1. OLITE, Navarra. Castillo-palacio.
2. OLITE, Navarra. Otra visión del castillo-palacio.
3. OLITE, Navarra. Galería del Rey del castillo-palacio.
4. OLITE, Navarra. Atrio de la igl. de Sta. Mª.
5. OLITE, Navarra. Fachada de la igl. de Sta. Mª.
6. OLITE, Navarra. Detalle de la portada de la igl. de Sta. Mª.
7. OLITE, Navarra. Torres del castillo-palacio.
8. OLITE, Navarra. Patio del castillo-palacio.
9. OLITE, Navarra. Otra torre del castillo-palacio.
10. OLITE, Navarra. Una de las estancias del castillo-palacio.
11. OLITE, Navarra. Igl. de San Pedro.
12. OLITE, Navarra. Tímpano de la portada de la igl. de San Pedro.
13. OLITE, Navarra. Visión del claustro de la igl. de San Pedro.
OLITE** (I), provincia de Navarra: 7 de agosto de 2010.
La ciudad de Olite bascula entre su glorioso pasado, patente en diversos monumentos -sobre todo en su castillo-palacio, antigua residencia de los reyes navarros-, y la realidad actual de su floreciente industria vinícola, con renombradas bodegas.
La inconfundible silueta del medieval y gótico castillo-palacio** aparece en el horizonte desde cualquier punto en que nos aproximemos a Olite.
Su enorme presencia singulariza a la ciudad e incluso a Navarra toda: se trata probablemente del monumento -nacional desde 1925- más emblemático de la comunidad foral. Aprovechando muros romanos, su alargada y torreada estructura combina a la perfección construcciones de los siglos XII, XIV y XV.
Precisamente fue en este último siglo cuando alcanzó su máximo esplendor por el impulso decidido, a partir de 1406, del rey Carlos III el Noble, quien contrató a los maestros Matín Périz de Estella y Janin de Lome, así como a diversos artistas mudéjares que dejaron en sus muros finas labores de yeserías, alicatados y atauriques, hoy casi desaparecidas -solamente quedan escasos restos en la galería del Rey-.
En el siglo XVI comenzó su decadencia hasta que lo arruinó Espoz y Mina en 1813. Su restauración se realizó a mediados del siglo XX a expensas de la Diputación.
El palacio viejo es hoy un espléndido y regio Parador de Turismo que conserva varias torres, como la de las Cigüeñas, la de la Prisión y la de San Jorge. Junto al Parador, en la plaza de los Teobaldos, está el Centro de Exposición de la Viña y el Vino, el mayor museo didáctico dedicado al vino en el territorio foral.
Para visitar el palacio nuevo pasamos ante la iglesia gótica de Santa María, antigua capilla palatina erigida en el siglo XIII. De nave única, destaca en el exterior por su ornamentada fachada* gótica (siglo XIV): el tímpano de la puerta representa a la Virgen con el Niño rodeada por escenas de la Sagrada Familia; a los lados, arquerías ciegas enmarcan a los apóstoles, y frente a ella se alza un singular atrio gótico en forma de galería.
En el interior conserva un enorme y espectacular retablo pintado por Pedro de Aponte, verdadera joya navarra de la pintura de transición del gótico al renacimiento.
El palacio nuevo es un bello laberinto de espacios abiertos, aposentos, miradores, galerías y torres. Destaca la pesada y militar torre del Homenaje sobre otras, como la de los Cuatro Vientos o la circular del Vigía, todas diferentes, hasta alcanzar un total de 15 torres, cada una con su propio nombre. Los reyes tenían en el palacio leonera, palomar, pajarera, fuentes, baños, frutales, terrazas ajardinadas e incluso una singular nevera o pozo del hielo en forma de huevo, que todavía se conserva junto a los muros más sombríos del castillo.
