233. TOLEDO, capital. Una de las portadas del cvto. de San Pedro Mártir. |
234. TOLEDO, capital. Portada plateresca del cvto. de San Clemente. |
235. TOLEDO, capital. Otra portada del cvto. de San Clemente. |
236. TOLEDO, capital. Puerta de las bestias del cvto. de San Pedro Mártir. |
237. TOLEDO, capital. En la portada del cvto. de Madre de Dios. |
238. TOLEDO, capital. Claustro del cvto. de Madre de Dios. |
239. TOLEDO, capital. La igl. de San Vicente. |
240. TOLEDO, capital. Interior de la igl. de San Vicente, hoy Círculo de Arte.Toledo. |
241. TOLEDO, capital. El antiguo abside de la igl. de San Vicente, hoy escenario del Círculo de Arte.Toledo. |
242. TOLEDO, capital. Bóveda de una de las capillas de la igl. de San Vicente. |
243. TOLEDO, capital. En el interior de la igl. de San Vicente, hoy Círculo de Arte.Toledo. |
244. TOLEDO, capital. Vista exterior del ábside de la igl. de San Vicente. |
TOLEDO** (XX), capital de la provincia y de la comunidad: 16 de junio de 2018.
Convento de San Pedro Mártir*
Este antiguo y gran convento de la orden dominica, hoy convertido en facultad universitaria, refleja fielmente, en su arquitectura y en los usos sociales a los que ha estado destinado, las transformaciones sufridas por la ciudad a lo largo de la historia.
Aunque los dominicos ya estaban establecidos en Toledo desde 1209, fue en 1407 cuando abandonaron el convento extramuros ubicado en la Huerta del Granadal para trasladarse a las casas alzadas en la collación de San Román.
Gracias al poder económico de la orden –sustentado en la impresión de bulas- y a su influencia en los asuntos doctrinales, el convento inicial fue creciendo y expandiéndose a costa de las fincas vecinas, añadiendo nuevas dependencias y claustros hasta que en el siglo XVIII se dieron por terminadas las obras mayores. Contaba entonces con tres claustros y una iglesia, además de numerosas dependencias. Ocupaba una superficie de terreno muy considerable.
A partir de la Desamortización, el convento pasó a ser cuartel, museo arqueológico, biblioteca, panteón de toledanos ilustres y, desde 1847 hasta 1981, centro de beneficencia y de usos asistenciales. En 1993, tras culminarse la rehabilitación, fue entregado a la Universidad de Castilla-La Mancha.
Tres claustros tiene el edificio: el llamado Real, el del Tesoro y el de los Naranjos. El primero, sin duda uno de los más bellos de la urbe, se construyó con las trazas de Alonso de Covarrubias y la ejecución material del maestro de cantería Hernán González. Fue iniciado en 1541, posee una planta casi cuadrada y ofrece la novedad de sus tres pisos.
En el claustro del Tesoro –también llamado del Silencio-, construido a comienzos del siglo XVI, se puede contemplar una arquitectura con reminiscencias góticas que refleja los primeros balbuceos del lenguaje renacentista. La restauración efectuada en el siglo XVIII en el claustro posiblemente medieval de los Naranjos no impide visualizar los restos de sus arcos mudéjares.
Erguida entre dos claustros –el de los Naranjos y el del Silencio- se levanta la torre mudéjar de la iglesia, del siglo XIV, que, tras su limpieza y arreglo, luce orgullosa su colección de arcos (de herradura, polilobulados y ciegos), así como un bello y original reloj de azulejos que debió haber sido colocado tan alto para seguir la trayectoria de la luna o medir la duración de los crepúsculos.
La iglesia conventual, comenzada en 1605 según el proyecto de Nicolás de Vergara el Mozo, fue terminada a su muerte por Juan Bautista Monegro. Tres naves de distintas alturas y crucero, que continúan el estilo constructivo seguido por la arquitectura española tras la edificación del Escorial. Obra maestra de Monegro se considera la portada, que se organiza a modo de retablo.
Debemos detenernos un instante en el interior de la iglesia, pues aquí resuenan con fuerza las palabras de Bécquer. El poeta sevillano describió en su Historia de los templos de España los sepulcros alojados en sus naves, que corresponden a las siguientes personas: los condes de Fuensalida, doña María de Orozco, conocida popularmente como La Malograda, Garcilaso de la Vega y su padre y, finalmente, los condes de Mélito.
Para escribir la leyenda El beso, Bécquer se inspiró en el monumento sepulcral que recoge los restos de don Pedro López de Ayala y de doña Elvira de Castañeda, condes de Fuensalida. Conocido es el asunto del relato becqueriano. Un caballero de piedra propina una contundente bofetada a un oficial de dragones del ejército francés, que osa besar los labios inertes de su esposa arrodillada.
