10. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. La ermita de San Baudelio.
11. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Interior de la ermita de San Baudelio.
12. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. La famosa palmera de la ermita de San Baudelio.
13. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. La mezquitilla de la ermita de San Baudelio.
14. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Interior de la mezquitilla con la gruta al fondo.
15. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Acceso a la capilla absidal de la ermita de San Baudelio.
16. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Capilla absidal de la ermita de San Baudelio.
17. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Vista de la zona superior de la ermita de San Baudelio.
18. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Escena de los toros enfrentados.
19. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Escena de la cacería de liebres.
20. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. El guerrero.
11. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Interior de la ermita de San Baudelio.
12. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. La famosa palmera de la ermita de San Baudelio.
13. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. La mezquitilla de la ermita de San Baudelio.
14. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Interior de la mezquitilla con la gruta al fondo.
15. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Acceso a la capilla absidal de la ermita de San Baudelio.
16. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Capilla absidal de la ermita de San Baudelio.
17. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Vista de la zona superior de la ermita de San Baudelio.
18. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Escena de los toros enfrentados.
19. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. Escena de la cacería de liebres.
20. CASILLAS DE BERLANGA, Soria. El guerrero.
CASILLAS DE BERLANGA (II), provincia de Soria: 3 de septiembre de 2009.
"La casa del moro, por fuera caca y por dentro oro", dice un viejísimo refrán español, surgido quizás entre los mozárabes cuando frecuentaban las medinas. Estos cristianos, impregnados de islamismo excepto en su fe, hicieron lo mismo a la hora de levantar, por fin libremente, la casa de Dios sobre una roca perdida en la Castilla profunda. Tras un exterior áspero y monótono se accede al despliegue de un complejo y fastuoso universo mozárabe en un cuadrado que no alcanza los diez metros por lado.
Acceso
Desde Berlanga de Duero por la carretera SO-152 se avanza unos 8 km en dirección a Casillas de Berlanga, que se atraviesa, y tras 1 km se toma una desviación a la derecha. Un camino asfaltado en pendiente de casi 1 km conduce hasta la ermita de San Baudelio**.
Historia
Su emplazamiento parece derivar de un eremitorio anterior a la actual construcción que se sirvió de la gruta excavada en la roca calcárea. Con la línea del Duero a poca distancia de sus espaldas (en manos cristianas desde 912), San Baudelio fue un monasterio mozárabe en posición avanzada. Se admite que fuera erigido en la segunda mitad del siglo X. A finales del siglo XI y durante el XII sus paredes son cubiertas por una serie de frescos. Con el paso de los siglos el monasterio fue abandonado por sus monjes (que nunca debieron ser muchos), pasando así la iglesia a la consideración de ermita. En el siglo XX se suceden una serie de acontecimientos a cuenta de sus pinturas murales. En 1922 los vecinos de Casillas (que no debían de llegar a la veintena) vendieron las pinturas a marchantes que a su vez las revendieron al museo de Boston, terminando en otros museos norteamericanos y en especial en el Metropolitano de Nueva York. En 1957 el Estado español canjeó una parte de las pinturas, junto con otras procedentes de San Pedro de Arlanza, por la iglesia románica de Fuentidueña (Segovia) que hoy es exhibida remontada en el museo de los Claustros neoyorkino. Las pinturas que regresaron a España se muestran hoy en el museo del Prado. Por su parte, la Fundación Lázaro Galdiano adquirió San Baudelio en 1949, donándola seguidamente al Estado español. Durante el siglo XX San Baudelio ha sido restaurada en distintas ocasiones.
Descripción
Su planta consiste básicamente en dos cuadrados adosados, el mayor de unos 10 m de lado y el otro de algo menos que la mitad por lado. Este constituye el ábside orientado al este.
El exterior forma un conjunto muy homogéneo levantado con sillares y mampostería procedentes de la misma roca en la que se asienta y unidos por abundante argamasa. Lo único que rompe la monotonía del conjunto son los vanos; una sencillísima portada septentrional (formada por doble arco de herradura de diámetros distintos y sin adorno alguno) y por dos ventanas, una absidal y otra más pequeña al norte. Una segunda puerta, pequeña y hoy tapiada, que se encuentra a poniente, se abría a media altura del muro para acceder directamente a la tribuna interior.
