1. ZARAGOZA, capital. Murallas de la ciudad.
2. ZARAGOZA, capital. La Lonja.
3. ZARAGOZA, capital. Plaza del Pilar con la igl. de San Juan de los Panetes al fondo.
4. ZARAGOZA, capital. La basílica del Pilar.
5. ZARAGOZA, capital. Otra perspectiva de la basílica del Pilar.
6. ZARAGOZA, capital. La Virgen del Pilar en la Sta. Capilla de su basílica.
7. ZARAGOZA, capital. Retablo mayor de la basílica del Pilar.
8. ZARAGOZA, capital. La Seo.
9. ZARAGOZA, capital. Parroquieta de San Miguel.
10. ZARAGOZA, capital. Torre de la igl. de La Magdalena.
11. ZARAGOZA, capital. Torre de la igl. de San Gil.
ZARAGOZA* (I), capital de la provincia y de la comunidad: 27 de junio de 2009.
Antiquísimo núcleo prerromano (Salduie), la estratégica Caesaraugusta romana, la magnífica Sarakosta o Medina Albaida de los musulmanes, fue deviniendo a lo largo de los siglos en una gran metrópoli, antigua y moderna a la vez, apacible e inquietante, batida con frecuencia por el cierzo inclemente y siembre atractiva y abierta de par en par al visitante.
La peatonalización de calles y la entrada en funcionamiento de numerosas zonas de aparcamiento controlado o azules, aconsejan al visitante la utilización de los numerosos aparcamientos subterráneos repartidos por toda la ciudad, especialmente los construidos bajo la plaza del Pilar. Utilizar estos últimos permite al visitante iniciar su periplo desde el mismo corazón ciudadano, que no es otro que la plaza de las Catedrales*, así llamada porque está formada por el conjunto de la del Pilar y la de la Seo.
El Pilar, corazón de la ciudad
La plaza de las Catedrales y el Ebro forman una unidad prácticamente indisoluble. Es aquí donde, según la tradición, la Virgen se apareció en carne mortal al apóstol Santiago sobre una pequeña columna o pilar. Aquí estuvo ubicado con toda probabilidad el foro de la Caesaraugusta romana, de la que quedan algunos restos hoy visibles bajo la plaza de la Seo (Museo de Historia de la Ciudad) y, en el extremo oeste de la plaza, un pequeño tramo de su sólida muralla*. Por esta parte, la urbe se comunicaba con las huertas del otro lado del Ebro a través del magnífico puente de Piedra*, obra del primer tercio del siglo XV recientemente restaurada con más que dudoso buen gusto y acierto.
Entre el Ebro y la plaza de las Catedrales se yergue, esbelta y apacible, la bellísima Lonja*, el más importante exponente de la arquitectura civil zaragozana. Construida entre 1541 y 1551, es de planta rectangular, con tres naves en su interior formadas por dos series de columnas jónicas y presenta una bella decoración en bóvedas y ventanales.
A su lado se levanta, desde la década de los sesenta del siglo XX, el edificio del Ayuntamiento, en cuya portada se alzan las figuras de San Valero y del Ángel de la Ciudad, obras ambas del escultor aragonés Pablo Serrano. Justo a su costado sobresale, inconfundible y cerrando al norte y al Ebro una plaza de reciente y polémica remodelación, la basílica del Pilar*. Desde el punto de vista histórico-artístico, el templo no es, a buen seguro, el monumento mayor de la ciudad, pero la devoción pilarista, su ubicación y las proporciones del edificio han terminado por convertirlo en el principal centro de atención del visitante.
Al recinto se puede acceder por la fachada que da al Ebro, pero lo aconsejable es hacerlo por la más oriental -es decir, la más próxima al Ayuntamiento- de las dos puertas que dan a la plaza de las Catedrales.
Antes de adentrarse en el templo, el visitante puede apreciar, adosado a la fachada entre ambas puertas, cerca del relieve de Pablo Serrano que adorna la pared, un pequeño tímpano románico, procedentes de la primitiva iglesia románica sobre la que luego se levantó la basílica. Al entrar en el recinto por la puerta aconsejada, la atención se orienta invariablemente hacia la Santa Capilla, epicentro de la devoción mariana ya que en ella se venera la imagen de la Virgen sobre su pilar. De forma elíptica e inconfundible traza barroca, fue construida por Ventura Rodríguez en 1754 y dispone de un pequeño vano en la parte trasera para que los peregrinos o visitantes puedan besar la columna que sostiene la Virgen. Pocos son, sin embargo, los que saben que en las bóvedas de la capilla de enfrente y del costado derecho, se hallan las dos cúpulas* (El Coreto y La Reina de los Mártires) pintadas por Francisco de Goya. Salvo lo ya mencionado, la parte más antigua y valiosa se halla en el tramo occidental del recinto, correspondiente a la reconstrucción gótico-mudéjar que se acometió tras el incendio que arruinó el templo en el siglo XV.
En este tramo destacan por su antigüedad y valor artístico el coro y el pie de órgano, pero, sobre todo, el magnífico retablo* en alabastro del altar mayor, obra de Damián Forment (1509-1518) recientemente restaurado. Indudable interés ofrece finalmente la visita al tesoro artístico, ubicado en la sacristía (junto a la Santa Capilla, en el lado que da al Ebro).
El mejor gótico zaragozano: La Seo
En el lado oriental de la plaza de las Catedrales, parcialmente oculta su fachada por la construcción de un polémico prisma de ónice, diseñado como entrada al futuro Museo de Historia de la Ciudad, se levanta la catedral de La Seo*, obra capital, sin duda, del gótico zaragozano. Antes de penetrar en el templo es aconsejable contemplar la excelente decoración en ladrillo y azulejos -recientemente restaurada- del exterior del ábside de la llamada parroquieta de San Miguel* y de la parte superior del resto de los ábsides.
En el interior del recinto, nada más entrar, destaca a mano izquierda la ha mencionada parroquieta de San Miguel, en la que se hallan el sepulcro y la hornacina de Lope Fernández de Luna.
Un poco más al fondo, llama poderosamente la atención la magnífica factura gótica del retablo del altar mayor y, sobre todo, del arriesgado y elegante cimborrio*. El resto de los elementos del templo son de épocas y estilos posteriores, bien representados todos ellos, por otra parte, en diversas piezas de su interesante tesoro catedralicio, que se custodia en la sacristía, no menor en su interés, empero, que el que suscita su magnífico Museo de Tapices*.
A la salida del templo se puede visitar el mencionado Museo de Historia de la Ciudad*, provisionalmente diseñado en sus materiales muebles, pero construido junto a valiosos restos arqueológicos correspondientes a la Zaragoza romana.
No se agotan sin embargo en La Seo las muestras del ingenio constructivo y decorativo de los mudéjares zaragozanos.
Dentro del mismo casco viejo -aunque en direcciones contrarias respecto de la Plaza de las Catedrales- destacan las dos antiguas parroquias de la ciudad: San Pablo (calle San Pablo, en la parte occidental de la ciudad) y La Magdalena (Calle Mayor, plaza de la Magdalena, en la parte oriental del casco antiguo). En la primera de ellas Damián Forment talló un bellísimo retablo para su altar mayor y de la segunda destaca sobremanera su bellísima torre cuadrada con azulejería mudéjar.
Otras iglesias de la ciudad como San Miguel, en la plaza de San Miguel, o San Gil, en la calle Don Jaime I, son también edificios coetáneos, aunque su traza mudéjar aparezca en la actualidad notablemente enmascarada por reformas posteriores.
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