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sábado, 3 de agosto de 2019

2694. TOLEDO** (X), capital: 16 de junio de 2018.

93. TOLEDO, capital. Torre de la igl. de Sto. Tomé.
94. TOLEDO, capital. Crucificado en el exterior de la igl. de Sto. Tomé.
95. TOLEDO, capital. Acceso a la igl. de Sto. Tomé.
96. TOLEDO, capital. Otra vista de la torre de la igl. de Sto. Tomé.
97. TOLEDO, capital. Portada del palacio de Fuensalida.
98. TOLEDO, capital. El Tajo desde el mirador de Santa Ana.
99. TOLEDO, capital. Otra vista del Tajo desde el mirador de Santa Ana.

TOLEDO** (X), capital de la provincia y de la comunidad: 16 de junio de 2018.
Iglesia de Santo Tomé**
   Es uno de los lugares de la ciudad que más visitantes congrega, atraídos por el interés que despierta el cuadro El entierro del conde de Orgaz guardado en su interior.
   La actual iglesia de Santo Tomé es el resultado de diversas reconstrucciones. Aunque se cita su existencia en documentos del siglo XII, es en el XIV cuando don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz y notario mayor del reino de Castilla, acomete una completa reedificación de la que en la actualidad sólo se conserva la torre y la cabecera. Nuevas modificaciones se introdujeron en los siglos XVII y XIX desvirtuando su traza original.
  La torre, fruto de la reconstrucción efectuada por el señor de Orgaz, es uno de los símbolos que definen la ciudad, y está considerada por algunos estudiosos como la más bella manifestación de la arquitectura mudéjar en Toledo. Torre de ladrillo y mampostería, que conserva la estructura del antiguo alminar que poseyó el templo mientras fue mezquita musulmana, es decir, hasta la conquista de Toledo en 1085, fecha a partir de la cual probablemente pasó a integrarse en el culto cristiano. Se levanta airosa sobre las tejas somnolientas, mostrando sus arcos de herradura, sus arquerías ciegas, sus arcos lobulados. Como curiosidad poco reseñada, no es ocioso mencionar el resto visigodo empotrado en la parte baja del muro orientado a El Salvador.
   En el interior de la iglesia conviene examinar el retablo de la capilla de la Encarnación, cuyo trabajo pictórico corresponde a Hernando de Ávila y el escultórico a Nicolás de Vergara el Viejo. Destaca también la Virgen de la sonrisa, escultura en alabastro policromado (siglo XIV) de autor no conocido. Encandila, por su amorosa ternura, la sonrisa que la Virgen la dirige a su Hijo, a quien sujeta con el brazo. Junto a la capilla de la Hermandad se localiza la puerta que permite subir al alminar almohade desde el que, en el Toledo musulmán, se convocaba a oración. En la sacristía se guarda una Piedad (siglo XVI) de escuela toledana.
   El entierro del conde de Orgaz fue pintado por El Greco entre 1586 y 1588 por encargo del entonces párroco de Santo Tomé, don Andrés Núñez, que deseaba inmortalizar en colores la leyenda toledana según la cual, como recompensa por los favores otorgados por el señor de Orgaz a ciertos frailes agustinos y a una iglesia dedicada a San Esteban, descendieron del cielo San Agustín y San Esteban en persona para darle sepultura, con sus propias manos, al notario del reino. De acuerdo con las condiciones del contrato (en el que se detallaba minuciosamente el contenido del cuadro) y del lugar donde debía colocarse, el artista consiguió una verdadera obra de arte que gozó del aprecio popular en su tiempo, supuso la culminación de su trayectoria pictórica y hoy alcanza universal reconocimiento.
   En la actualidad no hace falta entrar en el templo para contemplar el cuadro, ya que ha sido habilitado un acceso más cómodo desde la plaza del Conde. Una luz indirecta desciende de la cúpula e ilumina la estancia. El lienzo se inserta en uno de los arcos que sostienen la cúpula. El sepulcro del señor de Orgaz abre un rectángulo en el suelo, rodeado de reja e su perímetro.
   El artista desarrolla el tema del nacimiento a la vida eterna del señor de Orgaz, inspirándose en la leyenda toledana anteriormente expuesta. Renunciando a los escenarios venecianos, narra la historia en dos planos: el superior, hacia el que se dirigen las almas, y el inferior, en el que habitan los mortales. En el primero se aprecia cómo el alma del notario (simbolizada en la imagen borrosa de un niño), que es conducida por un ángel, se halla a punto de atravesar un angosto conducto y acceder a la morada celestial. Maternal y solícita, acude a recibirla la virgen María mientras San Juan Evangelista intercede ante el Todopoderoso. Al mismo tiempo, la corte celestial suplica a Cristo –que aparece como Supremo Juez- su admisión en el reino de los cielos.
   En el plano inferior se representa un fraile franciscano y otro agustino, los dos santos que sostienen el cuerpo del señor de Orgaz, el párroco de Santo Tomé y una galería de personajes de la época que miran al cielo u observan el desarrollo de la inhumación. El Greco quiso legar a la posteridad los retratos de varios caballeros toledanos y de otras personas, algunas de ellas fácilmente reconocibles en su tiempo como el párroco de Santo Tomé, el propio pintor, su hijo Jorge Manuel y Antonio de Covarrubias. Otros rostros han sido objeto de diversos intentos de identificación. Entre otras, cabría citar la teoría defendida por Luis Astrana Marín en su monumental Vida heroica y ejemplar de Miguel de Cervantes Saavedra, donde sostiene que Cervantes también se encuentra entre los retratados.
   La elocuencia de las manos, el misterio de los rostros, los contrastes cromáticos, la calidad técnica de los detalles pictóricos (transparencia del roquete, riqueza decorativa de las casullas, brillo de la armadura, abundancia y miniatura de los motivos ornamentales) caracterizan esta obra verdaderamente excepcional.

