1. NÁJERA, La Rioja. El puente de piedra.
2. NÁJERA, La Rioja. Mon. de Sta. Mª la Real.
3. NÁJERA, La Rioja. Entrada al mon. de Sta. Mª la Real.
4. NÁJERA, La Rioja. Puerta de Carlos I, acceso al claustro de los Caballeros, del mon. de Sta. Mª la Real.
5. NÁJERA, La Rioja. Claustro de los Caballeros del mon. de Sta. Mª la Real.
6. NÁJERA, La Rioja. Una de las pandas del claustro de los Caballeros, del mon. de Sta. Mª la Real.
7. NÁJERA, La Rioja. Detalle del claustro de los Caballeros, del mon. de Sta. Mª la Real.
8. NÁJERA, La Rioja. Mallas de los ventanales calados del claustro de los Caballeros, del mon. de Sta. Mª la Real.
9. NÁJERA, La Rioja. Capilla de la reina doña Mencía en el claustro de los Caballeros del mon. de Sta. Mª la Real.
10. NÁJERA, La Rioja. Mausoleo de don Diego López de Haro, en el claustro de los Caballeros, del mon. de Sta. Mª la Real.
11. NÁJERA, La Rioja. Acceso a la igl. desde el claustro de los Caballeros en el mon. de Sta. Mª la Real.
12. NÁJERA, La Rioja. Detalle de la puerta de acceso a la igl. desde el claustro de los Caballeros en el mon. de Sta. Mª la Real.
13. NÁJERA, La Rioja. Nave central de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
14. NÁJERA, La Rioja. Retablo mayor de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
15. NÁJERA, La Rioja. Imagen de Sta. Mª la Real en el retablo mayor de la igl. del mon. homónimo.
16. NÁJERA, La Rioja. Vista del coro y del panteón real a los pies de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
17. NÁJERA, La Rioja. Sepulcro de doña Blanca de Navarra, en la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
18. NÁJERA, La Rioja. El Panteón Real bajo el coro de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
19. NÁJERA, La Rioja. Una de las estatuas-guardianes del Panteón Real de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
20. NÁJERA, Tumbas reales del Panteón Real de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
21. NÁJERA, La Rioja. Acceso a la gruta, tras el Panteón Real de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
22. NÁJERA, La Rioja. La Cueva de Sta. Mª, en la igl. homónima.
23. NÁJERA, La Rioja. Coro de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
24. NÁJERA, La Rioja. Acceso al coro de la igl. del mon. de Sta. Mª la Real.
25. NÁJERA, La Rioja. Puerta de los Reyes del claustro del mon. de Sta. Mª la Real.
26. NÁJERA, La Rioja. Detalle de la puerta de la Luna, en el claustro de los Caballeros del mon. de Sta. Mª la Real.
27. NÁJERA, La Rioja. Igl. de Sta. Cruz.
28. NÁJERA, La Rioja. Portada de la igl. de Sta. Cruz.
NÁJERA* (I), provincia de La Rioja: 5 de agosto de 2010.
La ciudad que riega el río Najerilla, uno de los núcleos más destacados de la ruta jacobea, fue capital del reino de Navarra entre los siglos X y XI. Su casco antiguo reúne un notable conjunto arquitectónico, presidido por el monasterio de Santa María la Real.
El casco antiguo de Nájera se dispone en la margen izquierda del río, precedido por el puente de piedra, heredero decimonónico (1866) del que San Juan de Ortega rehizo en el siglo XII para facilitar el paso de los peregrinos, y al abrigo de peñascosos cerros, en uno de los cuales quedan restos del castillo, medieval, así como numerosas grutas que probablemente fueran eremitorios.
El caserío, surcado por calles estrechas donde se alzan las vistosas fachadas de algunos palacios y casas blasonadas con sobresalientes miradores, se agrupa en torno al principal monumento de la ciudad: el monasterio de Santa María la Real**, en el que en los últimos años se han llevado a cabo importantes y polémicas obras de reforma.