El interior es un mundo totalmente opuesto al de la desnuda austeridad exterior. Para quien lo visite por vez primera el impacto está garantizado ya que jamás ha contemplado nada semejante. Del medio del conjunto surge una robusta columna que a cierta altura se abre en ocho arcos, cual ramas de palmera, que alcanzan las paredes y ángulos del cubo cubriendo por arriba todo el espacio sagrado mediante una cúpula octogonal. Alrededor de esta columna-eje se organiza un microuniverso mozárabe. A oriente se dispone el cubo menor o ábside al que se accede subiendo cinco escalones. Frente al mismo, y cubriendo por completo el fondo del cubo mayor, se alza una especie de "mezquita" diminuta con arquillos en herradura profunda que sustentan una plataforma o tribuna a un tercio de la altura total de la bóveda. Sobre la tribuna se yergue una pequeñísima capilla adosada a la columna central. En el centro de la palmera y sobre el punto del que arrancan los ocho arcos, es decir en la copa de la palmera, se sitúa una diminuta cámara secreta, prácticamente inaccesible, de la que sólo se adivina su existencia desde la tribuna que forma la mezquitilla.
La tribuna se sustenta sobre un bosquecillo de columnas de arcos de herradura sobre fustes de basas cúbicas y carentes de capiteles, por lo que se apoyan los arcos directamente en los fustes. Todos estos elementos constructivos parecen realizados a escala, dadas sus pequeñas dimensiones. Los arcos forman once espacios (dos series paralelas de cinco más uno que une la mezquita a la columna central que sirve de apoyo a la capillita de la tribuna). Los once espacios van cubiertos por bovedillas esquifadas sobre las que descansa la plataforma de la tribuna. Se accede a esta mediante escalera dispuesta junto al muro meridional. Bajo la escalera se encuentra la entrada que da acceso a la primitiva cueva eremítica. Ya sobre la tribuna, protegida por un murillo de escasa altura, se puede acceder a la capilla también mínima que se adelanta un espacio más, llegando así hasta la columna central. Su entrada está formada por un arco de herradura, estando la diminuta estancia cubierta por bóveda de medio cañón y al exterior por tejadillo a dos aguas. Una ventanita de arco ultrapasado ha sido reabierta tras la última restauración.
Desde la tribuna puede entreverse la cámara oculta dispuesta en la culminación de la columna central, ya que son visibles entre los arranques curvos de los ocho brazos unas pequeñas aberturas rasgadas, sirviendo de acceso la que coincide con la capilla, al ser un poco mayor que las otras siete. A través de ellas se vislumbra la cámara vacía y cubierta por una copulilla de estilo califal con seis nervios en forma de arquillos de herradura que se cruzan. Los ocho brazos o arcos sobrepasados que arrancan de la columna central apean cuatro de ellos en los ángulos del cubo mayor y otros cuatro en el centro de sus cuatro muros. Los primeros resuelven su apoyo mediante una sabia combinación de trompas con pechinas y partiendo las bóvedas merced a triángulos curvilíneos y cóncavos. Los otros cuatro arcos apean directamente en los muros.
Un interior tan rico en estructuras, espacios y volúmenes inesperados hace que el ábside pase desapercibido a primera vista. Se trata de un segundo cubo adosado al principal a cierta altura y de menores dimensiones que este. Se accede al mismo por doble arco de herradura. Está cubierto por bóveda de medio cañón dispuesta longitudinalmente. Se ilumina por ventana de derrame interior en el eje.
En cuanto a las pinturas -realizadas con una técnica intermedia entre el temple y el fresco- los autores no se ponen de acuerdo en su datación. Algunos han defendido su origen netamente románico, siendo sus pintores tres maestros distintos, y otros piensan que al menos una serie de las mismas podrían haber sido pintadas por mano mozárabe a finales del siglo X o comienzos del XI. Esta primeras pinturas estarían, en general, en las partes inferiores del edificio. Así, en la pared meridional se adivinan dos toros luchando junto a decoración vegetal; leones anaranjados. En el parapeto de la tribuna se imita una decoración telar junto a temas animalísticos y de caza que hoy se encuentran en el Prado. En paredes de la capillita sobre la tribuna se representa un camello, un lebrel rampante. Por lo que respecta a la columna central sus pintas ocres y el guerrero armado de lanza y escudo formarían también parte del conjunto pictórico mozárabe. Algunas más de estas primera pinturas se encuentran el museo del Prado. Al conjunto de este bestiario y figuraciones cinegéticas se le han buscado relaciones tanto con el arte califal como con algunas ilustraciones de Beatos primitivos.
