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domingo, 21 de septiembre de 2014

917. ÁVILA** (I), capital: 31 de octubre de 2009.

1. ÁVILA, capital. La muralla desde la plaza de Sta. Teresa con la puerta del Alcázar al fondo.

2. ÁVILA, capital. La puerta del Alcázar.

3. ÁVILA, capital. Tramo de la muralla.

4. ÁVILA, capital. Tramo de la muralla en la zona de la puerta del Carmen.

5. ÁVILA, capital. Otro tramo más de la muralla.

ÁVILA** (I), capital de la provincia: 31 de octubre de 2009.
   La más meridional de las capitales de la vieja Castilla y también la situada a mayor altitud de todas las capitales de provincia españolas posee, como es sabido, uno de los recintos amurallados mejor conservados del mundo. Esta ciudad, que al viejo tópico que la define como "tierra de cantos y de santos" añade, desde 1985, el honor y la responsabilidad de haber sido declarada por la Unesco patrimonio cultural de la humanidad, sigue siendo, por fortuna, la permanente sorpresa de su escenario medieval y renacentista: un cofre pétreo lleno de piedras preciosas (iglesias, palacios, conventos), circundado por una una corona de templos románicos y con el contrapunto de nuevas barriadas en las que se percibe un impulso modernizador.
   La concentración monumental, tanto intramuros como sobre todo al este de la muralla, hace de Ávila una ciudad idónea para recorrerla a pie, salvo algún desplazamiento más alejado. Es aconsejable, por ello, dejar el coche en los aparcamientos cercanos a la plaza de Santa Teresa, desde la que se alcanza con facilidad la mayoría de los lugares de interés. La riqueza y la variedad monumental de la ciudad dan pie para establecer diversos itinerarios temáticos que, si bien aseguran una mayor coherencia e intensidad en la visita, también exigen idas y venidas que no siempre tienen en cuenta la vecindad de lugares correspondientes a rutas distintas. Por ello, el recorrido  que se propone en este caso combina ambos criterios al conjugar cierta unidad temática de fondo (murallas y Catedral, templos románicos, casas nobles, conventos y huellas teresianas), con las interpolaciones exigidas por la proximidad. Debe tenerse en cuenta que, aparte de la omnipresente muralla, los monumentos de visita imprescindible son, al menos, la Catedral, la iglesia románica de San Vicente, el monasterio de Santo Tomás y, dentro de la ruta teresiana, el convento ubicado en la casa natal de la santa y el de la Encarnación.
 
La muralla y la Catedral
   No está definitivamente aclarada la fecha de construcción de la muralla**, que, a lo largo de unos 2,5 km de trazado rectangular, cuenta con casi un centenar de torres y cubos flanqueando sus poderosos muros almenados. Parece probable que esta sólida "caja" de piedra, mampostería, mortero y ripio se edificara sobre una obra romana anterior (en sus intersticios, especialmente en el lienzo que se extiende a lo largo de la calle de San Segundo, aún pueden verse numerosas urnas funerarias, lápidas y estelas de dicha época), quizá, como suele afirmarse, entre los años 1090 y 1099, durante la repoblación acometida por Raimundo de Borgoña. Otras opiniones, sin embargo, retrasan esa fecha casi un siglo. Se trata, en todo caso de una construcción románica, aunque con restauraciones y añadidos góticos y renacentistas, imponente por su configuración y conservada íntegramente. En ella se abren nueve puertas, más o menos monumentales.
   Frente a la plaza de Santa Teresa, junto al moderno monumento a la santa se levantan las dos torres unidas por un arco que componen la puerta del Alcázar*, la más espaciosa de todas por tratarse del acceso a la fortaleza que se alzaba tras ella y de la que aún pervive, aunque muy rehecha, la torre del homenaje. Hacia el centro de este lienzo destaca su poderosa curva el llamado "cimorro", que no es sino el gigantesco ábside de la Catedral convertido en el baluarte más poderoso del conjunto defensivo.
   A continuación, se abre la puerta de los Leales, antes sólo un postigo que fue reconstruido y agrandado en el siglo XVI. Casi al final de este lado, allí donde el muro parece replegarse sobre sí mismo, con un hermoso y bien cuidado jardín a sus pies, queda la puerta de San Vicente, similar a la del Alcázar, aunque algo más estrecha.
   Si circundamos completamente la muralla (lo que, además, nos dará ocasión para visitar los diferentes templos románicos que a modo de corona la rodean y que se mencionan más adelante), nos saldrán al paso, en el flanco septentrional, el arco del Mariscal, la entrada más antigua, y la puerta del Carmen, tras la que se eleva, insólita y graciosa, una espadaña. Este lienzo y el occidental contiguo, que es el de menor longitud y sólo dispone de la puerta del Puente -también llamada de San Segundo, por la cercana ermita-, son los que más fielmente conservan la obra originaria.
   Finalmente, en la parte meridional, cuyo último tramo transcurre junto al soleado paseo del Rastro, con hermosas vistas del valle de Amblés y las cercanas serranías parameras, la muralla pierde altura y fortaleza, al tiempo que parece brotar de la roca que la sostiene. Se abren allí, sucesivamente, el portillo de la Mala Ventura, ligado a un suceso trágico y legendario, así como al antiguo barrio judío; la puerta de Santa Teresa o de Montenegro, cercana a la casa natal de la santa, y la puerta del Rastro*, también conocida como la del Grajal o de la Estrella, dispuesta bajo un arco que soporta un gracioso mirador renacentista.

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