Al final de la calle de San Clemente se indica en un azulejo que allí se levantaba la llamada Casa del Armiño, vivienda que fue propiedad de Jorge Manuel Theotocópuli. De la antigua mansión edificada en el siglo XIV se conserva un arco mudéjar ilustrado con escritura cúfica y motivos geométricos. En el XVI se reconstruyó el edificio y se reordenó el espacio alrededor de un patio. El abandono posterior causó un notable deterioro del conjunto, acentuado tras el derribo de alguna de sus estancias y su utilización como lavadero público.
Hoy ha sido restaurada la casa y también el patio. Un patio que esconde columnas muy esbeltas y unas originales zapatas de madera inspiradas en la forma de los arcos polilobulados. Por encima de la tapia emerge la silueta de una torre con un último piso de maderas diáfanas, que, a modo de azotea, se asoma sobre el silencio de las tejas.
Convento de San Clemente*
Está considerado uno de los primeros monasterios que vieron la luz en Toledo. Inicialmente fue fundado a comienzos del siglo XII extramuros de la ciudad, se trasladó a su actual emplazamiento a finales del mismo siglo. Aunque en sus inicios siguió la regla de San Benito, pasó en 1175 a integrarse en la disciplina cisterciense. Además de estar vinculado a la casa de Borgoña, gozó de protección real, lo que le permitió expandirse por la provincia de Toledo, poseer tierras y cobrar rentas. Al igual que la abadesa del monasterio de las Huelgas, la de San Clemente ejercía el poder y mantenía la autoridad sobre su señorío.
El vasto monasterio cisterciense ha sufrido diversas obras de reforma y ampliación a lo largo de su historia. Entre ellas cabría mencionar las efectuadas en la iglesia por Alonso de Covarrubias a mediados del siglo XVI, las realizadas por Vergara el Mozo, autor de los claustros interiores, y también las ejecutadas por Juan Bautista Monegro en el siglo XVII, centradas en la puerta de acceso a la clausura. El monasterio, salvado de la Desamortización pero bombardeado en la Guerra Civil, ha sido sometido a un intenso trabajo de rehabilitación desarrollado por la escuela taller “Judería Mayor” de Toledo. En el transcurso de los trabajos se encontraron arcos polilobulados del siglo XIII, bóvedas de los siglos XII y XIII y un aljibe romano situado a más de cuatro metros de profundidad. También ha sido restaurado un capitel califal del siglo XII.
Este convento toledano, que en la actualidad cuenta con 16 monjas de clausura, albergó en sus años de esplendor más de 200 religiosas. Al estar bajo la protección real, en sus dependencias se alojaron doncellas de ilustres apellidos que contaban con cocina propia y servidumbre. Vestidos pertenecientes a miembros de familias reales del siglo XVI se guardan en las estancias monacales.
El exterior del recinto monástico, cuya vida se organiza alrededor de tres claustros, el refectorio, la sala capitular, la sala abacial, la iglesia y el coro, no deja traslucir la riqueza monumental y artística que encierra. Puede el visitante detenerse ante la portada plateresca que ejecutó Alonso de Covarrubias y se muestra en la calle de San Clemente, portada que los altos muros de San Pedro Mártir pocas veces permiten contemplarse con la luz del sol acariciando sus imágenes. Dos columnas abalaustradas enmarcan un arco de medio punto. Cornisa con hornacinas, figuras de santos y blasones imperiales. En el vértice, un medallón de la Virgen con el Niño, que unos autores atribuyen a Alonso Berruguete y otros a Gregorio Pardo. Los habituales detalles renacentistas, sobriamente dispuestos, forman parte de la decoración.
Aunque no se pueda gozar de su belleza porque lo impide la clausura, deben mencionarse algunos de los elementos de mayor valor artístico. Entre ellos el refectorio, única parte conservada del edificio original, que guarda arcos de diversos tipos y un alfarje con decoración heráldica considerado uno de los más antiguos de España (siglo XIII). De las 66 piezas talladas en 1536 por Felipe Vigarny que componían la sillería renacentista del coro desaparecida en el incendio de 1561, quedan la silla de Isaías y la espléndida silla de la abadesa, que representa en su respaldo una Anunciación. Por la belleza de lo que queda se colige la que se perdió.
Tiene San Clemente tres claustros. El situado al norte del recinto, que pudiera pertenecer a alguna de las casas que absorbió el convento en sus fases de expansión, posee un pasadizo central que lo divide en dos partes. Ha sido cedido por las monjas para su utilización como centro cultural y lugar de exposiciones. El claustro principal se sitúa junto al muro norte de la iglesia y fue edificado a finales del siglo XVI por Nicolas de Vergara el Mozo. Luce galerías de arcos toscanos. El tercer claustro fue erigido en 1663 por el arquitecto Josep Ortega, quien se inspiró en el claustro principal.
Merece también mención la sala capitular, que presenta un artesonado plano, del siglo XVI, y una solería con azulejos de arista. Dos asientos cubiertos de azulejos flanquean el altar, cuyo frontal y escaleras de acceso se hallan revestidos del mismo material.