Fue fundado a mediados del siglo XI por el rey García como templo mariano, convento y panteón real, y años después Alfonso VI lo puso en manos de los monjes de Cluny (1075).
Desde finales del siglo XIX, tras el grave deterioro y expoliación que sufrió a causa de la Desamortización llevada a cabo por Mendizábal, acoge una comunidad de franciscanos. Inicialmente fue un edificio románico, pero la reconstrucción acometida en el siglo XV hace prevalecer la traza gótica y renacentista.
En su irregular estructura exterior, que delata las diferentes fases constructivas, sobresale la torre prismática, erigida en el siglo XVII, y los redondeados contrafuertes que le dan cierto aspecto de fortaleza.
En el interior del templo, por la flamígera puerta de Carlos I, coronada por el escudo imperial, se accede al magnífico claustro de los Caballeros* (siglo XVI), profusamente decorado y con ventanales calados de extrema delicadeza plateresca.
Construido en el transcurso de 11 años (1517-1528), es una lograda combinación de las más destacadas tendencias artísticas que confluían en la época. El avanzado y florido goticismo con el que están trazados los pilares y las bóvedas convive con las minuciosas mallas platerescas de los ventanales calados, sostenidos cada uno de ellos sobre tres finísimas columnas y mostrando composiciones diferentes en las tracerías. Tanto las columnas como la disposición de las numerosas tumbas murales abiertas en los lados corresponden a una estética puramente renacentista.
Precisamente a la existencia de numerosos enterramientos de miembros de la nobleza, que antiguamente cubrían el suelo, debe el claustro su nombre. La galería superior, mucho menos interesante desde el punto de vista artístico, se construyó cincuenta años más tarde y responde a un gusto clasicista.
Al final del ala norte se encuentra la capilla de la reina doña Mencía, y en la sur, una vez pasado el mausoleo de don Diego López de Haro, se abre una hermosa puerta plateresca de nogal que da acceso al templo.
Se trata de una iglesia* gótica (siglo XV), de tres naves alzadas sobre poderosos y esbeltos haces de columnas. Sustituyó al templo románico original que fundaran el rey García y su esposa doña Estefanía hacia el 1052. El conjunto transmite una impresión que puede definirse como de sencilla solemnidad. Si tanto las bóvedas como la disposición de la cabecera y el trazado de las naves obedecen a principios simples del gótico, las proporciones empleadas y el vuelo ascensional de las columnas refuerzan la sensación de gravedad y elegancia.
El retablo mayor, presidido por la imagen románica* de Santa María la Real con el Niño, es barroco y sustituye a uno anterior ejecutado por pintores flamencos del XIV.
En la zona de la cabecera, a la izquierda, puede verse el mausoleo de los Duques de Nájera, de estilo renacentista (siglo XVI) y labrado en mármol de tonalidades rojizas. En él reposan los miembros de la familia Manrique de Lara, encabezada por don Pedro, a quien Fernando el Católico concedió el ducado por la ayuda prestada en su boda con la reina Isabel.
Bajo la bóveda del coro se encuentra el Panteón Real, que acoge una treintena de tumbas de Reyes de Navarra, León y Castilla, si bien la pieza más destacada desde el punto de vista artístico, la cubierta románica del sepulcro de doña Blanca de Navarra*, madre de Alfonso VIII, está situada a la izquierda, antes de acceder a la cripta, y precediendo los sepulcros del panteón de los Infantes. Los relieves que la decoran representan la escena de la muerte de la reina con deliciosa expresividad y, en la parte superior, un apostolado rodeando al Pantócrator.
En el centro de la cripta, entre evocadores pasadizos, se abre la cueva de Santa María, gruta natural en la que la tradición sitúa el lugar donde el rey García encontró la imagen de la Virgen. La talla que ahora la preside es una obra del románico de transición. En cuanto a los sepulcros, si bien los personajes reales enterrados vivieron entre los siglos X y XII, las tumbas fueron esculpidas a mediados del XVI y su estilo es plenamente renacentista.
