1. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Monasterio de Suso.
2. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. El Monasterio de Suso.
3. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Entrada a la igl. del Mon. de Suso.
4. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Graffitis antiguos en el mon. de Suso.
5. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Monasterio de Yuso.
6. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Fachada del Mon. de Yuso.
7. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Escalera neoclásica del mon. de Yuso.
8. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Claustro de San Millán del mon. de Yuso.
9. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Una de las pandas del claustro de San Millán, del mon. de Yuso.
10. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Biblioteca del mon. de Yuso.
11. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Sacristía del mon. de Yuso.
12. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Arqueta con los restos de San Millán.
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA** (I), provincia de La Rioja: 5 de agosto de 2010.2. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. El Monasterio de Suso.
3. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Entrada a la igl. del Mon. de Suso.
4. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Graffitis antiguos en el mon. de Suso.
5. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Monasterio de Yuso.
6. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Fachada del Mon. de Yuso.
7. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Escalera neoclásica del mon. de Yuso.
8. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Claustro de San Millán del mon. de Yuso.
9. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Una de las pandas del claustro de San Millán, del mon. de Yuso.
10. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Biblioteca del mon. de Yuso.
11. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Sacristía del mon. de Yuso.
12. SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, La Rioja. Arqueta con los restos de San Millán.
Dos aspectos fundamentales centran el interés de este pequeño núcleo enclavado en ameno paraje: la importancia histórica y artística de sus centros monásticos -declarados en 1997 patrimonio de la humanidad por la Unesco- y su condición de cuna del castellano.
En una ladera de la montaña, como naciendo de la propia roca, el monasterio de Suso** aún conserva en su interior y en sus alrededores las cuevas donde San Millán y sus primeros compañeros decidieron dedicarse a la vida retirada. Son las propias anfractuosidades rocosas las que marcan la compleja disposición escalonada del edificio, en el que se conjuntan la construcción de estilo mozárabe con la posterior obra románica.
Por la parte más baja se accede al atrio (el portaleio del que habla Gonzalo de Berceo), en el que se encuentran los pétreos sarcófagos de los siete infantes de Lara y de su ayo, así como de tres reinas de Navarra. Desde él, por una puerta que aún exhibe las huellas del ataque del moro Almanzor, se penetra en la iglesia, compuesta por dos naves separadas con arcos de herradura y bóvedas de cañón en forma cilíndrica.
Al fondo pueden verse las cuevas, a dos alturas, del primitivo eremitorio. La característica disposición mozárabe del templo fue ampliada después, ya dentro de cánones románicos, en la reconstrucción del siglo XI. También románica, del siglo XII, es la principal pieza que aquí se guarda: la cubierta labrada del sepulcro de San Millán, con su efigie yaciente.
En el camino de descenso hacia el valle que forma el río Cárdenas, muy pronto surge la imponente mole del monasterio de Yuso**, que debe su grandioso aspecto renacentista a la reconstrucción llevada a cabo entre los siglos XVI y XVIII. En los últimos años se han restaurado las cubiertas del claustro y de algunas dependencias. Está precedido de un amplio patio rodeado de poderosos muros. En él se abre la fachada principal, con una hermosa puerta barroca (siglo XVII) coronada por una representación escultórica de San Millán montado a caballo.
Entre las dependencias monacales, intercomunicadas por una elegante escalera neoclásica, son destacables el salón de los Reyes, decorado con retratos de monarcas; el refectorio, con estrado para el lector, tallado en nogal; el claustro de los Canónigos, y el claustro de San Millán, de dos plantas: la inferior, con elevadas arquerías góticas, y la superior, de estilo clasicista, ambas adornadas con buenas pinturas.
La biblioteca muestra una interesante colección de incunables y pergaminos, así como una copia facsímil de las Glosas Emilianenses, cuyo original se conserva en la Real Academia de la Historia de Madrid.
La iglesia, de tres naves, pertenece a las últimas manifestaciones del gótico e incluye elementos ya claramente renacentistas, como el retablo mayor, con pinturas de Juan Rizzi, o el coro, de decoración plateresca.
En la sacristía, además de una valiosa colección pictórica, se exhiben las arquetas de plata con los restos de San Millán y San Felices de Bilibio, su maestro, decoradas con bajorrelieves de marfil*, hermosas labras románicas (mediados y finales del siglo XI). No podemos dejar de admirar los frescos del techo, del siglo XVIII; pese a no haber sido nunca restaurados, conservan toda la riqueza del colorido original gracias a la temperatura y la humedad naturales de la sala.
En una de las alas del edificio, a la entrada del monasterio, funciona desde 1992 el Aula Permanente de la Lengua Española, donde se celebran congresos, cursos y seminarios sobre temas filológicos. También para difundir el uso del castellano se creó la Fundación San Millán de la Cogolla.
Por la parte más baja se accede al atrio (el portaleio del que habla Gonzalo de Berceo), en el que se encuentran los pétreos sarcófagos de los siete infantes de Lara y de su ayo, así como de tres reinas de Navarra. Desde él, por una puerta que aún exhibe las huellas del ataque del moro Almanzor, se penetra en la iglesia, compuesta por dos naves separadas con arcos de herradura y bóvedas de cañón en forma cilíndrica.
Al fondo pueden verse las cuevas, a dos alturas, del primitivo eremitorio. La característica disposición mozárabe del templo fue ampliada después, ya dentro de cánones románicos, en la reconstrucción del siglo XI. También románica, del siglo XII, es la principal pieza que aquí se guarda: la cubierta labrada del sepulcro de San Millán, con su efigie yaciente.
En el camino de descenso hacia el valle que forma el río Cárdenas, muy pronto surge la imponente mole del monasterio de Yuso**, que debe su grandioso aspecto renacentista a la reconstrucción llevada a cabo entre los siglos XVI y XVIII. En los últimos años se han restaurado las cubiertas del claustro y de algunas dependencias. Está precedido de un amplio patio rodeado de poderosos muros. En él se abre la fachada principal, con una hermosa puerta barroca (siglo XVII) coronada por una representación escultórica de San Millán montado a caballo.
Entre las dependencias monacales, intercomunicadas por una elegante escalera neoclásica, son destacables el salón de los Reyes, decorado con retratos de monarcas; el refectorio, con estrado para el lector, tallado en nogal; el claustro de los Canónigos, y el claustro de San Millán, de dos plantas: la inferior, con elevadas arquerías góticas, y la superior, de estilo clasicista, ambas adornadas con buenas pinturas.
La biblioteca muestra una interesante colección de incunables y pergaminos, así como una copia facsímil de las Glosas Emilianenses, cuyo original se conserva en la Real Academia de la Historia de Madrid.
La iglesia, de tres naves, pertenece a las últimas manifestaciones del gótico e incluye elementos ya claramente renacentistas, como el retablo mayor, con pinturas de Juan Rizzi, o el coro, de decoración plateresca.
En la sacristía, además de una valiosa colección pictórica, se exhiben las arquetas de plata con los restos de San Millán y San Felices de Bilibio, su maestro, decoradas con bajorrelieves de marfil*, hermosas labras románicas (mediados y finales del siglo XI). No podemos dejar de admirar los frescos del techo, del siglo XVIII; pese a no haber sido nunca restaurados, conservan toda la riqueza del colorido original gracias a la temperatura y la humedad naturales de la sala.
En una de las alas del edificio, a la entrada del monasterio, funciona desde 1992 el Aula Permanente de la Lengua Española, donde se celebran congresos, cursos y seminarios sobre temas filológicos. También para difundir el uso del castellano se creó la Fundación San Millán de la Cogolla.
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