Dentro de la valiosa colección de orfebrería que atesora el convento, ocupan un lugar muy destacado los relicarios del siglo XVI.
San Clemente se proclama “cuna del mazapán de Toledo” por elaborar desde 1212 este tipo de dulces. Conviene dejarse seducir por la propuesta y acercarse al torno para probar la pastelería de la casa.
Plaza de San Vicente
De la mano de Alfonso X el Sabio llegaremos, por la calle de su nombre, a la plaza de San Vicente, convertida en los últimos tiempos en centro de oración, cultura y arte.
Dos edificios religiosos conviven en este escenario urbano: el convento de las Gaitanas y la iglesia de San Vicente, cuya torre mudéjar entabla diálogos de altura con las celosías conventuales. El palacio neoclásico donde el cardenal Lorenzana instaló la Universidad muestra en la plaza una de sus fachadas exteriores. Sin contar el templo de San Vicente, que se utiliza para todo tipo de actividades culturales, dos salas de arte se asientan en este ámbito: la instalada en el patio de la Cámara de Comercio y el espacio innovador de la galería Selarte.
Rejas, balcones, celosías, escudos y ventanas. La plaza de San Vicente se nutre del tráfico de gentes que llegan de la calle de la Plata, de los automóviles que vienen de la calle Tendillas y de los transeúntes que desembocan desde Alfonso X el Sabio. Es el flujo de la vida diaria, que, rápida y constante, pasa por esta encrucijada.
Además de lo dicho, a la plaza se asoman varias fachadas de palacios. El edificio donde ha instalado su sede la Cámara de Comercio presenta en su dintel un escudo episcopal y tiene patio de tres pisos con balaustradas y columnas de madera. En el número 4 se alza una mansión construida en el siglo XVI que perteneció a don Diego de San Pedro de la Palma, mercader converso cuyos descendientes cedieron en el siglo XVII varias casas anexas a las monjas agustinas para que en ellas instalaran el convento de las Gaitanas. En el tímpano, sobre el dintel, bajo una arquivolta semicircular, hay un escudo que ha perdido la arrogancia que tuvo. Tras cruzar el zaguán, se desemboca en un patio sencillo, con vigas y zapatas de madera y con ventanas que se abren a los tiestos dispuestos en el centro. Zócalo de azulejos. Apoyadas en los muros, se ordenan las mesas del restaurante que ocupa este espacio.
Iglesia de San Vicente
De origen visigodo, fue fundada probablemente por Alfonso VI. De su fábrica mudéjar sólo conserva el ábside, que parece haber sido edificado a mediados del siglo XIII. Ritmo, sencillez y geometría. Tres hileras de arcos.
Como la mayoría de los templos toledanos, ha sufrido reformas. La torre se edificó en 1599, tras ser derribada la original por el riesgo que corría de caerse. Después de un tiempo en que acogió el Museo Diocesano, en su nave se celebran exposiciones y conciertos.
Una sola nave y capillas laterales separadas por arcos de herradura y arcos de medio punto. Cabecera con doble arquería de ladrillo. Poseen interés dos capillas del siglo XVI: la situada en el lado del evangelio y atribuida a Nicolás de Vergara el Mozo, que tiene una bóveda pintada con motivos florales y dibujos de portadas barrocas; y la que mandó edificar doña Isabel de Ovalle en el lado de la epístola. Dicha capilla, en la que intervino Juan Bautista Monegro, presenta en su bóveda un original trazado.
Ya en el exterior, sorprende el friso tardorromano empotrado en el cuerpo más bajo de la torre. El ábside también esconde restos romanos en la base de sustentación, así como un blasón barroco de penacho florecido que se asienta en el centro de los arcos.
Durante tres siglos, esta iglesia fue la capilla del Tribunal de la Inquisición, que tenía su sede en el lugar actualmente ocupado por el edificio de la Universidad. El cardenal Lorenzana separó, mediante un estrecho callejón, los dos inmuebles que hasta entonces habían permanecido unidos. Todavía se puede ver el amplio ventanal abierto a los pies de la iglesia, que comunicaba con las casas del llamado Santo Oficio, concretamente con la tribuna de la desaparecida capilla Villamayor, desde donde oían misa los inquisidores.
Si en el pasado San Vicente fue el lugar donde los miembros del Santo Oficio reconfortaban su espíritu, en el presente la iglesia es un foro cultural y un espacio alternativo que, con el nombre de Círculo de Arte. Toledo, muestra trabajos tanto de artistas destacados como de emergentes. Además de exposiciones, la sala acoge todo tipo de propuestas: desde artes escénicas a conciertos musicales, pasando por conferencias y presentaciones de libros. De noche y hasta la madrugada, se convierte en sala de baile.
Textos de:
GILES, Fernando de, y RAMOS, Alfredo. Guía Total: Castilla-La Mancha. Anaya Touring. Madrid, 2002.
IZQUIERDO, Pascual. Guía Total: Toledo. Anaya Touring. Madrid, 2008.
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