213. TOLEDO, capital. Un rincón cercano a la plaza de las Capuchinas. |
214. TOLEDO, capital. Otro de los callejones próximos a la plaza de las Capuchinas. |
215. TOLEDO, capital. La igl. de la Purísima Concepción, del cvto. de Capuchinas. |
216. TOLEDO, capital. Portada principal de la igl. de la Purísima Concepción, del cvto. de Capuchinas. |
217. TOLEDO, capital. Portada renacentista de la Casa de Mesa. |
218. TOLEDO, capital. Portada lateral de la Casa de Mesa. |
219. TOLEDO, capital. Ante la igl. de San Román. |
220. TOLEDO, capital. Interior de la igl. de San Román. |
221. TOLEDO, capital. Arcos de herradura de la igl. de San Román. |
222. TOLEDO, capital. Pinturas murales de la igl. de San Román. |
223. TOLEDO, capital. Pilastra visigoda en el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, en la igl. de San Román. |
224. TOLEDO, capital. Otra imagen del interior de la igl. de San Román. |
225. TOLEDO, capital. Toledo, en el interior de la igl. de San Román. |
226. TOLEDO, capital. Otra imagen del interior de la igl. de San Román. |
227. TOLEDO, capital. La cap. de los Niño de Ribera en la igl. de San Román. |
228. TOLEDO, capital. Otra visión del interior de la igl. de San Román. |
229. TOLEDO, capital. Copia del tesoro de Guarrazar, en el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, en el interior de la igl. de San Román. |
230. TOLEDO, capital. Otra imagen más del interior de la igl. de San Román. |
231. TOLEDO, capital. Sarcófago del Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda en el interior de la igl. de San Román. |
232. TOLEDO, capital. Una última imagen del interior de la igl. de San Román. |
TOLEDO** (XIX), capital de la provincia y de la comunidad: 16 de junio de 2018.
Plaza de las Capuchinas
Desde la plaza de Santo Domingo el Antiguo se llega a la de las Capuchinas siguiendo la calle de San Ildefonso. En el número 8 de la misma, un azulejo recuerda que los hermanos Bécquer vivieron en esta casa desde octubre de 1868 a diciembre de 1869. Por encima de la tapia sobresalen las ramas del laurel que el autor de las Rimas plantó. Afirman los biógrafos de Bécquer que en este inmueble el poeta sevillano reescribió el Libro de los gorriones perdido en el saqueo de la casa de González Bravo.
A modo de patio conventual, un callejón con rejas oxidadas, escudos barrocos y puertas muy antiguas prepara la entrada al torno del convento de Capuchinas fundado en el siglo XVII por el cardenal Pascual de Aragón. La iglesia monástica, levantada de acuerdo con las trazas de Bartolomé Sombigo, acoge la capilla funeraria del prelado y guarda en su interior algunas obras de arte, entre las que destaca el Cristo crucificado de Tristán.
También el eclesiástico habitó la casa que flanquea el callejón, en donde languidece un patio del siglo XVII. Tres pisos, planta irregular y unas balaustradas de madera que conviven con las paredes que ciegan algunas galerías. La luz de la mañana muestra la ropa puesta a secar mientras el tiempo se acumula en paredes y vigas.
Desde la plaza de Santo Domingo el Antiguo se llega a la de las Capuchinas siguiendo la calle de San Ildefonso. En el número 8 de la misma, un azulejo recuerda que los hermanos Bécquer vivieron en esta casa desde octubre de 1868 a diciembre de 1869. Por encima de la tapia sobresalen las ramas del laurel que el autor de las Rimas plantó. Afirman los biógrafos de Bécquer que en este inmueble el poeta sevillano reescribió el Libro de los gorriones perdido en el saqueo de la casa de González Bravo.
A modo de patio conventual, un callejón con rejas oxidadas, escudos barrocos y puertas muy antiguas prepara la entrada al torno del convento de Capuchinas fundado en el siglo XVII por el cardenal Pascual de Aragón. La iglesia monástica, levantada de acuerdo con las trazas de Bartolomé Sombigo, acoge la capilla funeraria del prelado y guarda en su interior algunas obras de arte, entre las que destaca el Cristo crucificado de Tristán.
También el eclesiástico habitó la casa que flanquea el callejón, en donde languidece un patio del siglo XVII. Tres pisos, planta irregular y unas balaustradas de madera que conviven con las paredes que ciegan algunas galerías. La luz de la mañana muestra la ropa puesta a secar mientras el tiempo se acumula en paredes y vigas.