Desde el fondo de la iglesia, una escalera de caracol permite subir hasta el coro, en el que es digna de ver la recientemente restaurada sillería**, esplendorosa obra en nogal del gótico florido, con misericordias, en la parte posterior de los asientos, que en algunos casos tienen esculpidos temas irreverentes.
Retornando al claustro para la completar la visita, aún hay que ver la puerta de los Reyes y la llamada puerta de la Luna, ambas con ornamentación plateresca. La segunda de ellas es el único acceso al patio del claustro donde se representan las Evocaciones najerenses.
Frente al monasterio, en un antiguo palacio abacial muy deteriorado que en tiempos sirvió como cárcel, se encuentra el Museo Arqueológioco Municipal, en el que se guardan piezas halladas en la excavaciones promovidas por los Amigos de la Historia Najerillense. Incomprensiblemente, suele estar cerrado al público. Para visitarlo, es preciso dirigirse al Ayuntamiento.
Muy cerca, presidiendo la plaza del mismo nombre, se levanta la parroquia de la Santa Cruz, cuya fundación, ligada al monasterio de Santa María, data del siglo XI, aunque el edificio actual es obra del XVII y fue reconstruido durante 1940. Su elemento más destacado es la cúpula sobre pechinas a la que da remate una vistosa linterna. En el interior alberga imágenes de interés.
La antigua iglesia de San Miguel, muy próxima, ha sido remodelada como Casa de Cultura.
En el barrio que se extiende al otro lado del río, por último, se halla el convento de Clarisas de Santa Elena, austero edificio del siglo XVI fundado por doña Aldonza Manrique de Lara para acoger una comunidad de monjas clarisas. En la clausura posee interesantes obras artísticas. Junto a él se halla la bonita capilla de la Madre de Dios, de la misma época.
Fue fundado a mediados del siglo XI por el rey García como templo mariano, convento y panteón real, y años después Alfonso VI lo puso en manos de los monjes de Cluny (1075).
Desde finales del siglo XIX, tras el grave deterioro y expoliación que sufrió a causa de la Desamortización llevada a cabo por Mendizábal, acoge una comunidad de franciscanos. Inicialmente fue un edificio románico, pero la reconstrucción acometida en el siglo XV hace prevalecer la traza gótica y renacentista.
En su irregular estructura exterior, que delata las diferentes fases constructivas, sobresale la torre prismática, erigida en el siglo XVII, y los redondeados contrafuertes que le dan cierto aspecto de fortaleza.
En el interior del templo, por la flamígera puerta de Carlos I, coronada por el escudo imperial, se accede al magnífico claustro de los Caballeros* (siglo XVI), profusamente decorado y con ventanales calados de extrema delicadeza plateresca.
Construido en el transcurso de 11 años (1517-1528), es una lograda combinación de las más destacadas tendencias artísticas que confluían en la época. El avanzado y florido goticismo con el que están trazados los pilares y las bóvedas convive con las minuciosas mallas platerescas de los ventanales calados, sostenidos cada uno de ellos sobre tres finísimas columnas y mostrando composiciones diferentes en las tracerías. Tanto las columnas como la disposición de las numerosas tumbas murales abiertas en los lados corresponden a una estética puramente renacentista.
Precisamente a la existencia de numerosos enterramientos de miembros de la nobleza, que antiguamente cubrían el suelo, debe el claustro su nombre. La galería superior, mucho menos interesante desde el punto de vista artístico, se construyó cincuenta años más tarde y responde a un gusto clasicista.
Al final del ala norte se encuentra la capilla de la reina doña Mencía, y en la sur, una vez pasado el mausoleo de don Diego López de Haro, se abre una hermosa puerta plateresca de nogal que da acceso al templo.
