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lunes, 19 de agosto de 2019

2710. TOLEDO** (XXVI), capital: 17 de junio de 2018.

334. TOLEDO, capital. Capilla mayor de la catedral.
335. TOLEDO, capital. Reja de la capilla mayor de la catedral.
336. TOLEDO, capital. Remate de la reja de la capilla mayor de la catedral.
337. TOLEDO, capital. Uno de los púlpitos de la capilla mayor de la catedral.
338. TOLEDO, capital. Retablo mayor de la catedral.
339. TOLEDO, capital. Sepulcros en la capilla mayor de la catedral.
340. TOLEDO, capital. Reja del coro de la catedral.
341. TOLEDO, capital. Virgen con el Niño que preside el coro de la catedral.
342. TOLEDO, capital. Perspectiva de parte del coro de la catedral.
343. TOLEDO, capital. Uno de los sitiales de la sillería baja del coro de la catedral.
344. TOLEDO, capital. Una de las misericordias de la sillería baja del coro de la catedral.
345. TOLEDO, capital. Detalle de la sillería del coro de la catedral.
346. TOLEDO, capital. Otro detalle de la sillería del coro de la catedral.
347. TOLEDO, capital. Sillería alta con el sitial arzobispal del coro de la catedral.
348. TOLEDO, capital. Algunos de los sitiales de la sillería alta del coro de la catedral.
TOLEDO** (XXVI), capital de la provincia y de la comunidad: 17 de junio de 2018.
Catedral**
Interior
   Capilla mayor. Antes de asomarnos a la capilla mayor, conviene detenerse a admirar la soberbia reja que la cierra. Es obra del gran artífice Francisco de Villalpando, quien recibió el encargo en 1538 y necesitó diez años para terminarlo. Consta de dos cuerpos y cinco calles, y se remata con las armas de Carlos V, de la catedral y del cardenal Silíceo. Forman parte del conjunto los dos púlpitos, también de Villalpando, quien en ellos extremó su maestría. Tienen forma octogonal, fueron forjados en bronce y contienen figuras y relieves.
   Desde el punto de vista arquitectónico, la capilla mayor que hoy podemos ver es fruto de las reformas introducidas por Cisneros. Llama la atención encontrar, bajo los ventanales góticos, un friso de galerías mudéjares, construidas en el siglo XIII, con arcos de herradura lobulados. Es un detalle de la influencia ejercida por el arte mudéjar en este templo gótico de inspiración francesa.
   Tras la reja, se hallan varios sepulcros y el altar mayor. Yacen en el muro izquierdo Alfonso VII el “Emperador” y su esposa doña Berenguela,  en el derecho Sancho III y Sancho IV en compañía de sus esposas respectivas. También descansan en el presbiterio tres infantes y el cuarto rey de Portugal, quien puede explicar su presencia en este panteón porque murió en Toledo el año 1248. Pero la pieza funeraria  más interesante desde el punto de vista artístico no corresponde a un monarca sino a un prelado. Se trata del sepulcro renacentista del cardenal Mendoza, atribuido a Doménico Fancelli por unos autores y relacionado con Andrea Sansovino por otros. Sea quien fuere el artífice, es una de las obras más tempranas que se labraron en España siguiendo los cánones del renacimiento italiano y por eso, según los estudiosos, contribuyó decisivamente a la introducción de este estilo.
   Sin duda alguna, el altar mayor puede ser calificado de joya extraordinaria. Ejecutado en madera de alerce, entre los años 1498 y 1504, fue trazado por Petit Jean, dirigido por Enrique Egas y Pedro Gumiel, y tallado, entre otros, por Felipe de Borgoña, Diego Copín y Sebastián de Almonacid. Se encargaron del dorado y la policromía Juan de Borgoña y Francisco de Amberes. Tantos y tan relevantes artistas fueron necesarios para alumbrar uno de los grandes retablos españoles de finales del siglo XV. Predela, tres cuerpos de geometría variable y cinco calles con escenas cuyo tamaño va siendo definido por la altura de los doseletes. Un Calvario en el ático corona la composición. En este fastuoso universo de imágenes se representan motivos relacionados con la vida de Jesús.
   Enfrentada a la reja que cierra el presbiterio se encuentra la que cierra el coro, también valiosa y renombrada. Diego de Céspedes la forjó entre 1541 y 1548.

Coro. El coro, que se adecua en calidad artística, grandiosidad y dimensiones tanto a la riqueza de la catedral primada como al número de integrantes del cabildo, es uno de los mejores de España. Consta de sillería baja y alta. La baja, destinada a los canónigos extravagantes, capellanes, cantores y prebendados poco ágiles de movimientos, fue tallada a finales del siglo XVI por Rodrigo Alemán. Ofrece 54 sitiales con escenas de la guerra de Granada en los respaldos. Por lo general, las escenas contienen representaciones de la fortaleza que se asalta (muros, almenas, torreones) y detalles del ejército que está a punto de tomarla. Profusión de lanzas, muchedumbre de guerreros a caballo. Episodios de lucha: soldados trepando por escalas, disparando sus armas, blandiendo las espadas. Todos los relieves manifiestan una visible carga de expresividad y dinamismo.
   Conviene no olvidarse de las misericordias. Puebla los bajos de la sillería una copiosa fauna de siluetas, unas asemejándose a animales y otras aproximándose a lo humano. Sirenas de doble cola, dieras osadas (reconocibles unas, otras fantásticas), monjes y doncellas. Unas se enzarzan en peleas, otras zahieren vicios y otras se muestran en postura escatológica. En muchas se advierten detalles de audacia y fantasía, como si su autor se hubiera inspirado en el mundo onírico del Bosco. No menor interés encierra el universo de figuras que se plasma en los brazos de los asientos, en los pasamanos de las escaleras o en los zócalos. Escenas o animales perfilados con libertad y atrevimiento.
   Los 70 sitiales de la sillería alta fueron tallados en madera de nogal por Felipe Vigarny y Alonso Berruguete entre 1539 y 1543. Cada uno de los artífices ejecutó 35 sillas, correspondiéndole a Vigarny el llamado coro del Deán (mitad derecha mirando al fondo del coro) y a Berruguete el llamado coro del Arzobispo (mitad izquierda). Ambas mitades de la sillería, que estaban destinadas al arzobispo, racioneros y canónigos más antiguos, desarrollan una amplia iconografía relacionada con el Antiguo Testamento. Hay algo en esta parte del coro que lo aleja de los modelos vistos en otras catedrales y le otorga una riqueza y complejidad especial. Se trata de la cornisa superior –con figuras de alabastro- situada por encima de las sillas. Cada uno de los sitiales se halla enmarcado por un arco de medio punto que sujeta las imágenes de la cornisa y, a su vez, es sostenido por dos columnas de mármol. En la cornisa superior del coro, realizada en relieves de alabastro, se representan los patriarcas que integran el árbol genealógico de Cristo.
   Alonso de Berruguete esculpió también, en alabastro, el valioso grupo escultórico de la Transfiguración de Jesús, situado encima de la silla arzobispal.
   Movamos la vista hacia los órganos. El de la izquierda, barroco, está fechado en 1758 y se debe a Pedro Liborna. El situado a la derecha, neoclásico, es de José Berdalonga, quien lo acabó en 1797.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.

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