Plaza de Padilla
La plaza de Padilla concita resonancias literarias y ecos comuneros, pues aquí tuvieron su casa Garcilaso de la Vega y también Juan de Padilla y su esposa María de Pacheco.
La vivienda donde en 1501 nació Garcilaso de la Vega se ubicaba en la calle de su nombre, en el solar que hoy ocupa un centro cívico. Una placa dedicada al príncipe de los poetas líricos castellanos lo recuerda. Debió ser una mansión señorial de relevancia, ya que la familia del poeta y caballero gozaba de buena posición y en ella se alojó Germana de Foix, reina viuda de Fernando el Católico, cuando fue a visitar al Emperador. El rasgueo del cálamo al escribir las églogas todavía puede oírse, y más cuando se habla del dulce lamentar de dos pastores o de ninfas que bordan sus tapices.
Gran parte del espacio que ahora ofrece la plaza lo ocupaba hasta 1523 la mansión del regidor e hidalgo toledano Juan de Padilla, que llegó a ser capitán general de las huestes comuneras y murió decapitado en Valladolid. Para castigar su actuación en el levantamiento, su casa –en la que también vivió María de Pacheco- fue derribada por orden de Carlos V, y el solar sembrado de sal.
Iglesia de San Román*
En el centro de la plaza de San Román hay una estatua dedicada a Garcilaso de la Vega. Desde ese punto el poeta recita silvas y sonetos a la portada de San Pedro Mártir, a la cúpula grandilocuente de San Ildefonso y a las yeserías mudéjares de la Casa de Mesa.
Tal como revela un documento mozárabe, se sabe que la iglesia de San Román ya existía en 1125. Aunque ciertas hipótesis defienden que el edificio del siglo XII al que alude el documento se habría levantado sobre un templo visigodo más tarde convertido en mezquita (y éste, a su vez, sobre una construcción romana), es muy probable que el aspecto actual de la iglesia se deba a la reconstrucción efectuada en 1221 por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada. Sean como fueren sus orígenes y su historia constructiva, se considera que la iglesia de San Román es uno de los edificios religiosos de estilo mudéjar más antiguo y mejor conservado de Toledo.
Exterior encajonado entre los muros de San Pedro Mártir, con paredes de ladrillo y de mampostería. Torre de planta cuadrada, que luce arcos de herradura inscritos en otros lobulados, arquillos ciegos y ventanas. Se asegura que, desde esta torre, el noble toledano Esteban Illán –enterrado en la iglesia- proclamó rey de Castilla a Alfonso VIII cuando éste contaba 14 años, poniendo fin, con este acto de osadía, a los constantes enfrentamientos protagonizados por los Castro y los Lara, quienes con sus disputas por la tutoría estaban desangrando el reino.
Planta basilical de tres naves, con grandes arcos de herradura de tipo califal apoyados en pilastras de ladrillo que llevan adosadas columnas de mármol. Capiteles visigodos y mozárabes, tal vez procedentes del templo anterior y reutilizados en éste. Techumbres de madera. En el siglo XVI, Covarrubias reformó la cabecera y creó una capilla en la nave central, que cubrió con cúpula de casetones en el primer tramo, con bóveda de cañón en el segundo y con crucería gótica en el ábside.
En su interior, de gran belleza, sorprende la presencia de pinturas murales. Son del siglo XIII y fueron descubiertas en uno trabajos de limpieza efectuados en los años 40 del pasado siglo. Aunque alguna está deteriorada, el conjunto es considerado por los especialistas como extremadamente valioso. Se advierten en las pinturas tres estilos diferentes. Las figuras frontales que, hieráticas y majestuosas, aparecen en los intradoses de los arcos reflejando la imagen de obispos y santos (san Bernardo, san Benito, san Nicolás, san Martín, san Ambrosio, san Leandro) corresponderían a un maestro que desarrolló su arte en el primer tercio del siglo XIII. Las pinturas que muestran grandes escenas como la de los Evangelistas en sus pupitres, el Paraíso o la Resurrección de los muertos, todas ellas realizadas con un estilo más ágil, ingenuo y expresivo, corresponderían a un segundo maestro. Finalmente, quedaría el estilo propiamente mudéjar, que fue empleado para adornar los huecos, paredes y arcos utilizando para ello atauriques, lacerías e inscripciones (con caracteres árabes y cristianos). Llega en su audacia este maestro a pintar dovelas que no existen en los arcos.
Las pinturas murales de San Román tienen la importancia y el atractivo de ser las únicas –junto a las halladas en la mezquita del Cristo de la Luz- que de esta época se conservan en la ciudad. Reflejan cómo debía estar decorado el interior de las iglesias mudéjares toledanas.
El Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, creado en 1969 tras una completa restauración, contiene piezas de gran interés como las reproducciones de una parte del tesoro de Guarrazar, restos arqueológicos y objetos encontrados en necrópolis: broches, hebillas, fíbulas, aretes, collares, monedas, un jarro litúrgico y una patena de bronce. Abundan los fragmentos: de impostas, frisos, canceles y hornacinas. Y también existen cimacios, columnas, pilastras y capiteles de mármol.
A lo anterior se han incorporado últimamente los objetos hallados en una tumba de la necrópolis visigoda de Boadilla de Arriba (Illescas), así como una reproducción del sarcófago de Layos (siglo IV d.C.).
En la capilla que construyó Covarrubias por encargo de la familia Niño de Ribera se puede contemplar un retablo plateresco, de madera dorada y policromada, ejecutado en 1552 por Diego de Velasco, discípulo de Berruguete. Representa escenas de la vida de Cristo y se corona por un Calvario en el ático.
La plaza de Padilla concita resonancias literarias y ecos comuneros, pues aquí tuvieron su casa Garcilaso de la Vega y también Juan de Padilla y su esposa María de Pacheco.
La vivienda donde en 1501 nació Garcilaso de la Vega se ubicaba en la calle de su nombre, en el solar que hoy ocupa un centro cívico. Una placa dedicada al príncipe de los poetas líricos castellanos lo recuerda. Debió ser una mansión señorial de relevancia, ya que la familia del poeta y caballero gozaba de buena posición y en ella se alojó Germana de Foix, reina viuda de Fernando el Católico, cuando fue a visitar al Emperador. El rasgueo del cálamo al escribir las églogas todavía puede oírse, y más cuando se habla del dulce lamentar de dos pastores o de ninfas que bordan sus tapices.
Gran parte del espacio que ahora ofrece la plaza lo ocupaba hasta 1523 la mansión del regidor e hidalgo toledano Juan de Padilla, que llegó a ser capitán general de las huestes comuneras y murió decapitado en Valladolid. Para castigar su actuación en el levantamiento, su casa –en la que también vivió María de Pacheco- fue derribada por orden de Carlos V, y el solar sembrado de sal.
Casa de Mesa*
Asomándose a la
plaza, la Casa de Mesa presenta dos entradas:
la principal, renacentista e inspirada en modelos italianos, con arco de
medio punto escoltado por sillares de granito y ventana flanqueada por
escudos, la lateral, que luce bajo el tejaroz una espléndida labor de
yeserías.
Este palacio
construido en el siglo XIV y reformado en siglos posteriores se llama de Mesa
porque fue esta familia la propietaria del inmueble en el siglo XVII. Otros dueños
había tenido anteriormente, entre ellos el caballero don Esteban Illán,
alcalde mayor de Toledo, y Rodrigo Manrique, maestre de Santiago y padre del
autor de las Coplas a la muerte de mi
padre. Lo fue también el cardenal Silíceo, que quiso instalar el colegio de
Doncellas Nobles, y más tarde don Ares Pardo de Tavera, señor de Malagón, quien
el siglo XVI remodeló la mansión y dio cobijo en ella a Santa Teresa de Jesús
cuando la religiosa reformadora y mística se acercó a la ciudad.
Tras destinarse a
usos diversos en los siglos pasados, en la actualidad es la sede de la Real
Academia de Bellas Artes de Toledo, la cual celebra sus sesiones en el famoso
salón de Mesa, sala de honor de este palacio toledano. Es ésta una estancia
mudéjar cubierta con un artesonado de siete paños y excelente factura, y
adornada por bellísimas yeserías –de estilo naturalista- que encierran motivos
geométricos y vegetales. La techumbre, fechable en la segunda mitad del siglo
XIV, muestra unos originales lazos de doce zafates inscritos en cuadrados. Las
yeserías se concentran en un amplio friso superior que corre debajo de la
techumbre y despliega su máximo esplendor ornamental en la portada del arco de
ingreso, lugar donde destacan las cinco ventanitas con celosías fingidas. Como
afirma Basilio Pavón, en el salón de Mesa se marca el momento culminante del
estilo mudéjar naturalista de Toledo. En el siglo XVI, se añadió al salón un
friso de azulejos.
Posee también la
casa un patio de galería adintelada y una antesala que esconde un techo plano
con decoración de lazo, realizado al inicio del siglo XV. El patio, que
concentra zureos de paloma y latidos de campana, muestra en sus dinteles y
fachas las huellas que va dejando el tiempo.