Abandonamos este conjunto y por viejas rúas de rancio sabor medieval, algunas con casas palacianas de los siglos XVI, XVII y XVIII, llegamos a la iglesia de San Pedro*, edificada en el primitivo gótico a finales del siglo XII, pero ampliada en pleno barroco. Del exterior destaca la alta torre protogótica, con su punzante flecha rasgando el cielo, la sencilla portada del siglo XIII, consu tímpano gótico dedicado al titular, y el claustro, también del siglo XIII y que cuenta con bellos capiteles tallados.
En el interior, el retablo barroco tiene pinturas del tudelano Berdusán y bajo la torre se encuentra la capilla de la Virgen del Campanal con hermosa talla gótica de influencia francesa.
Todavía quedan dos monumentos singulares para visitar, sin olvidarnos de la hermosa y renovada plaza de Carlos III el noble, con la torre del Chapitel -sobre la puerta que da acceso al atrio de Santa María- y el moderno edificio del Ayuntamiento.
Del medieval convento de San Francisco sólo queda la portada gótica y varios sepulcros del mismo estilo. El convento actual es barroco y su iglesia tiene un monumental retablo rococó. También el monasterio de Clarisas, antiguo convento de San Antón, guarda en su iglesia del XVII un retablo rococó y un hermoso Crucificado hispano-flamenco.
El palacio viejo es hoy un espléndido y regio Parador de Turismo que conserva varias torres, como la de las Cigüeñas, la de la Prisión y la de San Jorge. Junto al Parador, en la plaza de los Teobaldos, está el Centro de Exposición de la Viña y el Vino, el mayor museo didáctico dedicado al vino en el territorio foral.
Para visitar el palacio nuevo pasamos ante la iglesia gótica de Santa María, antigua capilla palatina erigida en el siglo XIII. De nave única, destaca en el exterior por su ornamentada fachada* gótica (siglo XIV): el tímpano de la puerta representa a la Virgen con el Niño rodeada por escenas de la Sagrada Familia; a los lados, arquerías ciegas enmarcan a los apóstoles, y frente a ella se alza un singular atrio gótico en forma de galería.
En el interior conserva un enorme y espectacular retablo pintado por Pedro de Aponte, verdadera joya navarra de la pintura de transición del gótico al renacimiento.
El palacio nuevo es un bello laberinto de espacios abiertos, aposentos, miradores, galerías y torres. Destaca la pesada y militar torre del Homenaje sobre otras, como la de los Cuatro Vientos o la circular del Vigía, todas diferentes, hasta alcanzar un total de 15 torres, cada una con su propio nombre. Los reyes tenían en el palacio leonera, palomar, pajarera, fuentes, baños, frutales, terrazas ajardinadas e incluso una singular nevera o pozo del hielo en forma de huevo, que todavía se conserva junto a los muros más sombríos del castillo.
Abandonamos este conjunto y por viejas rúas de rancio sabor medieval, algunas con casas palacianas de los siglos XVI, XVII y XVIII, llegamos a la iglesia de San Pedro*, edificada en el primitivo gótico a finales del siglo XII, pero ampliada en pleno barroco. Del exterior destaca la alta torre protogótica, con su punzante flecha rasgando el cielo, la sencilla portada del siglo XIII, consu tímpano gótico dedicado al titular, y el claustro, también del siglo XIII y que cuenta con bellos capiteles tallados.
En el interior, el retablo barroco tiene pinturas del tudelano Berdusán y bajo la torre se encuentra la capilla de la Virgen del Campanal con hermosa talla gótica de influencia francesa.
Todavía quedan dos monumentos singulares para visitar, sin olvidarnos de la hermosa y renovada plaza de Carlos III el noble, con la torre del Chapitel -sobre la puerta que da acceso al atrio de Santa María- y el moderno edificio del Ayuntamiento.
Del medieval convento de San Francisco sólo queda la portada gótica y varios sepulcros del mismo estilo. El convento actual es barroco y su iglesia tiene un monumental retablo rococó. También el monasterio de Clarisas, antiguo convento de San Antón, guarda en su iglesia del XVII un retablo rococó y un hermoso Crucificado hispano-flamenco.
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