De la pintura románica, tres maestros como ya se ha señalado, son los autores de San Baudelio. Al Primer Maestro de Casillas se le debería el ciclo de la Vida de Jesús, que decoraba la parte superior de los muros de la nave. Estos frescos están hoy en su totalidad en Nueva York. A este maestro se deberían también los frescos del frontal de la cabecera, con San Baudelio, San Nicolás, una garza y, centrando el conjunto, una paloma en el derrame abocinado de la aspillera. La decoración de los arcos que parten de la columna central y otros motivos de ornamentación general, también serían de su mano. Los frescos de la parte inferior de los muros de la nave se deberían al Segundo Maestro de Casillas, exhibiéndose la mayor parte de ellos en el museo del Prado. El Tercer Maestro de Casillas sería el autor de los frescos de la capillita de la tribuna, que muestran la Epifanía, a San Miguel y a un ángel luchando con el dragón, y en la bovedilla la mano de Dios.
Comentario
Los monjes mozárabes organizaron en el interior de cuadro paredes de apenas diez metros de lado un jardín interior, un jardín de las delicias espirituales. Con sus áreas diversas, paseos y rincones solitarios. La columna pétrea central con su despliegue en palmera de ocho ramas en el centro físico, simbólico y espiritual de este microuniverso mozárabe. Representa su axis mundi, su eje sobre el que pivota este micromundo. La palmera simboliza en el mundo islámico el Paraíso. Los ramos de palmera fueron considerados en todas las antiguas tradiciones que lo conocieron como símbolo de "victoria, de ascensión, de regeneración y de inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos". Es conocida la entrada de Jesucristo en Jerusalén entre palmas, de ahí que el cristianismo la haya utilizado como símbolo de vida tras la muerte del cuerpo y del martirio de los hijos de Dios que cantaban su gloria agitando una rama de palmera. Pero este árbol cósmico, como todo axis mundi, simboliza el eje de progresión espiritual, por lo que la columna de San Baudelio está aludiendo claramente a que San Baudelio de Berlanga es un templo en el que la progresión tiene exclusivamente un sentido vertical, tan distinto a la horizontalidad de las basílicas y otras construcciones sagradas cristianas. Estamos ante el alto misticismo, el misticismo unitivo.
En el nivel inferior, en el mismo suelo del que arranca la columna se dispone la "mezquitilla" y a su lado, hacia oriente, el "patio" o jardín contiguo a toda mezquita. Ello está demostrando el grado de impregnación islámica al que llegaron los cristianos de Al-Andalus, pues a la hora de reproducir una iglesia lo hacen con aires de mezquita. Es este el primer grado, el primer estadío, de la vida espiritual. Es la etapa purgativa en al que se encuentra al comienzo todo fiel. Vive este cerca del centro (columna) al que reconoce como tal, pero con el que aún no está en contacto directo. Se orienta hacia oriente, hacia su alquibla, hacia el ábside. No hay que olvidar que de la cueva, de la oscuridad total, se sale al templo en el que se percibe ya la primera luz del amanecer. El segundo grado o fase de la vía espiritual lo representa la tribuna sobre la "mezquita". En ella se sitúa el coro de los elegidos que, agitando palmas, cantan al Cordero sacrificial. No se ha de olvidar que la tribuna tiene una capillita adintelada ya en contacto físico con la columna central o eje. Es esta una capillita unipersonal que representa la fase iluminativa del justo en su camino de intimidad con Dios. Iluminación interior simbolizada por la falta de iluminación directa del pequeño recinto. La tribuna, y la capillita por tanto, se encuentran a un tercio de la altura total de la columna. A otro tercio de altura se sitúa la cámara oculta de San Baudelio.
