310. TOLEDO, capital. Torre de las campanas de la catedral. |
311. TOLEDO, capital. Fachada principal de la catedral. |
312. TOLEDO, capital. Puerta del Perdón de la fachada principal de la catedral. |
313. TOLEDO, capital. Detalle de la puerta del Perdón de la fachada principal de la catedral. |
314. TOLEDO, capital. Puerta del Infierno o de la Torre en la fachada principal de la catedral. |
315. TOLEDO, capital. Puerta del Juicio o de los Escribanos en la fachada principal de la catedral. |
316. TOLEDO, capital. Exterior de la cap. del Corpus Christi de la catedral. |
317. TOLEDO, capital. La Torre de la catedral. |
318. TOLEDO, capital. La puerta Llana de la catedral. |
319. TOLEDO, capital. La puerta de los Leones de la catedral. |
320. TOLEDO, capital. Uno de los leones de la puerta homónima de la catedral. |
321. TOLEDO, capital. Otra perspectiva de la puerta de los Leones de la catedral. |
322. TOLEDO, capital. Zona absidial de la catedral. |
323. TOLEDO, capital. La puerta del Reloj de la catedral. |
324. TOLEDO, capital. Tímpano de la puerta del Reloj de la catedral. |
TOLEDO** (XXIV), capital de la provincia y de la comunidad: 17 de junio de 2018.
Catedral de Santa María**
Historia
Quizá sea la catedral el edificio donde mejor se plasma esa superposición de religiones y culturas que define la ciudad. Pues se levantó sobre el solar de la basílica visigoda y también sobre el espacio ocupado por la mezquita mayor islámica de los siglos X y XI.
En 1087, dos años después de la conquista de Toledo, la mezquita citada comenzó a utilizarse como iglesia cristiana tras ser consagrada como tal por el arzobispo Bernardo, de acuerdo con la reina Constanza y aprovechando la ausencia del monarca. En el siglo XIII y gracias al empeño del arzobispo Jiménez de Rada (1170-1247), se decidió edificar un nuevo templo que estuviera en consonancia con las necesidades de la sede primada.
Fue Fernando III el Santo quien tomó la decisión. En 1224 se inició el movimiento de tierras, en 1226 se colocó la primera piedra y en 1493 la última. Granito y piedra blanca de Olías. Fueron necesarios 265 años para poder terminarla.
Participaron en la construcción en el maestro Martín, en calidad de autor del proyecto y primer arquitecto; Petrus Petri (Pedro Pérez), a quien se debe la novedosa ubicación del coro en el centro del templo; Rodrigo Alonso, que levantó el claustro cuyo inicio se fecha en 1389; Alvar Gómez, maestro que en el siglo XV alzó gran parte de la fachada principal y de las torres; Juan Guas y Enrique Egas, quienes en 1492 finalizaron el cierre de las bóvedas.
A partir del siglo XVI, la catedral se enriqueció con nuevos espacios de culto, promovidos por un grupo de arzobispos estrechamente vinculados a la ciudad: Cisneros, Tavera y Silíceo. En el siglo XVII se añadieron varias capillas (Ochavo y el Sagrario), la sacristía mayor y sus dependencias anejas. En el siglo XVIII, Transparente, muchas reformas y alguna aportación neoclásica.
Este gran templo castellano inspirado en el gótico francés –que, además, presenta detalles mudéjares- tiene planta de salón con cinco naves, doble girola y crucero. Debe subrayarse el ingenio (no visto antes en otras catedrales españolas) con que el maestro Martín solventó el problema de cubrición que presentaba la doble girola: mediante la división del espacio trapezoidal existente en tramos rectangulares y triangulares. Pero no sólo resolvió un problema técnico, sino también económico, ya que la solución dada permitió abrir un gran número de capillas en la cabecera (concretamente, 15), capillas que, sufragadas por familias ricas e influyentes, ayudaron a la financiación de la obra.
No es ocioso subrayar que en este templo se da una exuberancia de altares, capillas, retablos, sepulcros, dependencias y obras de arte difícilmente igualable. Ello se debe al título de sede primada, título que, tanto en el momento de su fundación como a lo largo de su historia, le permitió gozar de una riqueza muy considerable, reflejada en el alto grado de ostentación y magnificencia con que se revestía el culto. Como prueba de ello y tal como señala José Luis Sancho en su Guía de visita. Catedral de Toledo, baste apuntar que en la sede primada se decían más de 36.000 misas al año y que el clero estaba formado por un arzobispo, 14 dignidades, 40 canónigos, 50 racioneros, 50 capellanes y varios canónigos adicionales que recibían el curioso nombre de extravagantes. Todo ello sin contar monaguillos, cantores, lectores y músicos.
Exterior
Dos torres enmarcan la fachada principal. La situada a la izquierda, que mide 90 metros de altura y se conoce con el nombre de torre de las campanas, fue comenzada en el siglo XIV por el maestro Alonso, proseguida por Alvar Gómez hasta el campanario y rematada con un prisma octogonal –pura filigrana de ojivas y pináculos- por Hanequín de Bruselas. En el último cuerpo se abren ocho ventanas, que permiten albergar otras tantas campanas. Todas las campanas de la catedral tienen nombre propio y marcan con su firma específica los latidos de bronce que desatan. Destaca, sobre todas, la popularmente llamada Campana Gorda, que mide tres metros de diámetro y pesa más de 17 toneladas. Fue fundida en 1753 por Alejandro Gargallo y está dedicada a san Eugenio.
