abundantes del entorno.
Existen dos formas diferentes para llegar en vehículo de motor a San Juan de la Peña. La tradicional o antigua, consistente en seguir la carretera A-1205 que enlaza Jaca con el pantano de La Peña por el puerto de Oroel hasta la localidad de Bernués y allí tomar la ruta local que desemboca en el Monasterio Alto. O, preferentemente, hacer uso de la antigua pista forestal -hoy asfaltada- que comunica Santa Cruz de la Serós (a donde se lleva a través de la carretera N-240 de Jaca a Puente la Reina, con desvío a 9 km de Jaca) y el Monasterio Viejo y, posteriormente, con el Nuevo.
De no encontrarse de viaje por la A-1205, la ruta aconsejable es, sin duda, la segunda, ya que se trata de un recorrido más breve, en mejor estado de firme y, sobre todo, porque permite la visita a un lugar de obligada parada como es Santa Cruz de la Serós. El mayor inconveniente de esta ruta reside, por contra, en su mayor tráfico, cuestión notablemente molesta en temporada alta -época de frecuente movimiento de autobuses-.
El Monasterio Antiguo* es una de las mayores joyas del románico español. Comenzó a configurarse en torno a un eremitorio fundado por el ermitaño Juan de Atarés que, al correr de los años, se convertiría en un pequeño monasterio dotado de una pequeña iglesia mozárabe. Se trata de la llamada también Iglesia Baja, consagrada en el año 920. Se halla situada en en la parte inferior del recinto, consta de dos naves separadas por pequeños arcos, a las que se accede por sendos arcos de herradura, y rematadas en ábsides rectangulares. En el año 1071, el monarca aragonés Sancho Ramírez donó el monasterio a los reformistas cluniacenses, quienes lo agrandaron ampliando la primitiva iglesia mozárabe y construyendo a su lado el dormitorio, y construyendo una segunda planta. En ella se edificó la llamada Iglesia Alta (consagrada en 1094), de una sola nave, cubierta en parte por la roca y en parte por una bóveda de cañón. Junto a la iglesia se halla el panteón de nobles, con dos filas de nichos de indudable belleza y sencillez (la parte del fondo de este recinto se remodeló a finales del siglo XVIII para construir el llamado panteón real, de escaso valor artístico respecto de su entorno). La parte más llamativa, visitada, fotografiada y sin duda más peculiar es, sin embargo, el magnífico claustro* (mediados del siglo XII, aunque concluido en el XIII) con bellísimos capiteles labrados por el Maestro de San Juan de la Peña, obras cumbres, sin duda, de la talla románica española. Todo el recinto -que debía contar con algunos cerramientos de madera, excepto el claustro- sufrió un gran incendio en 1675, causa principal del traslado de los monjes benedictinos al monasterio nuevo.
El Monasterio Alto o nuevo está situado en mitad de la campa o pradera de San Indalecio y comenzó a construirse en octubre de 1693, para concluirse hacia 1705. Actualmente, el conjunto monástico, a excepción de la iglesia se halla prácticamente arruinado. El templo es de tres naves, con triple portada barroca e imaginería de la misma época. Fue declarado monumento histórico-artístico en 1923. A su lado, la portería fue acondicionada como hospedería y hoy constituye el único servicio modesto de restauración de atención al visitante.
Una vez en la pradera de San Indalecio, el visitante debe acercarse, siguiendo una pequeña pista que parte en dirección norte, al llamado balcón de Pilatos*, pequeño mirador sobre un cortado rocoso desde el que se divisa una amplia panorámica del Pirineo, para cuya identificación existe una mesa semicircular que marca la dirección de los picos más elevados de la cordillera.
Es preciso advertir, finalmente, que el lugar no cuenta ni con servicios de restauración ni con alojamiento ni cámpings, aunque se hallan próximos lugares que sí cuentan con ellos como Santa Cruz de la Serós, Santa Cilia (con un buen cámping), Puente la Reina y, lógica y muy especialmente, Jaca.
El conjunto monacal está situado en la parte somera y septentrional de la sierra de La Peña, tramo de las llamadas Sierras Exteriores, frontera entre el valle del Aragón y el Prepirineo o Somontano. De notable altitud -con cumbres circundantes próximas a los 2.000 m-, el paraje, abierto a los vientos húmedos del Cantábrico a través de la denominada Canal de Berdún, es aún un espacio de considerable interés ecológico tanto por su fauna como por su flora. Hayas, abetos, abedules, fresnos, avellanos y muérdagos conviven con especies vegetales propias del clima mediterráneo, como pino común, jaras, tomillos y otras plantas xerófitas.