San Baudelio de Berlanga plantea una vez más el enigma de las "cámaras ocultas" comunes al estilo visigodo, asturiano y mozárabe, de tanta raigambre hispana por tanto. ¿Sancta sanctorum reservado exclusivamente a la Divinidad? ¿Prolongación de la idea de tripartición del espacio sagrado iniciado dentro del monoteísmo con el Templo de Salomón?. El cuidado, refinamiento y perfección arquitectónica con el que fue construido este camarín de San Baudelio (llega a estar cubierta por una cúpula minúscula de estilo califal) abogarían por el destino de aposento sacratísimo destinado a Dios. A este respecto no se han de olvidar las ocho aberturas rasgadas que tiene la pequeña cámara entre los arcos, ocho arcos, de la palmera y que ocho son el número de ángeles que portan el trono de Dios, tanto en la escatología cristiana como musulmana. Aposento, por otro lado, hecho a la medida exacta de un hombre y ligeramente más abierto por uno de sus vanos (el que precisamente da a la tribuna), lo que parece indicar que también fue construido para el hombre. Es decir, para un hombre que viviera en él aislado con Él el mismo espacio. La cámara de San Baudelio estaría expresando entonces la tercera fase del camino espiritual, es decir, la fase unitiva en la que el hombre llega a la deificación (unión sin confusión) o uno en el Uno. El justo en tal ubicación no es que esté en el eje, sino que él mismo en el eje del mundo, su cuerpo materializa el eje y su espíritu habita en el mismo Centro.
De haberse conservado in situ los frescos de San Baudelio, hoy la ermita soriana podría codearse con San Isidoro de León, el museo de Arte de Cataluña o el Diocesano de Jaca, que reúnen lo mejor de la pintura románica. Las vicisitudes históricas lo han hecho imposible. Sin embargo, todavía se puede admirar la cuidada composición, la elegancia general de sus figuras y la sabia combinación de colores de las que hace gala el Primer Maestro de Casillas y la gama de azules y violetas del Tercer Maestro.
¿Se puede expresar algo más elevado amontonando y disponiendo bloques de piedra? San Baudelio de Berlanga no es sólo arquitectónicamente el florón que remata un estilo que ha alcanzado la plena madurez, sino que es también el cenit de la arquitectura sagrada mozárabe, el ápice del conjunto del prerrománico español y una de las cimas de la arquitectura sagrada universal. San Baudelio es una construcción única dentro del mozárabe y al mismo tiempo el paradigma del simbolismo arquitectónico en el que, mediante el eje de un edificio sagrado sobre el que materialmente se sustenta la construcción, se representa al mismo tiempo un eje de progresión espiritual que conduce al justo que por él transita hacia su deificación final haciéndose él mismo, material y espiritualmente, eje del mundo.
San Baudelio rompe con todo lo conocido construido con anterioridad, culmina un estilo y lo remata sin conocer herederos. Se erige como un unicum no sólo arquitectónico.
Descripción
Su planta consiste básicamente en dos cuadrados adosados, el mayor de unos 10 m de lado y el otro de algo menos que la mitad por lado. Este constituye el ábside orientado al este.
El exterior forma un conjunto muy homogéneo levantado con sillares y mampostería procedentes de la misma roca en la que se asienta y unidos por abundante argamasa. Lo único que rompe la monotonía del conjunto son los vanos; una sencillísima portada septentrional (formada por doble arco de herradura de diámetros distintos y sin adorno alguno) y por dos ventanas, una absidal y otra más pequeña al norte. Una segunda puerta, pequeña y hoy tapiada, que se encuentra a poniente, se abría a media altura del muro para acceder directamente a la tribuna interior.