Si bien la torre de las campanas pudo terminarse de acuerdo con el proyecto original, no le sucedió lo mismo a la situada a la derecha, que en el siglo XIV se quedó en la estructura cuadrada que forma el primer cuerpo, sobre la que Enrique Egas levantó en 1519 un lucernario de ventanas góticas. Un siglo más tarde y tras un incendio, se cubrió la estructura mediante una cúpula de piedra trazada por Jorge Manuel Theotocópuli, hijo de El Greco.
Escoltada por las torres, se levanta la fachada principal, que fue iniciada por Alvar Gómez hacia 1418. A cualquier observador le puede sorprender la falta de unidad y armonía estilística que en ella se aprecia. Eso es debido a que los elementos góticos de la misma se encuentran ubicados en las puertas propiamente dichas (esculturas y arquivoltas), mientras que todo el cuerpo alto es fruto de una reforma introducida en el siglo XVII. Además, todo el conjunto fue restaurado en el siglo XVIII por Eugenio Durango.
Hecha esta observación, podemos decir que la fachada tiene tres portadas: la central, llamada del Perdón, que se adorna en las jambas con imágenes de los doce apóstoles y en el parteluz con la figura del Salvador; la situada a la izquierda, denominada del Infierno o de la Torre a causa del motivo del Infierno esculpido en el tímpano o de su proximidad a la torre; y la situada a la derecha, conocida con el nombre del Juicio o de los Escribanos por el motivo escultórico del Juicio Final reflejado en el tímpano o porque por ella accedían los escribanos de la ciudad cuando se disponían a jurar su cargo.
En la portada del Perdón, los apóstoles de las jambas no conversan entre sí tratando materias de actualidad o de doctrina, sino que sólo miran. Unos atisban los arcos del Ayuntamiento, las figuras tenantes del palacio Arzobispal o las rejas que custodian el atrio; otros examinan la imagen del parteluz, la Descensión que se desarrolla en el tímpano o el conjunto de castillos y leones que adornan los muros de la puerta. Sólo algunos observan, desconcertados, las muchedumbres que atraviesan la plaza con paso apresurado.
Conviene destacar las espléndidas puertas que cierran la portada principal. Sus hojas fueron recubiertas en 1337 por unas láminas de bronce decoradas con dibujos de castillos y leones, así como con franjas pobladas de fantasías geométricas y vegetales. Las puertas del Perdón sólo se abren en fechas señaladas y en las grandes solemnidades.
En la parte superior de la portada central se aloja una Última Cena, del siglo XVIII, debida a Mariano Salvatierra.
Describiremos a continuación las otras puertas que posee el templo. En la fachada principal se abre, junto a la torre de las campanas, la puerta del Mollete, así llamada por el “mollete” o panecillo que aquí se repartía a los pobres. Por ella se puede acceder al claustro.
En el muro sur se localiza la puerta Llana, denominada de esta forma por carecer de escalones y ser lugar de salida para las carrozas de las procesiones. Fue abierta en el año 1800 por Ignacio Haan, quien diseñó una obra neoclásica de orden jónico. Algo más adelante, comunicando el brazo sur del crucero con la calle del cardenal Cisneros, se encuentra la puerta de los Leones, que se conoce con este nombre por la presencia de las seis figuras que rematan las columnas de la verja. Fue labrada y construida en el siglo XV por un grupo de artistas y arquitectos relevantes: Hanequín de Bruselas, Egas, Cueman, Juan Guas y Juan Alemán, autor este último de los apóstoles y de la Virgen que sueña en el parteluz. Son especialmente interesantes las láminas de bronce que recubren las dos hojas de la puerta, así como los aldabones, obra muy notable del rejero Francisco de Villalpando, artífice presente en otros lugares de la catedral, quien recibió el encargo de su forja en 1551.
Situados ya en el muro norte, en el extremo del crucero se abre la puerta del Reloj, que, además del citado, acumula un caudal no despreciable de otros nombres (de los Reyes, del Niño Perdido, de las Ollas, de la Chapinería y de la Feria), otorgados bien en función de los motivos iconográficos desarrollados en el tímpano, bien por la cercanía de unos fabricantes de chapines o la proximidad de la calle en que se celebraba una feria. La puerta del Reloj es la más antigua de la catedral, pues fue construida a comienzos del siglo XIV. Tímpano decorado con fajas que narran escenas de la vida de Jesús y de María. Parteluz con imagen de la Virgen y el Niño. Jambas con esculturas labradas a mediados del siglo XV por Juan Alemán.
Por encargo del cardenal Mendoza, la reja que cierra el atrio fue forjada en 1482 por el maestro Pablo y más tarde, en el siglo XVIII, trasladada a este lugar desde la capilla de San Pedro.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.
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