Iglesia de San Román*
En el centro de la plaza de San Román hay una estatua dedicada a Garcilaso de la Vega. Desde ese punto el poeta recita silvas y sonetos a la portada de San Pedro Mártir, a la cúpula grandilocuente de San Ildefonso y a las yeserías mudéjares de la Casa de Mesa.
Tal como revela un documento mozárabe, se sabe que la iglesia de San Román ya existía en 1125. Aunque ciertas hipótesis defienden que el edificio del siglo XII al que alude el documento se habría levantado sobre un templo visigodo más tarde convertido en mezquita (y éste, a su vez, sobre una construcción romana), es muy probable que el aspecto actual de la iglesia se deba a la reconstrucción efectuada en 1221 por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada. Sean como fueren sus orígenes y su historia constructiva, se considera que la iglesia de San Román es uno de los edificios religiosos de estilo mudéjar más antiguo y mejor conservado de Toledo.
Exterior encajonado entre los muros de San Pedro Mártir, con paredes de ladrillo y de mampostería. Torre de planta cuadrada, que luce arcos de herradura inscritos en otros lobulados, arquillos ciegos y ventanas. Se asegura que, desde esta torre, el noble toledano Esteban Illán –enterrado en la iglesia- proclamó rey de Castilla a Alfonso VIII cuando éste contaba 14 años, poniendo fin, con este acto de osadía, a los constantes enfrentamientos protagonizados por los Castro y los Lara, quienes con sus disputas por la tutoría estaban desangrando el reino.
Planta basilical de tres naves, con grandes arcos de herradura de tipo califal apoyados en pilastras de ladrillo que llevan adosadas columnas de mármol. Capiteles visigodos y mozárabes, tal vez procedentes del templo anterior y reutilizados en éste. Techumbres de madera. En el siglo XVI, Covarrubias reformó la cabecera y creó una capilla en la nave central, que cubrió con cúpula de casetones en el primer tramo, con bóveda de cañón en el segundo y con crucería gótica en el ábside.
En su interior, de gran belleza, sorprende la presencia de pinturas murales. Son del siglo XIII y fueron descubiertas en uno trabajos de limpieza efectuados en los años 40 del pasado siglo. Aunque alguna está deteriorada, el conjunto es considerado por los especialistas como extremadamente valioso. Se advierten en las pinturas tres estilos diferentes. Las figuras frontales que, hieráticas y majestuosas, aparecen en los intradoses de los arcos reflejando la imagen de obispos y santos (san Bernardo, san Benito, san Nicolás, san Martín, san Ambrosio, san Leandro) corresponderían a un maestro que desarrolló su arte en el primer tercio del siglo XIII. Las pinturas que muestran grandes escenas como la de los Evangelistas en sus pupitres, el Paraíso o la Resurrección de los muertos, todas ellas realizadas con un estilo más ágil, ingenuo y expresivo, corresponderían a un segundo maestro. Finalmente, quedaría el estilo propiamente mudéjar, que fue empleado para adornar los huecos, paredes y arcos utilizando para ello atauriques, lacerías e inscripciones (con caracteres árabes y cristianos). Llega en su audacia este maestro a pintar dovelas que no existen en los arcos.
Las pinturas murales de San Román tienen la importancia y el atractivo de ser las únicas –junto a las halladas en la mezquita del Cristo de la Luz- que de esta época se conservan en la ciudad. Reflejan cómo debía estar decorado el interior de las iglesias mudéjares toledanas.
El Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, creado en 1969 tras una completa restauración, contiene piezas de gran interés como las reproducciones de una parte del tesoro de Guarrazar, restos arqueológicos y objetos encontrados en necrópolis: broches, hebillas, fíbulas, aretes, collares, monedas, un jarro litúrgico y una patena de bronce. Abundan los fragmentos: de impostas, frisos, canceles y hornacinas. Y también existen cimacios, columnas, pilastras y capiteles de mármol.
A lo anterior se han incorporado últimamente los objetos hallados en una tumba de la necrópolis visigoda de Boadilla de Arriba (Illescas), así como una reproducción del sarcófago de Layos (siglo IV d.C.).
En la capilla que construyó Covarrubias por encargo de la familia Niño de Ribera se puede contemplar un retablo plateresco, de madera dorada y policromada, ejecutado en 1552 por Diego de Velasco, discípulo de Berruguete. Representa escenas de la vida de Cristo y se corona por un Calvario en el ático.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.
Enlace a la Entrada anterior de Toledo**:
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