El interior es un mundo totalmente opuesto al de la desnuda austeridad exterior. Para quien lo visite por vez primera el impacto está garantizado ya que jamás ha contemplado nada semejante. Del medio del conjunto surge una robusta columna que a cierta altura se abre en ocho arcos, cual ramas de palmera, que alcanzan las paredes y ángulos del cubo cubriendo por arriba todo el espacio sagrado mediante una cúpula octogonal. Alrededor de esta columna-eje se organiza un microuniverso mozárabe. A oriente se dispone el cubo menor o ábside al que se accede subiendo cinco escalones. Frente al mismo, y cubriendo por completo el fondo del cubo mayor, se alza una especie de "mezquita" diminuta con arquillos en herradura profunda que sustentan una plataforma o tribuna a un tercio de la altura total de la bóveda. Sobre la tribuna se yergue una pequeñísima capilla adosada a la columna central. En el centro de la palmera y sobre el punto del que arrancan los ocho arcos, es decir en la copa de la palmera, se sitúa una diminuta cámara secreta, prácticamente inaccesible, de la que sólo se adivina su existencia desde la tribuna que forma la mezquitilla.
La tribuna se sustenta sobre un bosquecillo de columnas de arcos de herradura sobre fustes de basas cúbicas y carentes de capiteles, por lo que se apoyan los arcos directamente en los fustes. Todos estos elementos constructivos parecen realizados a escala, dadas sus pequeñas dimensiones. Los arcos forman once espacios (dos series paralelas de cinco más uno que une la mezquita a la columna central que sirve de apoyo a la capillita de la tribuna). Los once espacios van cubiertos por bovedillas esquifadas sobre las que descansa la plataforma de la tribuna. Se accede a esta mediante escalera dispuesta junto al muro meridional. Bajo la escalera se encuentra la entrada que da acceso a la primitiva cueva eremítica. Ya sobre la tribuna, protegida por un murillo de escasa altura, se puede acceder a la capilla también mínima que se adelanta un espacio más, llegando así hasta la columna central. Su entrada está formada por un arco de herradura, estando la diminuta estancia cubierta por bóveda de medio cañón y al exterior por tejadillo a dos aguas. Una ventanita de arco ultrapasado ha sido reabierta tras la última restauración.
Desde la tribuna puede entreverse la cámara oculta dispuesta en la culminación de la columna central, ya que son visibles entre los arranques curvos de los ocho brazos unas pequeñas aberturas rasgadas, sirviendo de acceso la que coincide con la capilla, al ser un poco mayor que las otras siete. A través de ellas se vislumbra la cámara vacía y cubierta por una copulilla de estilo califal con seis nervios en forma de arquillos de herradura que se cruzan. Los ocho brazos o arcos sobrepasados que arrancan de la columna central apean cuatro de ellos en los ángulos del cubo mayor y otros cuatro en el centro de sus cuatro muros. Los primeros resuelven su apoyo mediante una sabia combinación de trompas con pechinas y partiendo las bóvedas merced a triángulos curvilíneos y cóncavos. Los otros cuatro arcos apean directamente en los muros.
Un interior tan rico en estructuras, espacios y volúmenes inesperados hace que el ábside pase desapercibido a primera vista. Se trata de un segundo cubo adosado al principal a cierta altura y de menores dimensiones que este. Se accede al mismo por doble arco de herradura. Está cubierto por bóveda de medio cañón dispuesta longitudinalmente. Se ilumina por ventana de derrame interior en el eje.
En cuanto a las pinturas -realizadas con una técnica intermedia entre el temple y el fresco- los autores no se ponen de acuerdo en su datación. Algunos han defendido su origen netamente románico, siendo sus pintores tres maestros distintos, y otros piensan que al menos una serie de las mismas podrían haber sido pintadas por mano mozárabe a finales del siglo X o comienzos del XI. Esta primeras pinturas estarían, en general, en las partes inferiores del edificio. Así, en la pared meridional se adivinan dos toros luchando junto a decoración vegetal; leones anaranjados. En el parapeto de la tribuna se imita una decoración telar junto a temas animalísticos y de caza que hoy se encuentran en el Prado. En paredes de la capillita sobre la tribuna se representa un camello, un lebrel rampante. Por lo que respecta a la columna central sus pintas ocres y el guerrero armado de lanza y escudo formarían también parte del conjunto pictórico mozárabe. Algunas más de estas primera pinturas se encuentran el museo del Prado. Al conjunto de este bestiario y figuraciones cinegéticas se le han buscado relaciones tanto con el arte califal como con algunas ilustraciones de Beatos primitivos.