Se trata de una iglesia* gótica (siglo XV), de tres naves alzadas sobre poderosos y esbeltos haces de columnas. Sustituyó al templo románico original que fundaran el rey García y su esposa doña Estefanía hacia el 1052. El conjunto transmite una impresión que puede definirse como de sencilla solemnidad. Si tanto las bóvedas como la disposición de la cabecera y el trazado de las naves obedecen a principios simples del gótico, las proporciones empleadas y el vuelo ascensional de las columnas refuerzan la sensación de gravedad y elegancia.
El retablo mayor, presidido por la imagen románica* de Santa María la Real con el Niño, es barroco y sustituye a uno anterior ejecutado por pintores flamencos del XIV.
En la zona de la cabecera, a la izquierda, puede verse el mausoleo de los Duques de Nájera, de estilo renacentista (siglo XVI) y labrado en mármol de tonalidades rojizas. En él reposan los miembros de la familia Manrique de Lara, encabezada por don Pedro, a quien Fernando el Católico concedió el ducado por la ayuda prestada en su boda con la reina Isabel.
Bajo la bóveda del coro se encuentra el Panteón Real, que acoge una treintena de tumbas de Reyes de Navarra, León y Castilla, si bien la pieza más destacada desde el punto de vista artístico, la cubierta románica del sepulcro de doña Blanca de Navarra*, madre de Alfonso VIII, está situada a la izquierda, antes de acceder a la cripta, y precediendo los sepulcros del panteón de los Infantes. Los relieves que la decoran representan la escena de la muerte de la reina con deliciosa expresividad y, en la parte superior, un apostolado rodeando al Pantócrator.
En el centro de la cripta, entre evocadores pasadizos, se abre la cueva de Santa María, gruta natural en la que la tradición sitúa el lugar donde el rey García encontró la imagen de la Virgen. La talla que ahora la preside es una obra del románico de transición. En cuanto a los sepulcros, si bien los personajes reales enterrados vivieron entre los siglos X y XII, las tumbas fueron esculpidas a mediados del XVI y su estilo es plenamente renacentista.
Desde el fondo de la iglesia, una escalera de caracol permite subir hasta el coro, en el que es digna de ver la recientemente restaurada sillería**, esplendorosa obra en nogal del gótico florido, con misericordias, en la parte posterior de los asientos, que en algunos casos tienen esculpidos temas irreverentes.
Retornando al claustro para la completar la visita, aún hay que ver la puerta de los Reyes y la llamada puerta de la Luna, ambas con ornamentación plateresca. La segunda de ellas es el único acceso al patio del claustro donde se representan las Evocaciones najerenses.
Frente al monasterio, en un antiguo palacio abacial muy deteriorado que en tiempos sirvió como cárcel, se encuentra el Museo Arqueológioco Municipal, en el que se guardan piezas halladas en la excavaciones promovidas por los Amigos de la Historia Najerillense. Incomprensiblemente, suele estar cerrado al público. Para visitarlo, es preciso dirigirse al Ayuntamiento.
Muy cerca, presidiendo la plaza del mismo nombre, se levanta la parroquia de la Santa Cruz, cuya fundación, ligada al monasterio de Santa María, data del siglo XI, aunque el edificio actual es obra del XVII y fue reconstruido durante 1940. Su elemento más destacado es la cúpula sobre pechinas a la que da remate una vistosa linterna. En el interior alberga imágenes de interés.
La antigua iglesia de San Miguel, muy próxima, ha sido remodelada como Casa de Cultura.
En el barrio que se extiende al otro lado del río, por último, se halla el convento de Clarisas de Santa Elena, austero edificio del siglo XVI fundado por doña Aldonza Manrique de Lara para acoger una comunidad de monjas clarisas. En la clausura posee interesantes obras artísticas. Junto a él se halla la bonita capilla de la Madre de Dios, de la misma época.
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