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viernes, 23 de agosto de 2019

2714. TOLEDO** (XXX), capital: 17 de junio de 2018.

379. TOLEDO, capital. Piezas de orfebrería en el tesoro de la catedral.
380. TOLEDO, capital. Vitrina con cruces de orfebrería, en el tesoro de la catedral.
381. TOLEDO, capital. Retrato del papa Paulo III en el tesoro de la catedral.
382. TOLEDO, capital. San Juan Bautista de la escuela andaluza en el tesoro de la catedral.
383. TOLEDO, capital. San Juan Bautista de Caravaggio, en el tesoro de la catedral.
384. TOLEDO, capital. Escultura de la Piedad en el tesoro de la catedral.
385. TOLEDO, capital. Pinturas de Luis de Morales "El Divino" en el tesoro de la catedral.
386. TOLEDO, capital. Patio de la catedral.
387. TOLEDO, capital. Retablo de Sta. Teresa de Jesús en el tesoro de la catedral.
388. TOLEDO, capital. Acceso a la capilla de la Torre, en la catedral.
389. TOLEDO, capital. La custodia de Arfe, en la catedral.
390. TOLEDO, capital. Otra perspectiva de la custodia de Arfe, en la capilla de la Torre, de la catedral.
391. TOLEDO, capital. Una de las pandas del claustro de la catedral.
392. TOLEDO, capital. Puerta de Sta. Catalina del claustro de la catedral.
393. TOLEDO, capital. Puerta de la capilla de San Blas, en el claustro de la catedral.
394. TOLEDO, capital. Pinturas murales en el interior de la capilla de San Blas, de la catedral.
395. TOLEDO, capital. Sepulcros de la capilla de San Blas, en la catedral.
396. TOLEDO, capital. Otra perspectiva de las pinturas murales de la capilla de San Blas, en la catedral.
397. TOLEDO, capital. La torre, desde el claustro de la catedral.
TOLEDO** (XXX), capital de la provincia y de la comunidad: 17 de junio de 2018.
Catedral**
Interior
   Tesoro. Aunque Sigue conservándose la mayor parte en el Ochavo, capilla barroca que no se puede visitar, desde comienzos del siglo XX se guardan las piezas más sobresalientes del tesoro en la llamada capilla de la Torre. Lo que bajo una techumbre de mocárabes se expone en el lugar citado constituye una muestra representativa de la calidad, riqueza y excelencia que alcanza el tesoro de la catedral.
   Pieza capital de la estancia es la Custodia procesional de Enrique Arfe, realizada entre 1517 y 1524. Pero lo que habitualmente se conoce con este nombre se compone de dos partes: el ostensorio interior y el templete exterior que lo envuelve. Según se recoge en los textos, el ostensorio, finísima pieza de oro de finales del siglo XV atribuída a Pedro Vigil o Fray Juan de Segovia, fue hecho labrar por Isabel la Católica con la primera remesa de oro que llegó del Nuevo Mundo.
   El templete gótico exterior fue encargado a Arfe por el cardenal Cisneros para cobijar el riquísimo ostensorio que el propio cardenal había comprado tras la muerte de la reina. Concebido como si fuera una torre catedralicia, asombran tanto las cifras relacionadas con su elaboración como el arte extremado que encierra. Mide dos metros y medio de alto; está compuesto por 5.600 piezas unidas por 12.500 tornillos; posee 250 estatuas de pequeño tamaño. En toda su estructura, hay repartidos unos 18 kilos de oro, 183 de plata y muchas piedras preciosas. El lujo desbordante y el arte más refinado se alían en esta pieza extraordinaria, “acaso la más ostentosa alhaja que puede contemplarse en la cristiandad”, según la atinada valoración del marqués de Lozoya.
   La custodia se articula mediante una sucesión de alturas hasta llegar a la cruz de diamantes, que fue añadida en 1600 como remate final de la composición. Una serie de pilastras riquísimamente decoradas y minuciosamente labradas sujeta el cuerpo de la bóveda. Es muy meritorio el trabajo de filigrana, la perfección y miniatura de las imágenes, los detalles microscópicos, el calado de pináculos. La custodia procesional de Arfe es una obra portentosa que parece haber sido hecha por ángeles.
   En el apartado bibliográfico, destaca la Biblia de San Luis (1228-1234), que fue copiada e iluminada en el siglo XIII para el rey de Francia San Luis y acabó en las manos de Alfonso X.  Es también interesante la corona de la Virgen del Sagrario, patrona de Toledo, cuya base es del siglo XV.

   Claustro. Se accede al claustro por la puerta del Mollete. Nada más bajar las escaleras se encuentra el visitante con crujías de cinco tramos cubiertas con bóvedas de crucería. Amplias, solemnes y espaciosas, se hallan separadas del jardín por una reja colocada en el siglo XVIII que, en los puntos centrales, se adorna con escudo episcopal.
   Se construyó este claustro ocupando una parte de la antigua Alcaná, es decir, una zona comercial llena de tiendas y talleres, poblada y controlada por judíos, que perdió muchas de sus casas para dejar sitio a la nueva edificación. Ésta se inició (el claustro bajo) a finales del siglo XIV, en tiempos del arzobispo Tenorio, y se terminó en 1425. Las paredes se adornaron con una serie de pinturas murales realizadas por Pedro Berruguete y otros artistas de la época, pero a finales del siglo XVIII, debido al deterioro que había causado la humedad, fueron reemplazadas por otras de Francisco Bayeu y Salvador Maella. Lamentablemente, algunas han corrido la misma suerte que las anteriores.
   El claustro alto fue mandado construir por el cardenal Cisneros con objeto de que el copioso colectivo de canónigos pudiera vivir en comunidad. De acuerdo con esta idea, se edificaron galerías adinteladas con columnas, zapatas y vigas de madera.
   Este claustro toledano, lugar de paseo para clérigos e hidalgos según la literatura de la época, y centro del reparto de agua cuando se secaban las fuentes y había que acudir a los aljibes catedralicios, ha sido elegido por algunos escritores como escenario donde situar ciertas páginas de nuestra literatura. Así, Cervantes, tras mencionar que “estando yo un día en el Alcaná de Toledo” (I, 9), encontró en el barrio judío el manuscrito arábigo que contenía la historia del Quijote, sitúa en el claustro el rincón al que se aparta con el morisco aljamiado para acordar la traducción. Asimismo, Blasco Ibáñez ubica en el claustro alto –llamado las Claverías- el escenario de su novela La Catedral.
   Si se halla desembarazado de turistas, puede el visitante recorrer las crujías para atisbar el curso de la luz y oír el bullicio de los pájaros. También pude detenerse ante la puerta plateresca de la Presentación, abierta en el primer tramo de la galería meridional, obra de Antonio de Covarrubias. Y, a continuación, ante la puerta gótica de Santa Catalina, construía en el siglo XIV y reformada a mediados del XV por Hanequín de Bruselas.
   Actualmente se puede visitar la capilla de San Blas, promovida a finales del siglo XIV por el arzobispo don Pedro Tenorio. Tras la restauración efectuada con motivo de la exposición sobre Isabel la Católica, se pueden admirar unos frescos de vivo colorido e interés artístico que se inscriben en la mejor tradición giottesca y glosan diversas escenas bíblicas como la Anunciación, la Adoración de los pastores y la Crucifixión. Se atribuye su autoría los pintores florentinos Gerardo Starnina y Nicolás de Antonio.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.

Enlace a la Entrada anterior de Toledo**:
2713. TOLEDO** (XXIX), capital: 17 de junio de 2018.

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