Palacio de Fuensalida
   En la misma plaza del Conde, el palacio de Fuensalida, mandado edificar en la primera mitad del siglo XV por don Pedro López de Ayala, aposentador de Juan II, alcalde mayor de Toledo y caballero que por primera vez lució el título de conde de Fuensalida, guarda en su interior páginas rebosantes de historia: aquí residió en varias ocasiones el emperador Carlos V y aquí falleció su esposa, doña Isabel de Portugal, el día 1 de mayo de 1539, cuando contaba 36 años de edad. El palacio fue también cuartel, casa de vecinos y, desde 1969, museo y sede del Consejo de Rectores de las Universidades de España. Actualmente alberga la Presidencia de la Comunidad de Castilla-La Mancha.
   Exterior con portada adintelada, columnas lisas, leones sobre ménsulas y blasones heráldicos. Patio de dos alturas, con columnas prismáticas, vigas barnizadas y balaustradas de madera. En los capiteles, escudos de las familias López de Ayala y Castañeda. Alfiz de yeserías gótico-mudéjares enmarcando las ventanas de unas estancias que lucen artesonados finamente decorados. Techumbre renacentista en la escalera de acceso desde el patio.
   En un ángulo, invisible para los funcionarios que por aquí transitan, muere de tristeza el brocal húmedo de un pozo.
   Saliendo del palacio, en la plaza del Conde, se alinea una colección de escaparates. Nos detendremos en el local Del Valle Anticuarios para admirar la belleza de las tallas y cuadros. Es una empresa especializada en pintura y escultura de alta época (hasta el siglo XVIII). En la tienda de artesanía J. Oliva encontramos las primeras labores de Lagartera vistas en nuestro recorrido. Son trabajos hechos a mano, mediante la técnica del deshilado y el bordado en tela de hilo. Bajando por San Juan de Dios, nos acercaremos a la calle Alamillos del Tránsito, pues allí conviene examinar con atención las piezas de cerámica que adornan las estanterías y paredes de la tienda Cerámica Santa Úrsula. El establecimiento produce sus propios objetos, elaborados con la técnica de cuerda seca y encuadrados dentro del arte mudéjar y el arte de influencia persa.

Miradores
   Frente a las tapias de la Sinagoga de Santa María la Blanca, en la calle de los Reyes Católicos, se alza la Fábrica de San José, edificio neomudéjar construido a finales del siglo XIX. Este inmueble de ladrillo fue diseñado por Luis Moraleda como taller de espadas y cuchillos, pasando más tarde a convertirse en fábrica de harinas. En la actualidad es un confortable establecimiento hotelero.
   Bajaremos por la travesía para acercarnos el mirador de Santa Ana. Más adelante existe otro mirador, conocido como el nombre de San Martín, que tiene vistas al puente donde se endulza el rumor sordo del Tajo con la música escondida en los versos de Garcilaso. Fragor del agua y sollozo cristalino. En unos azulejos se reproducen estrofas (égloga tercera) que escribió el poeta citado.
   El mirador de Santa Ana permite contemplar los “cárdenos riscos, cárceles del Tajo” que reflejó Tirso de Molina. Como una herida trazada entre las peñas, el agua, turbia y profunda, se remansa al llegar a la presa.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.

Enlace a la Entrada anterior de Toledo**:

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