De la pintura románica, tres maestros como ya se ha señalado, son los autores de San Baudelio. Al Primer Maestro de Casillas se le debería el ciclo de la Vida de Jesús, que decoraba la parte superior de los muros de la nave. Estos frescos están hoy en su totalidad en Nueva York. A este maestro se deberían también los frescos del frontal de la cabecera, con San Baudelio, San Nicolás, una garza y, centrando el conjunto, una paloma en el derrame abocinado de la aspillera. La decoración de los arcos que parten de la columna central y otros motivos de ornamentación general, también serían de su mano. Los frescos de la parte inferior de los muros de la nave se deberían al Segundo Maestro de Casillas, exhibiéndose la mayor parte de ellos en el museo del Prado. El Tercer Maestro de Casillas sería el autor de los frescos de la capillita de la tribuna, que muestran la Epifanía, a San Miguel y a un ángel luchando con el dragón, y en la bovedilla la mano de Dios.
Comentario
"No. Más bien una mezquita,
tan chiquita.
La palma
me llevó el alma"
escribiría Gerardo Diego tras visitar San Baudelio. Pero San Baudelio de Berlanga hace algo más que llevarse el alma, transporta el espíritu, que es como decir el intelecto puro. Hay pocos lugares en los que la sensación de entrar en un recinto sagrado (segregado del resto, del profano) adquiere tanta fuerza como al cruzar el umbral de San Baudelio. Lo de dentro nada tiene que ver con lo de fuera. Y tras lo inesperado viene la certeza de encontrarse en un espacio complejo pero rigurosamente ordenado. En realidad el viajero acaba de entrar en un microuniverso mozárabe. Es como si las ilustraciones de los Beatos tomaran cuerpo haciéndose tridimensionales, pudiendo así moverse entre ellas. Se piensa en estos santos varones, en estos hombres de Dios, en su número reducido, fuertemente islamizados en costumbres, formas expresivas, modo de ver y entender muchas cosas que en un momento determinado de sus vidas eligen, en lugar de refugiarse en los tranquilos montes del norte, levantar una "torre avanzada de Dios" en el paisaje inhóspito de un repliegue perdido de la meseta soriana con el Duero a sus espaldas, encarando la incertidumbre fronteriza de frente. Y lo hacen directamente, pertrechados, frente a un enemigo que tan bien conocen por haber sentid tantas veces su aliento en la nuca, con su arma más poderosa, aunque parezca la más frágil: su misticismo iluminado de destellos metafísicos y su teología más profunda expresada con piedras. Hace once siglos, en San Baudelio de Berlanga, unos pocos monjes se dispusieron al combate apocalíptico final, que este sí iba a desarrollarse con seguridad, en el plano espiritual.Los monjes mozárabes organizaron en el interior de cuadro paredes de apenas diez metros de lado un jardín interior, un jardín de las delicias espirituales. Con sus áreas diversas, paseos y rincones solitarios. La columna pétrea central con su despliegue en palmera de ocho ramas en el centro físico, simbólico y espiritual de este microuniverso mozárabe. Representa su axis mundi, su eje sobre el que pivota este micromundo. La palmera simboliza en el mundo islámico el Paraíso. Los ramos de palmera fueron considerados en todas las antiguas tradiciones que lo conocieron como símbolo de "victoria, de ascensión, de regeneración y de inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos". Es conocida la entrada de Jesucristo en Jerusalén entre palmas, de ahí que el cristianismo la haya utilizado como símbolo de vida tras la muerte del cuerpo y del martirio de los hijos de Dios que cantaban su gloria agitando una rama de palmera. Pero este árbol cósmico, como todo axis mundi, simboliza el eje de progresión espiritual, por lo que la columna de San Baudelio está aludiendo claramente a que San Baudelio de Berlanga es un templo en el que la progresión tiene exclusivamente un sentido vertical, tan distinto a la horizontalidad de las basílicas y otras construcciones sagradas cristianas. Estamos ante el alto misticismo, el misticismo unitivo.