Desaparecido el oso no hace mucho tiempo, el jabalí, gato montés, el zorro y las aves rapaces figuran entre las especies más abundantes del entorno.
Existen dos formas diferentes para llegar en vehículo de motor a San Juan de la Peña. La tradicional o antigua, consistente en seguir la carretera A-1205 que enlaza Jaca con el pantano de La Peña por el puerto de Oroel hasta la localidad de Bernués y allí tomar la ruta local que desemboca en el Monasterio Alto. O, preferentemente, hacer uso de la antigua pista forestal -hoy asfaltada- que comunica Santa Cruz de la Serós (a donde se lleva a través de la carretera N-240 de Jaca a Puente la Reina, con desvío a 9 km de Jaca) y el Monasterio Viejo y, posteriormente, con el Nuevo.
De no encontrarse de viaje por la A-1205, la ruta aconsejable es, sin duda, la segunda, ya que se trata de un recorrido más breve, en mejor estado de firme y, sobre todo, porque permite la visita a un lugar de obligada parada como es Santa Cruz de la Serós. El mayor inconveniente de esta ruta reside, por contra, en su mayor tráfico, cuestión notablemente molesta en temporada alta -época de frecuente movimiento de autobuses-.
El Monasterio Antiguo* es una de las mayores joyas del románico español. Comenzó a configurarse en torno a un eremitorio fundado por el ermitaño Juan de Atarés que, al correr de los años, se convertiría en un pequeño monasterio dotado de una pequeña iglesia mozárabe. Se trata de la llamada también Iglesia Baja, consagrada en el año 920. Se halla situada en en la parte inferior del recinto, consta de dos naves separadas por pequeños arcos, a las que se accede por sendos arcos de herradura, y rematadas en ábsides rectangulares. En el año 1071, el monarca aragonés Sancho Ramírez donó el monasterio a los reformistas cluniacenses, quienes lo agrandaron ampliando la primitiva iglesia mozárabe y construyendo a su lado el dormitorio, y construyendo una segunda planta. En ella se edificó la llamada Iglesia Alta (consagrada en 1094), de una sola nave, cubierta en parte por la roca y en parte por una bóveda de cañón. Junto a la iglesia se halla el panteón de nobles, con dos filas de nichos de indudable belleza y sencillez (la parte del fondo de este recinto se remodeló a finales del siglo XVIII para construir el llamado panteón real, de escaso valor artístico respecto de su entorno). La parte más llamativa, visitada, fotografiada y sin duda más peculiar es, sin embargo, el magnífico claustro* (mediados del siglo XII, aunque concluido en el XIII) con bellísimos capiteles labrados por el Maestro de San Juan de la Peña, obras cumbres, sin duda, de la talla románica española. Todo el recinto -que debía contar con algunos cerramientos de madera, excepto el claustro- sufrió un gran incendio en 1675, causa principal del traslado de los monjes benedictinos al monasterio nuevo.
El Monasterio Alto o nuevo está situado en mitad de la campa o pradera de San Indalecio y comenzó a construirse en octubre de 1693, para concluirse hacia 1705. Actualmente, el conjunto monástico, a excepción de la iglesia se halla prácticamente arruinado. El templo es de tres naves, con triple portada barroca e imaginería de la misma época. Fue declarado monumento histórico-artístico en 1923. A su lado, la portería fue acondicionada como hospedería y hoy constituye el único servicio modesto de restauración de atención al visitante.
Una vez en la pradera de San Indalecio, el visitante debe acercarse, siguiendo una pequeña pista que parte en dirección norte, al llamado balcón de Pilatos*, pequeño mirador sobre un cortado rocoso desde el que se divisa una amplia panorámica del Pirineo, para cuya identificación existe una mesa semicircular que marca la dirección de los picos más elevados de la cordillera.
Es preciso advertir, finalmente, que el lugar no cuenta ni con servicios de restauración ni con alojamiento ni cámpings, aunque se hallan próximos lugares que sí cuentan con ellos como Santa Cruz de la Serós, Santa Cilia (con un buen cámping), Puente la Reina y, lógica y muy especialmente, Jaca.
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