1. HUESCA, capital. La catedral.
2. HUESCA, capital. Portada mayor de la catedral.
3. HUESCA, capital. Ábside de la catedral.
4. HUESCA, capital. La nave central de la catedral.
5. HUESCA, capital. Retablo mayor de la catedral.
6. HUESCA, capital. Escena de la Crucifixión del retablo mayor de la catedral.
7. HUESCA, capital. Retablo del museo de la catedral.
8. HUESCA, capital. Zona museística de la catedral.
9. HUESCA, capital. Cruces procesionales de la catedral.
10. HUESCA, capital. Bóveda del crucero de la catedral.
HUESCA* (I), capital de provincia: 26 de junio de 2009.
La ciudad destaca en lontananza por la esbelta silueta de su catedral, situada en el punto más alto de su abigarrado casco antiguo. A sus pies, la vieja ciudad de Sertorio convive y se entrevera con una capital moderna de servicios, nacida al sur y al oeste del primitivo castro romano y que se vertebra en torno al Coso y los Porches.
Las desamortizaciones decimonónicas, los ensanches urbanos y la mala calidad de la piedra arenisca del contorno ha contribuido a que la capital haya perdido una buena parte de su patrimonio histórico-artístico a lo largo de los años. Quedan, sin embargo, suficientes elementos como para justificar una detenida vista a la antigua capital sertoriana. Visita, que evidentemente, debe partir del punto más alto del casco antiguo, donde se levanta su magnífica catedral*.
En el mismo lugar donde hoy se ubica la seo estuvo probablemente el foro de la ciudad romana, en la posición habitual dentro de una estructura urbana ortogonal, fuertemente amurallada, por donde hoy discurren el Coso (Alto y Bajo), la ronda de Montearagón y la calle Costa, con el típico cardo correspondiente hoy a las calles Ramiro el Monje, plaza de San Pedro y Alfonso de Aragón, y el decumanus, que corría por las actuales vías Ricafort, Palacio y Desengaño.
Allí en esa encrucijada, los musulmanes oscenses levantaron su mezquita -una de las mejores de entre las hispánicas, a decir de algunos historiadores del arte-, respetada en momento de la reconquista cristiana pero luego demolida por la Inquisición en el siglo XV. Sin embargo, consiguió salvarse de la piqueta la llamada puerta del alminar, incorporada después a la primitiva iglesia de Santa María, germen de la futura catedral. De esta iglesia se ha conservado el pórtico de tres arcadas y algunas dependencias, en desigual estado, del primitivo templo. En el siglo XIII se adosó al conjunto mezquita-iglesia el palacio episcopal, poco antes de que Jaime I el Conquistador decidiera, en 1273, la construcción de una catedral de nueva planta.
A finales de la centuria (siglo XIII) dieron comienzo las obras del nuevo templo, con cargo a numerosas rentas y, curiosamente, también al alquiler de las futuras capillas -cuatro en cada nave lateral- como lugar de enterramiento de personas de alto poder adquisitivo. En una primera etapa se concluyeron los cinco ábsides, las capillas y la sacristía y el archivo. En la primera mitad del siglo XIV se construyeron la torre-campanario, las techumbres de madera, el crucero y la portada mayor. En el siglo XV se labró la primera sillería del coro y se erigió lo fundamental del claustro gótico. Y ya en las primeras décadas del siglo XVI se completó la decoración interior del recinto, encargándose el retablo mayor al escultor Damián Forment. En su aspecto actual, el templo -al que se accede por la puerta lateral situada en el pórtico principal, aunque existe otra puerta al sur llamada popularmente de las Escaleretas- es de planta de cruz latina, con tres naves con esbeltas bóvedas estrelladas -en la bóveda del crucero aparece el escudo del obispo Juan de Aragón- y capillas abiertas en sus cuatro cerramientos. Sus cinco ábsides están ocupados por el altar mayor y, de izquierda a derecha, las capillas del Santo Cristo, la Purísima, Nuestra Señora del Rosario y Santa Catalina. Asimismo es de singular valor el tesoro catedralicio*, parte del cual se conserva en la sacristía y otra parte, en el Museo* habilitado en la llamada parroquieta de la Catedral.
En el mismo lugar donde hoy se ubica la seo estuvo probablemente el foro de la ciudad romana, en la posición habitual dentro de una estructura urbana ortogonal, fuertemente amurallada, por donde hoy discurren el Coso (Alto y Bajo), la ronda de Montearagón y la calle Costa, con el típico cardo correspondiente hoy a las calles Ramiro el Monje, plaza de San Pedro y Alfonso de Aragón, y el decumanus, que corría por las actuales vías Ricafort, Palacio y Desengaño.
Allí en esa encrucijada, los musulmanes oscenses levantaron su mezquita -una de las mejores de entre las hispánicas, a decir de algunos historiadores del arte-, respetada en momento de la reconquista cristiana pero luego demolida por la Inquisición en el siglo XV. Sin embargo, consiguió salvarse de la piqueta la llamada puerta del alminar, incorporada después a la primitiva iglesia de Santa María, germen de la futura catedral. De esta iglesia se ha conservado el pórtico de tres arcadas y algunas dependencias, en desigual estado, del primitivo templo. En el siglo XIII se adosó al conjunto mezquita-iglesia el palacio episcopal, poco antes de que Jaime I el Conquistador decidiera, en 1273, la construcción de una catedral de nueva planta.
A finales de la centuria (siglo XIII) dieron comienzo las obras del nuevo templo, con cargo a numerosas rentas y, curiosamente, también al alquiler de las futuras capillas -cuatro en cada nave lateral- como lugar de enterramiento de personas de alto poder adquisitivo. En una primera etapa se concluyeron los cinco ábsides, las capillas y la sacristía y el archivo. En la primera mitad del siglo XIV se construyeron la torre-campanario, las techumbres de madera, el crucero y la portada mayor. En el siglo XV se labró la primera sillería del coro y se erigió lo fundamental del claustro gótico. Y ya en las primeras décadas del siglo XVI se completó la decoración interior del recinto, encargándose el retablo mayor al escultor Damián Forment. En su aspecto actual, el templo -al que se accede por la puerta lateral situada en el pórtico principal, aunque existe otra puerta al sur llamada popularmente de las Escaleretas- es de planta de cruz latina, con tres naves con esbeltas bóvedas estrelladas -en la bóveda del crucero aparece el escudo del obispo Juan de Aragón- y capillas abiertas en sus cuatro cerramientos. Sus cinco ábsides están ocupados por el altar mayor y, de izquierda a derecha, las capillas del Santo Cristo, la Purísima, Nuestra Señora del Rosario y Santa Catalina. Asimismo es de singular valor el tesoro catedralicio*, parte del cual se conserva en la sacristía y otra parte, en el Museo* habilitado en la llamada parroquieta de la Catedral.
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