1. TORNAVACAS, Cáceres. Vista de la población desde el puerto de la Cruz.
2. TORNAVACAS, Cáceres. Vista del valle del Jerte desde el pto. de la Cruz.
3. TORNAVACAS, Cáceres. Un rincón de la población cacereña.
4. TORNAVACAS, Cáceres. Junto a uno de los puentes que salvan el río Jerte.
5. TORNAVACAS, Cáceres. Sobre otro de los puentes que jalonan el callejero de la población.
6. TORNAVACAS, Cáceres. Portada de la casa en la que pernoctó el emperador Carlos V.
7. TORNAVACAS, Cáceres. Junto a la recreación de una choza, en el centro de interpretación de la Alta Montaña y la Trashumancia.
8. TORNAVACAS, Cáceres. Retablo del Xto. del Perdón, en la igl. de la Asunción.
9. TORNAVACAS, Cáceres. Detalle del Xto. del Perdón.
10. TORNAVACAS, Cáceres. Acumulación de imágenes de Olot en una capilla de la igl. de la Asunción.
TORNAVACAS (I), provincia de Cáceres: 1 de noviembre de 2009.
Última población del valle del Jerte a escasos km del Puerto del mismo nombre (1275 m), límite de las tierras extremeñas con las de Castilla y León, y línea también divisoria entre paisajes: del lado extremeño, bosques de robles y castaños en pronunciada pendiente; hacia tierras abulenses, un tapiz apenas ondulante de matorral.
Tornavacas se alarga con gracia constructiva al abrigo del puerto del mismo nombre. Fue señorío de los Álvarez de Toledo y en los tramos de su Calle Real, flanqueada por hermosas construcciones medievales, aún se conserva la casa donde Carlos V descansó en su camino hacia Yuste, el 11 de noviembre de 1556, antes de emprender la etapa final hacia Jarandilla. Al parecer, fue entonces, tras franquear el puerto de Las Yeguas, cuando el emperador pronunció su famosa y clarividente frase: "No volveré a pasar otro puerto en mi vida más que el de la muerte". La iglesia parroquial de la Asunción (siglo XVI), de interior barroco, es el edificio más destacado de esta localidad, que también mantiene vivo su folclore. Constituye, además, una base idónea para realizar múltiples excursiones a través de la ruta de Carlos V, la vieja calzada romana, la cañada de trashumancia o los arriscados vericuetos que ascienden hacia los picos del Calvitero y el Torreón.
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