En el nivel inferior, en el mismo suelo del que arranca la columna se dispone la "mezquitilla" y a su lado, hacia oriente, el "patio" o jardín contiguo a toda mezquita. Ello está demostrando el grado de impregnación islámica al que llegaron los cristianos de Al-Andalus, pues a la hora de reproducir una iglesia lo hacen con aires de mezquita. Es este el primer grado, el primer estadío, de la vida espiritual. Es la etapa purgativa en al que se encuentra al comienzo todo fiel. Vive este cerca del centro (columna) al que reconoce como tal, pero con el que aún no está en contacto directo. Se orienta hacia oriente, hacia su alquibla, hacia el ábside. No hay que olvidar que de la cueva, de la oscuridad total, se sale al templo en el que se percibe ya la primera luz del amanecer. El segundo grado o fase de la vía espiritual lo representa la tribuna sobre la "mezquita". En ella se sitúa el coro de los elegidos que, agitando palmas, cantan al Cordero sacrificial. No se ha de olvidar que la tribuna tiene una capillita adintelada ya en contacto físico con la columna central o eje. Es esta una capillita unipersonal que representa la fase iluminativa del justo en su camino de intimidad con Dios. Iluminación interior simbolizada por la falta de iluminación directa del pequeño recinto. La tribuna, y la capillita por tanto, se encuentran a un tercio de la altura total de la columna. A otro tercio de altura se sitúa la cámara oculta de San Baudelio.
San Baudelio de Berlanga plantea una vez más el enigma de las "cámaras ocultas" comunes al estilo visigodo, asturiano y mozárabe, de tanta raigambre hispana por tanto. ¿Sancta sanctorum reservado exclusivamente a la Divinidad? ¿Prolongación de la idea de tripartición del espacio sagrado iniciado dentro del monoteísmo con el Templo de Salomón?. El cuidado, refinamiento y perfección arquitectónica con el que fue construido este camarín de San Baudelio (llega a estar cubierta por una cúpula minúscula de estilo califal) abogarían por el destino de aposento sacratísimo destinado a Dios. A este respecto no se han de olvidar las ocho aberturas rasgadas que tiene la pequeña cámara entre los arcos, ocho arcos, de la palmera y que ocho son el número de ángeles que portan el trono de Dios, tanto en la escatología cristiana como musulmana. Aposento, por otro lado, hecho a la medida exacta de un hombre y ligeramente más abierto por uno de sus vanos (el que precisamente da a la tribuna), lo que parece indicar que también fue construido para el hombre. Es decir, para un hombre que viviera en él aislado con Él el mismo espacio. La cámara de San Baudelio estaría expresando entonces la tercera fase del camino espiritual, es decir, la fase unitiva en la que el hombre llega a la deificación (unión sin confusión) o uno en el Uno. El justo en tal ubicación no es que esté en el eje, sino que él mismo en el eje del mundo, su cuerpo materializa el eje y su espíritu habita en el mismo Centro.
De haberse conservado in situ los frescos de San Baudelio, hoy la ermita soriana podría codearse con San Isidoro de León, el museo de Arte de Cataluña o el Diocesano de Jaca, que reúnen lo mejor de la pintura románica. Las vicisitudes históricas lo han hecho imposible. Sin embargo, todavía se puede admirar la cuidada composición, la elegancia general de sus figuras y la sabia combinación de colores de las que hace gala el Primer Maestro de Casillas y la gama de azules y violetas del Tercer Maestro.
¿Se puede expresar algo más elevado amontonando y disponiendo bloques de piedra? San Baudelio de Berlanga no es sólo arquitectónicamente el florón que remata un estilo que ha alcanzado la plena madurez, sino que es también el cenit de la arquitectura sagrada mozárabe, el ápice del conjunto del prerrománico español y una de las cimas de la arquitectura sagrada universal. San Baudelio es una construcción única dentro del mozárabe y al mismo tiempo el paradigma del simbolismo arquitectónico en el que, mediante el eje de un edificio sagrado sobre el que materialmente se sustenta la construcción, se representa al mismo tiempo un eje de progresión espiritual que conduce al justo que por él transita hacia su deificación final haciéndose él mismo, material y espiritualmente, eje del mundo.
San Baudelio rompe con todo lo conocido construido con anterioridad, culmina un estilo y lo remata sin conocer herederos. Se erige como un unicum no sólo arquitectónico.
Enlace a la Entrada anterior de Casillas de Berlanga:
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